4.4.10

Cuasi detalles.

Cuando el mar quiere romperse, se golpea contra mí
(porque no existe libertad sin un beso que la trabe)


Por dentro está la certeza de que no cabe esperar mucho ni de uno mismo cuando lo primero que se siente ante el desencanto es un cansancio infinito.
Pero estoy mejor así, con el deseo agraviado, incapaz de reclamarlo para que no pierda el sentido. No quisiera que le pase lo que a algunas palabras, que se mecen en el vaivén del va y viene, va y viene de unos labios a otros labios hasta que ya no se oyen porque perdieron identidad de tanto ir y venir y se quedaron en silencio, cansadas, mudas, en ese lugar donde los fracasos se dan una segunda oportunidad, donde el Este se pone al sol y los otoños se levantan para que las piadosas (y geniales) primaveras los fotografíen un poco.

Diferenciar una buena foto de una mala es muy fácil. Simplemente se sabe, de la misma manera que se sabe a quién le corre agua en lugar de sangre por las venas.
Y no digo aire, ni ácido, ni magma. Digo agua.

Habría que dejar de ver a la realidad así, con cada objeto redefiniendo y a su vez redefinido por otro que lo abarca y lo confina en límites artificiales que no son nada, ni frontera (y cómo nos cuesta entender las cosas que andan sueltas, sin su marco, por el mundo)
Lo real me seduce cada vez que descubro que a la fantasía, en el fondo, la tengo sobrevalorada. Y viceversa.

Decir algo divertido sería apropiado. Reírse.
Me gustaría estar en esta noche. Haber venido a legislar en lugar de saber que no existen leyes cuando no se piensa en mañana (pero hoy ya es mañana y nos toca hablarnos sin el fuego de ayer y mañana no existe, y si existe, no promete demasiado)

Archívese.

    No hay comentarios.: