4.4.10

Figuritas

Si me preguntan sobre qué recuerdo de mi infancia, puedo decir casi espontáneamente, de las figuritas.
Tenerlas, invocaba un poder mágico. Tal vez hoy como adulto, pueda elaborar una analogía con tener billetes. Pero el encanto, la tensión y el desborde de conseguirlas, juntarlas, mostrarlas, eran tan grotesco y tan indescriptiblemente bello, como cotejarlas, cotizarlas y cuidarlas para siempre.
Los recreos y las veredas de los barrios, eran lugares de encuentro de quienes las poseían. Algunos niños, tenían en sus manos un pilón de ellas, sostenidas con esfuerzo por los pequeños dedos. Otros abultaban los bolsillos de los guardapolvos.
Era como tener una fortuna, y en muchos casos, al irse a dormir, muchos, las guardaban bajo sus almohadas.
Un rumor con fondo de asombro y chisme de prensa amarilla, sucumbía cualquier rincón de la escuela o de las casas. Era cuando alguien, conocido o desconocido, había conseguido la difícil, la que llenaba el álbum.
Muchas fueron las historias que nos contaban nuestros padres sobre ellas. Increíbles momentos contados que nos hacían abrir los ojos y nos ponían frente a nuevos desafíos a sortear…la historia de la figurita que nunca salía…la que contaba que de la rara, solo se había hecho una…la del pibe que completó su colección y se la robaron…etc., etc.
Si me preguntan de qué me acuerdo, sigo diciendo, de las figuritas.
Estaban las redondas de cartón o lata, esas que podíamos hacerlas volar, impulsándolas con el pulgar, luego de sostenerlas con el índice. O colocarlas entre el índice y el mayor, como si las apretáramos con una tijera, y lanzarlas con una sacudida eléctrica hacia donde quisiéramos.
También las había de papel, con formas de acuerdo a los dibujos que traían, algunas venían con brillantina plateada, que decoraba algunos detalles de las imágenes.
Jugábamos a la “arrimadita”, que consistía en lanzar figuritas hacia una pared, desde detrás de una línea paralela. Con cualquier técnica. Lo que había que lograr, era acercarse lo más posible, arrimarse, a la pared. Se jugaba de a dos o mas. Y el que ganaba, cobraba en figus. Y casi siempre había testigos, y lo que se jugaba también era el honor. Por que podías llegar a tener muchas figus, pero si alguien sabía lanzar bien, te pelaba enseguida.
Si me preguntan de qué me acuerdo, digo sin pestañear, de la figus!.
Cuando la clase era un bodrio, las figus te salvaban. Los chicos por entonces hicieron popular “la tapadita”.
Era un juego que consistía en esconder alineadamente una, dos o tres figus, debajo de la tapa del cuaderno sin que el compañero te vea. A su tiempo, cada uno las acomodaba, con la imagen hacia arriba o hacia abajo. Luego le ofrecías el cuaderno tapado con las figus adentro. Él, tenia que tocar la tapa del cuaderno, la cantidad de veces como tantas figuritas escondía, intentando adivinar con viva voz, como estaban dispuestas. Si acertaba alguna, se la quedaba. Y se cambiaba el turno y el rol. Como con las monedas, la definición era cara (dibujo o foto) o seca (la parte de atrás). O sea que si te tocaba jugar y decías “cara, seca, cara” y al abrir el cuaderno o libro, veías que alguna coincidía, pasaba a ser tuya.
Claro que el juego estaba bueno y entretenido. Pero cada tanto había que mirar a la seño, por que si te llegaba a descubrir…
Si me preguntan qué me acuerdo, sin dudarlo, y aunque hubo otras cosas lindas, yo sigo diciendo de las figuritas.
Era tan emocionante el momento de poder comprar un paquete, que hasta los amigos te acompañaban hasta el kiosco.
Y si tenias una repetida, y a esa la estaba buscando alguien, pedías lo querías.
Una figurita podía valer otras cincuenta, o diez paquetes.
Y si tenías una verdaderamente difícil, podías conseguir hasta el beso de la hermana del interesado.
Y los padres, aprovechado tanta pasión, la usaban para presionarte. Por lo que, si no hacías no deberes no había figus, si no te lavabas las manos, no había figus, si no tomabas la sopa...si no hacías los mandados…etc., etc.
Si me preguntan de mi infancia, diré que me acuerdo, con mucho, pero mucho placer, de las figuritas.

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