6.12.05

Una que me contó mi papá. "Miguelito"

La Ruta
El sol del mediodía pegaba fuerte sobre la reseca meseta patagónica. El paisano había aflojado la cincha del recado para que el caballo tuviese un respiro, y con el cabestro lo tenía sujeto al molle.
El espinoso arbusto le brindaba una mínima sombra y algo de reparo para evitar las molestias del incansable viento patagónico. Por el sol, calculó que debía faltar poco.

Miró a la distancia, buscando la típica nube de tierra que le anunciara la proximidad de un vehículo. Hasta donde alcanzaban sus ojos acostumbrados a ver distancia, no vio nada. Por costumbre y otro poco para acortar la espera, sacó su tabaquera y armó un cigarro, que fumó lentamente, sentado en cuclillas al costado de la ruta, esa incómoda posición que el hombre de campo utiliza sin mostrar ningún esfuerzo.

Cuando comenzaba a sentir el calor de la brasa cerca de sus labios, divisó la nube de tierra que levantaba el vehículo que se acercaba por el camino en dirección a Esquel.

El viento, que soplaba del Oeste, mantenía en suspensión sobre la ruta una nube de polvo de varios centenares de metros, mientras el sol hacía brillar la carrocería del vehículo.

El hombre se paró y haciendo sombra sobre sus ojos con las manos , intentó identificarlo.
Finalmente tuvo la certeza deque su espera terminaba. El colectivo bicolor -amarillo en su parte inferior y verde en la superior, con un caballo alado sobre cada lateral- comenzó a reducir la velocidad, hasta detenerse cerca del hombre que esperaba. El conductor, un hombre rubio, de piel blanca, ojos claros y sonrisa fácil, descendió con un pequeño paquete y fue al encuentro del paisano.

Después del apretón de manos, hablaron al costado de la ruta, mientras algunos pasajeros curiosos asomaban la cabeza por la ventanilla "Tome, acá están los remedios que me pidió ¿cómo sigue su mujer?" "Sigue jodida nomás, le duele mucho la panza y se la pasa vomitando, vamo a ver si con los remedios mejora" "Si ve que no mejora, el miércoles paso para Trelew, tráigala hasta la ruta y yo la llevo para que la vea un médico".

"Bueno, gracias, quedamo así entonces" Volvieron a darse la mano.El paisano guardó los remedios en un bolsillo de su bombacha y se dirigió hasta donde estaba su caballo.-Miguel Pacholczyszyn-Miguelito para todos-- volvió a ocupar su asiento frente al volante, colocó el cambio y el colectivo bicolor con los caballos alados en sus laterales, reinició la marcha.
El paisano terminó de ajustar la cincha del recado, y levantó su brazo derecho contestando el saludo de los pasajeros Después montó y comenzó a desandar las tres leguas que había hasta el rancho.El viaje de regreso fue distinto.-Se sintió menos sólo, y más esperanzado.
Unos kilómetros antes de llegar a Cabeza de Buey, Miguelito volvió a detener su colectivo, junto a un guardaganado.
Cerca de uno de los postes del alambrado, al borde de la ruta, había un cajón con dos piedras encima, para que el viento no lo volase.Los pasajeros que viajaban por primera vez se preguntaron el motivo de la parada; los que conocían lo que era viajar con Miguelito, ya lo sabían.

Llegó hasta el cajón, y sacó las piedras que estaban en su parte superior.
Después lo levantó: en su interior encontró un papel y unos pesos. En el papel estaba el pedido, escrito por alguien cuyo fuerte no era precisamente la gramática De todos modos se entendía que a "vuelta de colectivo" esperaban la llegada de unas latas de leche condensada, en ese mismo sitio.-Y así, a lo largo de los mas de seiscientos kilómetros de la ruta Esquel-Trelew, a las paradas regulares que eran muchas Arroyo Pescado, Languiñeo, Pampa de Agnia, Cajón de Ginebra, El Pajarito, Paso de Indios (La Herrería) Cabeza de Buey, Bajo y Alto Las Plumas, Las Chapas, Dolavon(Hotel Bonavía), Gaiman, para mencionar algunas,se sumaban muchas otras.
Todas ellas surgidas de la necesidad de los sufridos pobladores, que veían en Miguelito al hombre generoso, siempre dispuesto a dar una mano, a hacer la "gauchada" que le solicitaban; llevar cartas, pedidos de compra, dinero, repuestos para el molino, remedios, un cordero o un chivito para la familia que estaba en el pueblo.... Para todo y para todos había lugar en el colectivo, nadie se quedó esperando en vano, nunca dejó una mano extendida sin atender.Primero estaba la gente, después el horario. Así era Miguelito.

De Polonia a la Patagonia

Había nacido en el año l.909 en Polonia, en Strzcliska Stare, provincia de Joevuske Luriske., con el nombre de Michal Pacholezyszyn.La crisis de pos guerra que soportaba Europa movió a muchos jóvenes y no tan jóvenes, a buscar mejores posibilidades en América.
Michal Pacholczyszyn decidió probar suerte; ya un primo hermano suyo, Gregorio Tellezewbi, estaba radicado en Argentina, en la zona de Tecka, Provincia del Chubut. A los dieciocho años se embarca para Argentina, primero a Buenos Aires y luego en otro barco, a Puerto Madryn.Al momento de su llegada, no hablaba una sola palabra en español.
Como inmigrante, previamente debió hacerse de varios certificados que se exigían por aquellos años-1.927 - para poder ingresar al país, expedidos por las autoridades polacas, y controlados por el Consulado General Argentino en Varsovia.En el Certificado de aptitud industrial., figura que es agricultor.

En el correspondiente a antecedentes procesales, que "no ha sufrido proceso ninguno durante los cinco últimos años por delitos contra el orden social o que hayan dado lugar a penas infamantes".-En un tercer certificado, que "no ha padecido nunca de enajenación mental ni hecho ejercicio de la mendicidad".
Por último, en el Certificado de Sanidad figura que "no presenta síntomas de tuberculosis, lepra, tracoma, ni de ninguna otra enfermedad infecciosa, ni contagiosa, ni de enajenación mental, ni parálisis, ni otro vicio orgánico que lo haga inútil para el trabajo.Que reúne por lo tanto todas las condiciones físicas exigidas para poder desembarcar en la República Argentina".

De Puerto Madryn viajó en tren a Trelew, y luego por tierra a Esquel, donde se encontró con su primo. Allí cerca tuvo su primer trabajo en la estancia Pampa Chica, propiedad de capitales ingleses, donde se quedó algo más de un año., En un viaje que hizo a Esquel, acompañando al mayordomo de la estancia, decidió probar suerte, y la tuvo; consiguió ingresar en la firma Lahusen como repartidor de la empresa.

Ganaba ciento sesenta pesos mensuales, y pagaba cuarenta de hospedaje.-Comenzó a ahorrar dinero y lo volcó en su pasión: los automóviles: se compró un Ford A, con el que prestaba algunos servicios, como trasladar gente a fiestas y reuniones.
Después fueron viajes cortos, y comenzó a sentir el gusto por andar los duros y difíciles caminos patagónicos.

Ya no era Michal, sino Miguel; iniciaba su romance con las rutas patagónicas, que duraría más de cuarenta años.

Su espíritu emprendedor y el deseo de ser su propio patrón, lo llevaron pocos años después -en 1.932-, a formar su empresa de transporte de pasajeros entre Esquel y Trelew, viaje que hacía en tres días utilizando dos coches Ford tipo sedan. La empresa se llamó "La Activa", un coche manejaba Miguelito y el otro el señor Carlos Tisot.Años después, Tisot pone su propia empresa de transporte, entre Esquel e Ingeniero Jacobacci.
En estas páginas podrá apreciar en detalle uno de esos coches, con Miguelito sentado al volante, que está situado sobre el lado derecho del vehículo. De paso, bueno es recordar que recién a mediados de la década del cuarenta, se efectuó el cambio de mano, y se comenzó a circular por la derecha.

La Segunda Etapa: El Colectivo
Ya en la década del cuarenta, el inmigrante polaco decidió abandonar el servicio con los aut os , pues la demanda de pasajes aumentaba, y pensó que necesitaba un colectivo.
Siguió fiel a la marca, en la agencia Pedro Corradi compró un camión Ford que llevó a Bahía Blanca para carrozarlo como "pullman", con capacidad para diecisiete personas, con asientos enterizos, y portaequipajes en el techo.

En sus laterales, ya figuraban los caballos alados que eran su emblema , y se repetirían en los sucesivos colectivos que cambiaba con el paso del tiempo, para brindar un mejor servicio a sus fieles pasajeros.-De aquellos comienzos de Miguelito en los primeros años de la década del treinta, la señora Herminia Pernau Vda. De Vence, conserva nítidos recuerdos.

Balsera en Las Plumas
"Desde el año 1.927junto con mis padres, atendíamos el servicio de balsa que había para cruzar el río Chubut en el Bajo de Las Plumas , no había puente, éste se construye en los años 1.937 a l 1.939 .-.La obra estuvo a cargo de la Dirección de Puentes y Caminos, y la dirigió un señor llamado Antonio Simonet.

La balsa era de madera, medía unos seis metros por algo más de cuatro, y flotaba sobre cuatro botes ; todo era obra de un señor llamado Atilio Lombardi, muy buen carpintero.
Mediante un sistema de roldanas y poleas, la balsa se deslizaba sujeta a un cable de acero que se extendía entre ambas márgenes del río.-El servicio debía prestarse de sol a sol, diría que prácticamente las veinticuatro horas, porque también funcionaba de noche.
Si bien había un balsero, éste se retiraba al caer el sol, y yo con la ayuda de una mujer del lugar, Petra Miyalipi, atendíamos los reclamos de los automovilistas que llegaban de noche, y nos avisaban de su presencia haciendo cambios de luces, o lo más común, efectuando disparos al aire.
No solamente cruzábamos coches y camiones, también cruzábamos tropas de carros que transportaban lana de la cordillera hacia Trelew: primero cruzábamos las mulas, y después los carros. Además del servicio de balsa, teníamos un hotel y restaurante, y la venta de nafta y aceite.

Un día vemos llegar un camioncito procedente de Esquel; venía cargado con muebles y ropa, evidenciaba una mudanza. Descargaron en una de las pocas viviendas que había en Las Plumas.En seguida se supo que había llegado un nuevo policía al pueblo.Después el conductor, un hombre joven, rubio y con serias dificultades para darse a entender, me solicitó café con leche y pan.

Así conocí a Miguelito
Comenzó a viajar de Trelew a Esquel, al comienzo en dos coches Ford, , uno de los cuales manejaba un señor de apellido Tisot.-.-Me llamó la atención que durante los primeros viajes, Miguelito siempre me pedía café con leche y pan, con el tiempo me confesó que era lo único que sabía pedir en castellano; después, en la medida que ampliaba su vocabulario, fue ampliando su menú.
Al poco tiempo, como el número de pasajeros aumentaba, vendió los dos coches y compró un colectivo, también marca Ford, con la figura de un caballo con alas pintada a cada lado; era como el emblema de su empresa.
Trabajó siempre solo, no tuvo oficina ni empleados; en Trelew salía del Hotel Elicegui, que estaba en la esquina de 25 de Mayo y Belgrano, y en Esquel lo hacía del hotel de la familia Cánovas: esos lugares eran el punto de reunión de los pasajeros, familiares, amigos que iban a despedirlos o a recibirlos.
En ambos hoteles , él tenía su habitación fija; vivía mitad del tiempo en Trelew y la otra mitad en Esquel. Miguelito fue siempre un caballero, muy correcto, generoso, nunca dejó a nadie sin viajar, si no tenía plata, lo llevaba igual. Además aceptaba todos los pedidos que le hacían,, realizaba gestiones tanto en Trelew como en Esquel; compraba remedios, repuestos, depositaba dinero que le daba algún poblador que había vendido la lana, era un hombre íntegro, desinteresado, no te aceptaba un peso por las gestiones que hacía.
Yo personalmente, por el año 1,962,quería vender una propiedad que tenía en Esquel, y no podía dejar mi trabajo en Las Plumas, así que le hice un poder a Miguelito, y él me la vendió y cobró el dinero, que después me trajo en uno de sus viajes.

En la época que ya tenía el colectivo, el viaje lo hacía en dos días; salía de Esquel a las seis de la mañana y a la noche paraba en La Herrería, , de Román y Blas López, allí los pasajeros cenaban y dormían. Al otro día, salían temprano y llegaban a almorzar a Las Plumas; a las cinco de la tarde estaban en Gaiman, y a las seis estaban llegando a Trelew.En el viaje de regreso, era al revés , los pasajeros cenaban y dormían en Las Plumas, y al otro día almorzaban en La Herrería, llegando por la tarde a Esquel.

No te olvides que los caminos eran de ripio, a veces estropeados por lluvias y tormentas, y lo fundamental, que Miguelito paraba en todas partes, y si alguien lo requería en el medio de la ruta, también paraba, nunca dejó a nadie con la mano extendida y pasó de largo. Por eso fue siempre tan querido: si le pasaba algo en el camino, se encajaba el colectivo o tenía algún percance, los pobladores apenas se enteraban salían a auxiliarlo: lo mismo si se atrasaba mucho, salían a la ruta a buscarlo, a ver si le pasaba algo.

Era un buen jugador de ajedrez, y más de una vez se demoraba la salida del colectivo mientras Miguelito finalizaba una partida muy peleada.; desde Esquel, mantuvo partidas con ajedrecistas de Bariloche; las movidas se transmitían por telégrafo, pues aún no existía Radio Nacional Esquel. También era un habitual jugador de lotería, todas las semanas compraba billetes , y tenía bastante suerte, varias veces ganó premios, algunos de ellos muy importantes, como la grande de año nuevo de la lotería provincial, y también ganó un auto que sorteo el Gaiman Fútbol Club.

Un sueño que tenía y nunca realizó, fue aprender a tocar el violín; me contó que en el ropero, tenía guardado un violín, y que un día iba a estudiar música, pobre, no pudo hacerlo....
Nunca se casó, me confesó que tenía una novia, también polaca, que vivía en Buenos Aires, pero la chica se debe haber cansado de esperarlo, y se casó con otro: y en Trelew, había una chica que le gustaba mucho,, pero quedó ahí, nunca formalizó una relación estable, vivía para su trabajo, y se lo veía feliz, siempre de buen carácter, amable.
Realmente Miguelito fue un hombre excepcional, fuera de serie; todos los que lo conocimos, lo quisimos mucho".

Noche en Paso de Indios -La Herrería-
"La llegada de Miguelito a La Herrería donde los pasajeros cenaban y dormían , era motivo de reunión , rompía la rutina de quienes vivíamos en el pueblo", recuerda hoy Sabino Rodolfo Suárez, quien por aquellos años fue el primer Director de la Escuela con Internado de Paso de Indios.
"Después de cenar, se armaba el partido de truco, en el que participaban normalmente los dueños, Blas y Román López, el comisario Cuenca, Carela que era el Juez de Paz, y Miguelito, y por supuesto, las respectivas hinchadas".
"La pareja perdedora pedía revancha y ésta quedaba pactada para el próximo paso de Miguelito por el lugar. A quienes estábamos en la Escuela, nos pagaban nuestros sueldos -con cheques, pero como no había Banco, los maestros recurríamos a Miguelito; le entregábamos los cheques y el los hacía efectivos en Trelew o Esquel, y a vuelta de colectivo nos pagaba. Esto es sólo un ejemplo de los muchos servicios que prestaba Miguelito que era un hombre íntegro, de gran calidad y calidez humana.

Un ejemplo de esto último, es que cuando debíamos derivar por enfermedad a algún chico del internado a Trelew, él iba a visitarlo , a ver cómo estaba, si necesitaba algo, y después cuando pasaba por la escuela, nos contaba cómo evolucionaba.
Viajé varias veces con él; era bastante elástico en lo que hace a los horarios ; si a la hora de salida le faltaba un pasajero, esperaba que llegara. Quienes habitualmente éramos sus pasajeros, estábamos acostumbrados a estas demoras, y ninguno protestaba.

Como contrapartida, era muy responsable de la seguridad, siempre llegaba, pese al estado de los caminos, a la nieve o al barro, al viento patagónico que en ocasiones levantaba tanta tierra y polvo que impedía ver la ruta, Miguelito llegaba".


¿Quién no viajó con Miguelito?
Miguelito fue un verdadero personaje , tan es así que una semblanza suya fue publicada en uno de los diarios más importantes del país, "La Nación", del día 12 de enero de 1.985, bajo el título de: "Miguelito, una historia que se escribe a bordo de un colectivo".
El artículo, que lleva la firma de Alberto Astutti, expresa entre otros conceptos: "...Miguelito y su colectivo seguirán siendo parte de la historia del Chubut, una historia que se escribió con el fervor de los valientes y la fe de los que creyeron en el futuro de estas tierras. También se pregunta: " ¿Qué habitante del Chubut de esos años, no viajó alguna vez con Miguelito?.

El propio Miguel responde: "Empleados, funcionarios, médicos, maestros, enfermos, presos y policías, viajantes de comercio, inmigrantes, aborígenes, niños, ancianos...De todos fui amigo, de todos. Y de muchos aún conservo su amistad". Entre los amigos de Miguelito, estaban algunos compatriotas. De ellos, la memoria de Carlos Garzonio rescata los nombres de Maczenziu (zapatero) Horín y Horizny en Esquel; y a la familia Maruschak en Trelew.

Los últimos años
El cansancio de tantos años uniendo Esquel con Trelew comenzó a hacerse notar, y al finalizar la década del sesenta, deja de viajar entre costa y cordillera, radicándose en Trelew, pero sigue transportando gente, ahora en una distancia mucho más corta: Trelew a Rawson y regreso, con dos colectivos.

En un comienzo fueron dos Ford Thames, que retiró personalmente en Buenos Aires, en Ford Armando; su amigo Javier Vence y su hija Raquel lo acompañaron y manejaron uno de los colectivos. Como no tiene casa propia, se instala en el año 1.977, en el Hotel Touring Club, que será un poco el hogar que nunca tuvo en Argentina, allí es donde pasa sus últimos años .
Sigue prestando el servicio Trelew-Rawson hasta el año 1.978 , en que ya cansado y con la salud algo quebrantada, decide retirase de la actividad. Vende sus colectivos -en ese momento dos Mercedes Benz-a la empresa de transportes Rawson, y deposita este dinero , junto a los ahorros de toda su vida, que fue muy austera por cierto., en la Banco de la Nación Argentina, en una caja de ahorro.

Doña Manuela Josefa Fernández(doña Pepa),quien junto a sus hijos Rafael y Luis fueron las personas que generosamente cuidaron de Miguelito en la última etapa de su vida, así recuerda el ocaso de aquel ser humano excepcional. "Era un hombre correcto, respetuoso. En las tardes, sabía juntarse con algún amigo a jugar ajedrez. - Durante cierto tiempo vivió de sus ahorros, pero al igual que le pasó a mucha gente, la inflación hizo que se quedara sin nada.: en el año 1.989 ya no tenía un peso en la caja de ahorro.

Cuando nos contó lo que le pasaba, con mis hijos le dijimos que se quedara; lo apreciábamos mucho, y nos parecía injusto que un hombre que había trabajado toda su vida, siempre tan correcto, se quedara en la calle. Así que siguió viviendo en el hotel hasta que su salud empeoró; tuvimos que internarlo en la clínica Modelo.

Todos sabían que Miguelito estaba muy mal salud; muchas personas preguntaban por él, algunos fueron a visitarlo. Mi hijo Rafael lo visitaba seguido, él era quien lo afeitaba, y se encargaba de cobrarle una mínima jubilación que tenía Miguelito como autónomo, con la que pagaba parte de su internación: el grueso de los gastos los cubrió la obra social del PAMI.
Hubo gente que pensaba que Miguelito tenía dinero,1 pobre1!su único ingreso era la jubilación. Su salud siguió deteriorándose, en los últimos meses ya no conocía a nadie. Murió al poco tiempo, exactamente el 28 de octubre de 1.991.

En el nicho donde están sus restos, hicimos colocar una lápida con su foto y una inscripción que recuerda lo generoso y bueno que fue".

Epílogo
Cincuenta años después, el paisaje es el mismo, y el viento sigue incansable, soplando por la reseca meseta patagónica. La vieja ruta de ripio ha sido reemplazada por una de asfalto, que permite llegar de Esquel a Trelew en pocas horas.
Los medios de transporte son confortables y veloces. Aquel viejo colectivo color verde y crema, con los caballos alados pintados en sus laterales, y su conductor, Miguelito , ya son historia. Pero son muchos los que piensan que si hoy Miguelito volviese a estacionarlo en la esquina donde ya no está el Hotel Elicegui , no iban a alcanzar los asientos.
Todos iban a querer viajar con el. Aunque siguiera haciendo el viaje en dos días, deteniéndose en tantas paradas como brazos extendidos encontrara en la ruta, demorando la salida por ese pasajero que no podía llegar a horario.

Porque viajar con Miguelito era distinto.
Brindaba esa grata sensación de seguridad, de calidad ... y calidez humana.
Esas cosas que muchos buscan, y unos pocos suelen tener.Miguelito fue uno de ellos.

FIN

"Echale sal"

Ah, si, que vieja linda. Sucia, pero linda.

Cuentan que hace muchos años, Comodoro Rivadavia era solo un gran pueblo de petroleros, infestado de cabarets.

De todas las coperas, “echale sal” era, de lejos, la más linda.
Desgracais varias, la llevaron a terminar como una vieja pordiosera, sucia y desaliñada, a vender billetes de lotería sobre la calle San Martín, época en que yo la conocí.

Como conté antes, a los 10, 11 años, me cruzaba de vereda al verla, le tenía miedo.
Pero a los 15, 16, yo era bastante guarro ya. Ya había debutado… (algún día les voy a contar mi debut).

Y la joda, por aquellos días, era aparecerle por detrás a la vieja, y gritarle “echale sal!” muy cerca de la oreja. El rosario de puteadas era inimaginable, divertidísimo.

La leyenda urbana aseveraba: entrando ya Elba (su verdadero nombre) en la “recta final” de su reinado copero, llego al puerto de Comodoro un navío de Korea con tripulación rusa a cargar “fuel oil” (precursor de la nafta).

Día de carga en puertos lejanos, es lo mismo que decir “día de paga” para la tripulación, que es exactamente lo mismo que decir “ vamos a coger a los cabarets locales”.

Y así fue. Pero parece que un par largo (la leyenda reza 5) de esos marineros se pasó de copas y, tras haberle ofrecido mucho dinero para un “pase”, a lo cual ella accedió, sela llevaron para un lugar incierto.

Lo único cierto fue que no le pagaron un corno, y la violaron reiteradas veces, y antes de dejarla maltrecha y abandonada, le tiraron sal en la vulva inflamada de tantas embestidas.

A partir de allí, se la conoció como “echale sal”, por el fenómeno que producía en ella esa palabra, quizás, remembranzas de una noche terriblemente traumática. El fenómeno eran golpes, carterazos al más cercano, e insultos realmente pintorescos.

Algunos años después emigré por primera vez a la ciudad de La Plata para proseguir mis estudios universitarios. Como todo estudiante con familia en el interior, volvía para las fiestas, y al salir con viejos amigos de bares, o luego de visitar a mi cada vez más decrépita abuela, la volvía a ver, siempre igual, pero más vieja, y con los billetes de lotería en la mano. Obviamente yo estaba un poco más grande, y ya no le gritaba “echale sal!!” cada vez que me la cruzaba, ni siquiera desde el auto. Pero observaba a los más jóvenes hacerlo, era una tradición que no se había perdido. Ya dejaba sentir dentro mío un poco de piedad, verla putear a diestra y siniestra, y sonreía cuando un carterazo acertaba en la espalda o cabeza de algún púber. A mí me pegó dos veces, las recuerdo bien.

Pasaron los años, tuve hijos… las cosas cambiaron mucho. Ya no iba a Comodoro en los veranos, mi norte estaba , justamente, al norte. Veraneaba en otros lugares, el life style había cambiado.

En el verano de 2003, comienzos del 2004, voy con mi hijo mayor a visitar a mi padre que vive en la cordillera. Y de paso, a mi madre, de paso por Comodoro, ya que estaba residiendo lejos de allí, pero coincidíamos y era una buena ocasión para visitar la tumba de mi abuela, ya fallecida, y de ver como estaban nuestras propiedades allí.

La primera noche, luego que mi hijo se durmió, tuve la mejor charla que tuve jamás con mi madre…. Claro, los milagros que obran varias botellas de champagne en el espíritu… es que mi madre es adicta a esa bebida.

La cuestión es que por arte de magia, transitamos miles de temas, hasta el amanecer.
En un momento de descorche de una nueva botella, lo recuerdo bien, me vino a la cabeza la imagen de la loca, a la que no había visto desde mi arribo a la ciudad.

Mi madre, omití decirlo, fue durante un tiempo jueza y luego presidenta del superior tribunal de Justicia de la zona. Cuando ella estaba a cargo del Juzgado en lo penal y Correccional número 2, a menudo se le aparecía la loca a denunciar que la habían violado.
Cosa falsa, por supuesto, los peritos de turno afirmaban que por poco allí no encontraban telarañas.

Como estas situaciones, me contó muchas de esa mujer.
Por ejemplo: que cuando la interrogaban luego de su denuncia por presunta violación…le preguntaban “Y hace cuanto de esto?”
Y ella decía..”y, como 3 meses, más o menos…..”
-Pero por que no vino antes, Elba?
- Es que no me acordaba..

Y cosas así.

Lo más cómico, salido de boca de mi madre, fue la siguiente situación: Estando ella de turno en el Juzgado, y si la memoria no me falla, en el año 1988. Mi anteúltimo año de secundaria.

Llega una denunca de esta buena mujer diciendo que la habían robado, que habían desvalijado su casa, y que quería que la policía fuera a investigar.
Mi madre, que era comprensiva (aún lo es) levanta el teléfono, habla con el comisario de la comisaría novens (Guemes esq. Rivadavia) y le pide que mande una patrulla a ver que pasaba por ahí.

Al rato suena el teléfono del despacho, y un policía que decía: “Doctora, llegamos y la casa no tiene puerta, había muchísima mugre y en la heladera, un pollo en estado de avanzada descomposición. Solicito procedimiento”
Mi vieja, cagándose de risa, le dice que tire el pollo a la mismísima mierda y vuelva a la seccional.
Y ahí quedó todo, la convencieron a la loca que no le faltaba nada, que estaba todo bien, y tal.
Como a los 6 meses…. Sí! Seis meses!! Vuelve Elba a pedir una audiencia con mi mama.
Como ya conté, era muy conocida, y querida en la ciudad. Mi madre la hace pasar a su despacho, y le pregunta: “Bueno, Elsa, contame que pasa ahora”

La loca sólo dijo: “Se acuerda que usted me había dicho que no me faltaba nada?? Los ladrones se llevaron un pollo que yo tenía guardado para la cena!”

-Pero…Elsa… de esto hace casi medio año!!
-Si, pero yo quiero mi pollo, por que me robaron el pollo??
Y así siguió la discusa un largo rato, y no había manera de hacerle entender que un pollo, aunque se lo hubieran dejado, en 6 meses estaría más podrido de lo que realmente estaba cuando el cana lo revoleó vaya a saber cerca de qué perro.

Llegado un punto de no retorno, y viendo que Elba estaba visiblemente nerviosa, mi vieja abre la cartera, y, acá voy a poner la cifra al voleo, por que no la recuerdo, le dice… cuanto sale un pollo nuevo, Elba? 10 pesos? Le doy 10 pesos y vaya a comprarse un pollo!!!

Y Elba, en una actuación a lo Greta garbo, la mira y le dice… “Sí, doctora, pero este pollo era al spiedo, y aparte, yo le había tomado cariño. Creo que con 30 pesos lo podría reponer”

Según mi madre, la enterneció tanto esa pequeña mentira que le dio los 30 pesos con tal que se fuera de allí.

Pobre mi vieja: cuando terminó de contarme esto, siguió explicándome como, a partir de ese momento, siempre le robaban a Elba cosas de gran valor afectivo y recurría a ella a ver si podía “ayudarla” a reponerlo. Me relato el caso de una plancha la que se le había quemado el cable… lo curioso era que el cable lo habia puesto su abuelo al que ella extrañaba muchisimo. Lo real era que, según mi vieja, el abuelo de Elba probablemente era polaco y no tenía electricidad cuando llegó a la Patagonia….

Así y todo, la seguía ayudando.
Hasta que un día, Elsa no vendió más lotería, no insultó más a los jóvenes que le tocaban el culo, o le gritaban “echale sal”.

“Echale sal” simplemente desapareció. Y nadie supo como, ni donde, ni cuando, ni por qué.

Ojalá esté bien, esa loca linda.

Y ojalá que les haya gustado. Disculpen si es medio confuso el relato. Lo escribí de un tirón, al estilo Tito Bustamante.

Besos.

PD: Prometo indagar más con mi madre y sus contemporáneos más historias verídicas y “sabrosas” de esa gente que, como ellos, se pelaron el culo en la inhóspita Patagonia, y hoy, pueden contarlo. Les aseguro que da placer concoer algunos detalles "de época" de por ahí.

4.12.05

Triste, y melanco. Se fue Narciso.

Les voy a contar una historia real… . Cuando proseguí mi infancia en la lejana Comodoro Rivadavia si bien era una ciudad en ciernes, pululaban varios personajes extraños en el centro. Los llamados "locos" de cuelquier lugar.
Yo vivia en un barrio, llamémosle, “residencial”, a unos 4 kilómetros del centro. Pero mi abuela materna, vivía en la calle Sarmiento al 800, la paralela a la San Martín, la calle más top de las top. (ja….)

Indudable es que, entonces, mis visitas semanales a la vieja para los ñoquis de los jueves, o las milanesas, me hacían patear la San Martín desde el 800 hasta la orilla del mar, haciendo la digestión, con algunos amiguitos de mi misma edad, del edificio de mi abuela, o con Sebastián, mi primo por afecto, que vivía a la vuelta de lo de mi abuela. Era lindo tirarle piedras al agua, a los lobos marinos, mirar como "rascaban" los mayores, espantar pinguinos.

Decía antes que pululaban personajes extraños…de todos, yo guardo un gran aprecio por dos: “Echale sal”, una vieja loca, rubia, de edad mas que indefinida, vendedora de lotería, ella. Le decían así por que la leyenda urbana indicaba que cuando era joven había sido copera, la más bella de la zona, y unos petroleros borrachos la habían violado alguna vez y le habían puesto sal en la vagina. Nunca lo sabré, pero sí que tuve anecdotas con “echale sal”. Y el otro….Narciso. Un viejo lustrabotas que caminaba solo por el centro, muy desaliñado y sucio. Y cada tanto, se paraba en seco, se tapabala oreja izquierda (recuerdo muy bien ese detalle) y gritaba de manera desgarradora e inintelegible. Luego, como si nada, seguía caminando.

Recuerdo que, a mis 10, 11 y 12 años, los veía e intentaba esquivarlos, me daban pánico.

Y yo crecía, y ya andaba por los 16. Y era rugbier. Y era travieso. Y guapo, y fanfarrón, y violento.

Y pocas cosas me causaban más placer en esa época conflictiva y visceral, que pasar cerca de Narciso o “echale sal” y tocarle el culo a Narciso, que se agarraba la oreja y blasfemaba vaya uno a saber en que idioma de locuras oceánicas, o gritar “echale sal!!” en la oreja a la vendedora de lotería, que , al hacerlo, me enseñaba de su boca el rosario de puteadas más pintorescas que recuerde.

Hoy, Domingo 4 de Diciembre de 2006, con 35 años y muchas cosas vividas fuera de ese pueblo grande, formado ya, y padre de dos hijos, más aplacado y maduro, decido poner orden a mi estudio, a mi cubil. Aquí es donde gesto estoveo y el resto de los blogs, donde pierdo y gano mis dividendos, donde se me ocurren locuras, donde a veces me emborracho y donde adoro tener sexo. Y necesitaba un orden.

Mi madre, residiendo de nuevo allí luego de años de pulular por doquier, me sigue enviando, cada tanto, los periódicos o recortes importantes de ellos. Y yo , seré sincero, leo la mitad, y la otra mitad, pasan a un revistero gigante. O a la mesa. O debajo de la mesa de las PC. O arriba de la tele.O al baño. Pero no las tiro, claro. Son cosas que me regala mi vieja. A propósito..mi papá nunca me manda una mierda. Acabo de notarlo. (Y anotarlo).

Entre las cosas que iba desechando para el incinerador, encuentro una hoja bastante arrugada del diario “El Patagónico”, fechada el 22 de agosto de 2006. El dorso, nada importante….lo de siempre: “Varios accidentes por la lluvia y la imprudencia” y fotos… al reverso… grandes y muy pero muy negras letras, me anotician: “Murió Narciso, el incansable y silencioso lustrador de sueños” y, justo, debajo, la foto de el… muerto, en un colchón inmundo, blanco….muerto….tranquilo, y muerto.

Y como un flash de cosas, me acordé de mis anécdotas con Narciso, y me puse melanco. Y por eso, hoy les quiero contar lo que sé de Narciso. Que se tome como un pequeño homenaje.

Su historia es particular. De apellido esponda, nació en una estancia cercana al barrio Diadema ( al noroeste de la ciudad) y su infancia, me obliga a remontarme a los viejos sastres de la ciudad por que su padre de crianza, Belarmino Velásquez, tenía un importante comercio del rubro muy céntrico, pero vivía con “Lito”, como lo llamaba él, en una casa del viejo barrio “La Paloma” (que es la parte alta de la ciudad, Comodoro esta afincada entre el mar y los cerros, por eso tiene muchas subidas, bajadas, y manzanas de forma loca). Y fue ala misma escuela donde, años más tarde, mi hermana sería primero escolta, luego abanderada e hija dilecta vitalicia, la escuela 83 (ex 24) que tambien quedaba en el centro. Y también, a la vuelta de lo de mi abuela, en San Martín al 700.

Nunca supe bien por qué, pero con el paso delos años, Narciso perdió la memoria, buscó refugio en él mismo y de a poco el viento patagónico puedo apoderarse de el, y lanzarlo a las calles. Vivía con dos perros de los que ni siquiera era el dueño, en una caseta improvisada con chapas en la ladera del cerro Chenque, en Sarmiento al 400.

Los que lo tenían bien visto eran los policias que patrullaban el centro. Y era justo derecho que ellos lo encontraran el 21 de agosto cerca del mediodía, con la cabeza destrozada por una chapa que se incrustó cayendo desde el techo, por culpa de ese viento inclaudicable.

En su cuerpo e 61 años no había signos evidentes de violencia..asi que parece que sí, que fue una chapa de mala muerte la que lo hizo despedirse del mundo en silencio, fiel a su estilo. El golpe, el frío y la lluvia, supongo, derivaron en esa muerte silenciosa.

El cuerpo sigue en la morgue hoy, y aún la policía no pudo encontrar a ningún familiar. Una llamada realizada hace algunos minutos antes de escribir esto a mi madre, que supo manejar toda la justicia de la localidad, me pasa la data que entristece más aún mis recuerdos de adolescente sureño y feliz.

Que se yó..me hubiera gustado abrazarlo, alguna vez, al viejo.

Cuando junte fuerzas, les voy a contarla historia de “echale sal”, que es bastante más feliz. Por ahora, lo único que puedo hacer es contárselos a modo de desahogo, y anotar en mi agenda… “ver a la vieja. - ir a la tumba de Narciso y dejarle un tinto - ir a la tumba de los abuelos.”

Y para vos, loco de mierda.... esto:

Adios Narciso

Se apagó la vida
del último lustrabotas,
del último amigo de la noche
de Comodoro

Yo lo ví muchas veces
en las veredas de la ciudad

Personaje, quijote patagónico
de sueños propios,
de silencios largos,
casi sin palabras
pero lleno de muchos pensamientos
que se volaban con alas de mariposas,
libres...

¿Y ahora qué?
¡El vacío y la ausencia!

La callle San Martín no será
la misma,
perdió parte de su historia
y en la vereda, justo en la esquina,
el viento hamaca la pena,
que dejó su vuelo limpio
el último suspiro del lustrabotas
que huyó para hacerse estrella.

Se fue Narciso señores...
El no necesitó de grandes obras
para perpetuar su presencia.

Fue en la tierra un ángel sin alas
que le guiñaba cada día,
un ojo a la vida...
la hacía su cómplice
y jugaba con ella...

Ahora simplemente
se volvió a su lugar...

Y allí como el descuido
va lustrando a las estrellas,
cerquita de la luna
su única y fiel compañera...