4.4.10

Somos la biblioteca itinerante de algún dios aburridísimo!




“Sale a la calle, camina un poco, entra a un bar, pide un café y abre el libro, y mientras revuelve el azúcar, oye cómo un tipo le cuenta al mozo las virtudes de la mujer que se acaba de comprar. El entorno es desolador. Alrededor de una mesa fijada al piso con cuatro bulones enormes, se reúnen tres sujetos que parecen haber estado torturando a sus novias o esposas hasta recién.” Tiene mucho que ver con mis estructuras psíquicas el hecho de que yo necesite ordenar todo según lo que yo considero una correcta sucesión de escenas y de sonidos para poder aproximarme lo más posible al olvido. Un orden tan encantadoramente simple como cerrar los ojos y poner la mente en transparente. Un orden que convierte al mundo en un lugar pacífico y dialogante. (la otra es una película no apta para todos los estómagos, una cuidada puesta en escena con cierta insoportable tendencia al videoclip) No somos capaces de renunciar a lo que no podemos tener con la urgencia que el deseo nos exige. Harían falta muchos trailers metafóricos de este mundo para animarnos a abrir los ojos frente al jodido sol de Abril, ese que nos calienta la vereda, los cuerpos y hasta los más infames pensamientos. La gran paradoja del futuro es que, tarde o temprano, también se va a convertir en un presente de mierda. (y eso que en el fondo (tengo que admitir que aunque no lo parezca) hoy el optimismo invade mis venas como un cáncer positivo) Un orden que no me quite tiempo para disfrutar de un buen disco, de un capítulo más, del sueño de dormir y de viajar sin riesgos. Uno que me habilite tiempo para amar y para odiar (y para hacerlo con la intensidad necesaria) “En las últimas veinticuatro horas este hombre ha bajado dos kilos y rozando la locura en tres oportunidades. Sus huesos agrietados, su sexo agitado, sus contracturas musculares, el deseo de ser o de ser nada, esperan. Le encanta masturbar su mediocridad con logros absurdos como creerse que nadie le sería inalcanzable.” (a veces tengo la impresión de haber envejecido 40 años en este espacio sobre el cual me leen) Los lunes son unos días muy raros. La sensación de ahogo es tan intensa que la mejor opción resulta salir a la calle en plena tormenta o arrojarme por la primera ventana que encuentre, lo suficientemente alta como para que todo resulte exitoso. (otra posibilidad es dejar que nuestros cerebros se vayan pudriendo hasta convertirse en pequeños y fétidos montículos de grasa y de materia fecal, al tiempo que esperamos que, “sólo por hoy”, ningún meteorito se nos estrelle muy encima) No sé qué es lo que me distorsiona la percepción del tiempo, si un desequilibrio químico o algún microorganismo que basa la unicelular lógica de su existencia en reproducirse lo más devastadoramente posible dentro de mí. Los lunes son unos días muy raros. Me brota una obligación a huir de las contradicciones que me detienen (o por activas o por pasivas, da igual) Los lunes no me dejan otra opción que abrir la boca y generar bilis en cantidades monstruosas. Sólo diré que nunca había visto a un hombre tan grotescamente deformado como ese. Demasiados restos de pobreza y de resignación. Al lado de los obscenos, esos sujetos con sus mujeres de culos trucados, casi se oía su grito animal. Tengo que vomitar. Buen día.

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