6.12.05

Una que me contó mi papá. "Miguelito"

La Ruta
El sol del mediodía pegaba fuerte sobre la reseca meseta patagónica. El paisano había aflojado la cincha del recado para que el caballo tuviese un respiro, y con el cabestro lo tenía sujeto al molle.
El espinoso arbusto le brindaba una mínima sombra y algo de reparo para evitar las molestias del incansable viento patagónico. Por el sol, calculó que debía faltar poco.

Miró a la distancia, buscando la típica nube de tierra que le anunciara la proximidad de un vehículo. Hasta donde alcanzaban sus ojos acostumbrados a ver distancia, no vio nada. Por costumbre y otro poco para acortar la espera, sacó su tabaquera y armó un cigarro, que fumó lentamente, sentado en cuclillas al costado de la ruta, esa incómoda posición que el hombre de campo utiliza sin mostrar ningún esfuerzo.

Cuando comenzaba a sentir el calor de la brasa cerca de sus labios, divisó la nube de tierra que levantaba el vehículo que se acercaba por el camino en dirección a Esquel.

El viento, que soplaba del Oeste, mantenía en suspensión sobre la ruta una nube de polvo de varios centenares de metros, mientras el sol hacía brillar la carrocería del vehículo.

El hombre se paró y haciendo sombra sobre sus ojos con las manos , intentó identificarlo.
Finalmente tuvo la certeza deque su espera terminaba. El colectivo bicolor -amarillo en su parte inferior y verde en la superior, con un caballo alado sobre cada lateral- comenzó a reducir la velocidad, hasta detenerse cerca del hombre que esperaba. El conductor, un hombre rubio, de piel blanca, ojos claros y sonrisa fácil, descendió con un pequeño paquete y fue al encuentro del paisano.

Después del apretón de manos, hablaron al costado de la ruta, mientras algunos pasajeros curiosos asomaban la cabeza por la ventanilla "Tome, acá están los remedios que me pidió ¿cómo sigue su mujer?" "Sigue jodida nomás, le duele mucho la panza y se la pasa vomitando, vamo a ver si con los remedios mejora" "Si ve que no mejora, el miércoles paso para Trelew, tráigala hasta la ruta y yo la llevo para que la vea un médico".

"Bueno, gracias, quedamo así entonces" Volvieron a darse la mano.El paisano guardó los remedios en un bolsillo de su bombacha y se dirigió hasta donde estaba su caballo.-Miguel Pacholczyszyn-Miguelito para todos-- volvió a ocupar su asiento frente al volante, colocó el cambio y el colectivo bicolor con los caballos alados en sus laterales, reinició la marcha.
El paisano terminó de ajustar la cincha del recado, y levantó su brazo derecho contestando el saludo de los pasajeros Después montó y comenzó a desandar las tres leguas que había hasta el rancho.El viaje de regreso fue distinto.-Se sintió menos sólo, y más esperanzado.
Unos kilómetros antes de llegar a Cabeza de Buey, Miguelito volvió a detener su colectivo, junto a un guardaganado.
Cerca de uno de los postes del alambrado, al borde de la ruta, había un cajón con dos piedras encima, para que el viento no lo volase.Los pasajeros que viajaban por primera vez se preguntaron el motivo de la parada; los que conocían lo que era viajar con Miguelito, ya lo sabían.

Llegó hasta el cajón, y sacó las piedras que estaban en su parte superior.
Después lo levantó: en su interior encontró un papel y unos pesos. En el papel estaba el pedido, escrito por alguien cuyo fuerte no era precisamente la gramática De todos modos se entendía que a "vuelta de colectivo" esperaban la llegada de unas latas de leche condensada, en ese mismo sitio.-Y así, a lo largo de los mas de seiscientos kilómetros de la ruta Esquel-Trelew, a las paradas regulares que eran muchas Arroyo Pescado, Languiñeo, Pampa de Agnia, Cajón de Ginebra, El Pajarito, Paso de Indios (La Herrería) Cabeza de Buey, Bajo y Alto Las Plumas, Las Chapas, Dolavon(Hotel Bonavía), Gaiman, para mencionar algunas,se sumaban muchas otras.
Todas ellas surgidas de la necesidad de los sufridos pobladores, que veían en Miguelito al hombre generoso, siempre dispuesto a dar una mano, a hacer la "gauchada" que le solicitaban; llevar cartas, pedidos de compra, dinero, repuestos para el molino, remedios, un cordero o un chivito para la familia que estaba en el pueblo.... Para todo y para todos había lugar en el colectivo, nadie se quedó esperando en vano, nunca dejó una mano extendida sin atender.Primero estaba la gente, después el horario. Así era Miguelito.

De Polonia a la Patagonia

Había nacido en el año l.909 en Polonia, en Strzcliska Stare, provincia de Joevuske Luriske., con el nombre de Michal Pacholezyszyn.La crisis de pos guerra que soportaba Europa movió a muchos jóvenes y no tan jóvenes, a buscar mejores posibilidades en América.
Michal Pacholczyszyn decidió probar suerte; ya un primo hermano suyo, Gregorio Tellezewbi, estaba radicado en Argentina, en la zona de Tecka, Provincia del Chubut. A los dieciocho años se embarca para Argentina, primero a Buenos Aires y luego en otro barco, a Puerto Madryn.Al momento de su llegada, no hablaba una sola palabra en español.
Como inmigrante, previamente debió hacerse de varios certificados que se exigían por aquellos años-1.927 - para poder ingresar al país, expedidos por las autoridades polacas, y controlados por el Consulado General Argentino en Varsovia.En el Certificado de aptitud industrial., figura que es agricultor.

En el correspondiente a antecedentes procesales, que "no ha sufrido proceso ninguno durante los cinco últimos años por delitos contra el orden social o que hayan dado lugar a penas infamantes".-En un tercer certificado, que "no ha padecido nunca de enajenación mental ni hecho ejercicio de la mendicidad".
Por último, en el Certificado de Sanidad figura que "no presenta síntomas de tuberculosis, lepra, tracoma, ni de ninguna otra enfermedad infecciosa, ni contagiosa, ni de enajenación mental, ni parálisis, ni otro vicio orgánico que lo haga inútil para el trabajo.Que reúne por lo tanto todas las condiciones físicas exigidas para poder desembarcar en la República Argentina".

De Puerto Madryn viajó en tren a Trelew, y luego por tierra a Esquel, donde se encontró con su primo. Allí cerca tuvo su primer trabajo en la estancia Pampa Chica, propiedad de capitales ingleses, donde se quedó algo más de un año., En un viaje que hizo a Esquel, acompañando al mayordomo de la estancia, decidió probar suerte, y la tuvo; consiguió ingresar en la firma Lahusen como repartidor de la empresa.

Ganaba ciento sesenta pesos mensuales, y pagaba cuarenta de hospedaje.-Comenzó a ahorrar dinero y lo volcó en su pasión: los automóviles: se compró un Ford A, con el que prestaba algunos servicios, como trasladar gente a fiestas y reuniones.
Después fueron viajes cortos, y comenzó a sentir el gusto por andar los duros y difíciles caminos patagónicos.

Ya no era Michal, sino Miguel; iniciaba su romance con las rutas patagónicas, que duraría más de cuarenta años.

Su espíritu emprendedor y el deseo de ser su propio patrón, lo llevaron pocos años después -en 1.932-, a formar su empresa de transporte de pasajeros entre Esquel y Trelew, viaje que hacía en tres días utilizando dos coches Ford tipo sedan. La empresa se llamó "La Activa", un coche manejaba Miguelito y el otro el señor Carlos Tisot.Años después, Tisot pone su propia empresa de transporte, entre Esquel e Ingeniero Jacobacci.
En estas páginas podrá apreciar en detalle uno de esos coches, con Miguelito sentado al volante, que está situado sobre el lado derecho del vehículo. De paso, bueno es recordar que recién a mediados de la década del cuarenta, se efectuó el cambio de mano, y se comenzó a circular por la derecha.

La Segunda Etapa: El Colectivo
Ya en la década del cuarenta, el inmigrante polaco decidió abandonar el servicio con los aut os , pues la demanda de pasajes aumentaba, y pensó que necesitaba un colectivo.
Siguió fiel a la marca, en la agencia Pedro Corradi compró un camión Ford que llevó a Bahía Blanca para carrozarlo como "pullman", con capacidad para diecisiete personas, con asientos enterizos, y portaequipajes en el techo.

En sus laterales, ya figuraban los caballos alados que eran su emblema , y se repetirían en los sucesivos colectivos que cambiaba con el paso del tiempo, para brindar un mejor servicio a sus fieles pasajeros.-De aquellos comienzos de Miguelito en los primeros años de la década del treinta, la señora Herminia Pernau Vda. De Vence, conserva nítidos recuerdos.

Balsera en Las Plumas
"Desde el año 1.927junto con mis padres, atendíamos el servicio de balsa que había para cruzar el río Chubut en el Bajo de Las Plumas , no había puente, éste se construye en los años 1.937 a l 1.939 .-.La obra estuvo a cargo de la Dirección de Puentes y Caminos, y la dirigió un señor llamado Antonio Simonet.

La balsa era de madera, medía unos seis metros por algo más de cuatro, y flotaba sobre cuatro botes ; todo era obra de un señor llamado Atilio Lombardi, muy buen carpintero.
Mediante un sistema de roldanas y poleas, la balsa se deslizaba sujeta a un cable de acero que se extendía entre ambas márgenes del río.-El servicio debía prestarse de sol a sol, diría que prácticamente las veinticuatro horas, porque también funcionaba de noche.
Si bien había un balsero, éste se retiraba al caer el sol, y yo con la ayuda de una mujer del lugar, Petra Miyalipi, atendíamos los reclamos de los automovilistas que llegaban de noche, y nos avisaban de su presencia haciendo cambios de luces, o lo más común, efectuando disparos al aire.
No solamente cruzábamos coches y camiones, también cruzábamos tropas de carros que transportaban lana de la cordillera hacia Trelew: primero cruzábamos las mulas, y después los carros. Además del servicio de balsa, teníamos un hotel y restaurante, y la venta de nafta y aceite.

Un día vemos llegar un camioncito procedente de Esquel; venía cargado con muebles y ropa, evidenciaba una mudanza. Descargaron en una de las pocas viviendas que había en Las Plumas.En seguida se supo que había llegado un nuevo policía al pueblo.Después el conductor, un hombre joven, rubio y con serias dificultades para darse a entender, me solicitó café con leche y pan.

Así conocí a Miguelito
Comenzó a viajar de Trelew a Esquel, al comienzo en dos coches Ford, , uno de los cuales manejaba un señor de apellido Tisot.-.-Me llamó la atención que durante los primeros viajes, Miguelito siempre me pedía café con leche y pan, con el tiempo me confesó que era lo único que sabía pedir en castellano; después, en la medida que ampliaba su vocabulario, fue ampliando su menú.
Al poco tiempo, como el número de pasajeros aumentaba, vendió los dos coches y compró un colectivo, también marca Ford, con la figura de un caballo con alas pintada a cada lado; era como el emblema de su empresa.
Trabajó siempre solo, no tuvo oficina ni empleados; en Trelew salía del Hotel Elicegui, que estaba en la esquina de 25 de Mayo y Belgrano, y en Esquel lo hacía del hotel de la familia Cánovas: esos lugares eran el punto de reunión de los pasajeros, familiares, amigos que iban a despedirlos o a recibirlos.
En ambos hoteles , él tenía su habitación fija; vivía mitad del tiempo en Trelew y la otra mitad en Esquel. Miguelito fue siempre un caballero, muy correcto, generoso, nunca dejó a nadie sin viajar, si no tenía plata, lo llevaba igual. Además aceptaba todos los pedidos que le hacían,, realizaba gestiones tanto en Trelew como en Esquel; compraba remedios, repuestos, depositaba dinero que le daba algún poblador que había vendido la lana, era un hombre íntegro, desinteresado, no te aceptaba un peso por las gestiones que hacía.
Yo personalmente, por el año 1,962,quería vender una propiedad que tenía en Esquel, y no podía dejar mi trabajo en Las Plumas, así que le hice un poder a Miguelito, y él me la vendió y cobró el dinero, que después me trajo en uno de sus viajes.

En la época que ya tenía el colectivo, el viaje lo hacía en dos días; salía de Esquel a las seis de la mañana y a la noche paraba en La Herrería, , de Román y Blas López, allí los pasajeros cenaban y dormían. Al otro día, salían temprano y llegaban a almorzar a Las Plumas; a las cinco de la tarde estaban en Gaiman, y a las seis estaban llegando a Trelew.En el viaje de regreso, era al revés , los pasajeros cenaban y dormían en Las Plumas, y al otro día almorzaban en La Herrería, llegando por la tarde a Esquel.

No te olvides que los caminos eran de ripio, a veces estropeados por lluvias y tormentas, y lo fundamental, que Miguelito paraba en todas partes, y si alguien lo requería en el medio de la ruta, también paraba, nunca dejó a nadie con la mano extendida y pasó de largo. Por eso fue siempre tan querido: si le pasaba algo en el camino, se encajaba el colectivo o tenía algún percance, los pobladores apenas se enteraban salían a auxiliarlo: lo mismo si se atrasaba mucho, salían a la ruta a buscarlo, a ver si le pasaba algo.

Era un buen jugador de ajedrez, y más de una vez se demoraba la salida del colectivo mientras Miguelito finalizaba una partida muy peleada.; desde Esquel, mantuvo partidas con ajedrecistas de Bariloche; las movidas se transmitían por telégrafo, pues aún no existía Radio Nacional Esquel. También era un habitual jugador de lotería, todas las semanas compraba billetes , y tenía bastante suerte, varias veces ganó premios, algunos de ellos muy importantes, como la grande de año nuevo de la lotería provincial, y también ganó un auto que sorteo el Gaiman Fútbol Club.

Un sueño que tenía y nunca realizó, fue aprender a tocar el violín; me contó que en el ropero, tenía guardado un violín, y que un día iba a estudiar música, pobre, no pudo hacerlo....
Nunca se casó, me confesó que tenía una novia, también polaca, que vivía en Buenos Aires, pero la chica se debe haber cansado de esperarlo, y se casó con otro: y en Trelew, había una chica que le gustaba mucho,, pero quedó ahí, nunca formalizó una relación estable, vivía para su trabajo, y se lo veía feliz, siempre de buen carácter, amable.
Realmente Miguelito fue un hombre excepcional, fuera de serie; todos los que lo conocimos, lo quisimos mucho".

Noche en Paso de Indios -La Herrería-
"La llegada de Miguelito a La Herrería donde los pasajeros cenaban y dormían , era motivo de reunión , rompía la rutina de quienes vivíamos en el pueblo", recuerda hoy Sabino Rodolfo Suárez, quien por aquellos años fue el primer Director de la Escuela con Internado de Paso de Indios.
"Después de cenar, se armaba el partido de truco, en el que participaban normalmente los dueños, Blas y Román López, el comisario Cuenca, Carela que era el Juez de Paz, y Miguelito, y por supuesto, las respectivas hinchadas".
"La pareja perdedora pedía revancha y ésta quedaba pactada para el próximo paso de Miguelito por el lugar. A quienes estábamos en la Escuela, nos pagaban nuestros sueldos -con cheques, pero como no había Banco, los maestros recurríamos a Miguelito; le entregábamos los cheques y el los hacía efectivos en Trelew o Esquel, y a vuelta de colectivo nos pagaba. Esto es sólo un ejemplo de los muchos servicios que prestaba Miguelito que era un hombre íntegro, de gran calidad y calidez humana.

Un ejemplo de esto último, es que cuando debíamos derivar por enfermedad a algún chico del internado a Trelew, él iba a visitarlo , a ver cómo estaba, si necesitaba algo, y después cuando pasaba por la escuela, nos contaba cómo evolucionaba.
Viajé varias veces con él; era bastante elástico en lo que hace a los horarios ; si a la hora de salida le faltaba un pasajero, esperaba que llegara. Quienes habitualmente éramos sus pasajeros, estábamos acostumbrados a estas demoras, y ninguno protestaba.

Como contrapartida, era muy responsable de la seguridad, siempre llegaba, pese al estado de los caminos, a la nieve o al barro, al viento patagónico que en ocasiones levantaba tanta tierra y polvo que impedía ver la ruta, Miguelito llegaba".


¿Quién no viajó con Miguelito?
Miguelito fue un verdadero personaje , tan es así que una semblanza suya fue publicada en uno de los diarios más importantes del país, "La Nación", del día 12 de enero de 1.985, bajo el título de: "Miguelito, una historia que se escribe a bordo de un colectivo".
El artículo, que lleva la firma de Alberto Astutti, expresa entre otros conceptos: "...Miguelito y su colectivo seguirán siendo parte de la historia del Chubut, una historia que se escribió con el fervor de los valientes y la fe de los que creyeron en el futuro de estas tierras. También se pregunta: " ¿Qué habitante del Chubut de esos años, no viajó alguna vez con Miguelito?.

El propio Miguel responde: "Empleados, funcionarios, médicos, maestros, enfermos, presos y policías, viajantes de comercio, inmigrantes, aborígenes, niños, ancianos...De todos fui amigo, de todos. Y de muchos aún conservo su amistad". Entre los amigos de Miguelito, estaban algunos compatriotas. De ellos, la memoria de Carlos Garzonio rescata los nombres de Maczenziu (zapatero) Horín y Horizny en Esquel; y a la familia Maruschak en Trelew.

Los últimos años
El cansancio de tantos años uniendo Esquel con Trelew comenzó a hacerse notar, y al finalizar la década del sesenta, deja de viajar entre costa y cordillera, radicándose en Trelew, pero sigue transportando gente, ahora en una distancia mucho más corta: Trelew a Rawson y regreso, con dos colectivos.

En un comienzo fueron dos Ford Thames, que retiró personalmente en Buenos Aires, en Ford Armando; su amigo Javier Vence y su hija Raquel lo acompañaron y manejaron uno de los colectivos. Como no tiene casa propia, se instala en el año 1.977, en el Hotel Touring Club, que será un poco el hogar que nunca tuvo en Argentina, allí es donde pasa sus últimos años .
Sigue prestando el servicio Trelew-Rawson hasta el año 1.978 , en que ya cansado y con la salud algo quebrantada, decide retirase de la actividad. Vende sus colectivos -en ese momento dos Mercedes Benz-a la empresa de transportes Rawson, y deposita este dinero , junto a los ahorros de toda su vida, que fue muy austera por cierto., en la Banco de la Nación Argentina, en una caja de ahorro.

Doña Manuela Josefa Fernández(doña Pepa),quien junto a sus hijos Rafael y Luis fueron las personas que generosamente cuidaron de Miguelito en la última etapa de su vida, así recuerda el ocaso de aquel ser humano excepcional. "Era un hombre correcto, respetuoso. En las tardes, sabía juntarse con algún amigo a jugar ajedrez. - Durante cierto tiempo vivió de sus ahorros, pero al igual que le pasó a mucha gente, la inflación hizo que se quedara sin nada.: en el año 1.989 ya no tenía un peso en la caja de ahorro.

Cuando nos contó lo que le pasaba, con mis hijos le dijimos que se quedara; lo apreciábamos mucho, y nos parecía injusto que un hombre que había trabajado toda su vida, siempre tan correcto, se quedara en la calle. Así que siguió viviendo en el hotel hasta que su salud empeoró; tuvimos que internarlo en la clínica Modelo.

Todos sabían que Miguelito estaba muy mal salud; muchas personas preguntaban por él, algunos fueron a visitarlo. Mi hijo Rafael lo visitaba seguido, él era quien lo afeitaba, y se encargaba de cobrarle una mínima jubilación que tenía Miguelito como autónomo, con la que pagaba parte de su internación: el grueso de los gastos los cubrió la obra social del PAMI.
Hubo gente que pensaba que Miguelito tenía dinero,1 pobre1!su único ingreso era la jubilación. Su salud siguió deteriorándose, en los últimos meses ya no conocía a nadie. Murió al poco tiempo, exactamente el 28 de octubre de 1.991.

En el nicho donde están sus restos, hicimos colocar una lápida con su foto y una inscripción que recuerda lo generoso y bueno que fue".

Epílogo
Cincuenta años después, el paisaje es el mismo, y el viento sigue incansable, soplando por la reseca meseta patagónica. La vieja ruta de ripio ha sido reemplazada por una de asfalto, que permite llegar de Esquel a Trelew en pocas horas.
Los medios de transporte son confortables y veloces. Aquel viejo colectivo color verde y crema, con los caballos alados pintados en sus laterales, y su conductor, Miguelito , ya son historia. Pero son muchos los que piensan que si hoy Miguelito volviese a estacionarlo en la esquina donde ya no está el Hotel Elicegui , no iban a alcanzar los asientos.
Todos iban a querer viajar con el. Aunque siguiera haciendo el viaje en dos días, deteniéndose en tantas paradas como brazos extendidos encontrara en la ruta, demorando la salida por ese pasajero que no podía llegar a horario.

Porque viajar con Miguelito era distinto.
Brindaba esa grata sensación de seguridad, de calidad ... y calidez humana.
Esas cosas que muchos buscan, y unos pocos suelen tener.Miguelito fue uno de ellos.

FIN

"Echale sal"

Ah, si, que vieja linda. Sucia, pero linda.

Cuentan que hace muchos años, Comodoro Rivadavia era solo un gran pueblo de petroleros, infestado de cabarets.

De todas las coperas, “echale sal” era, de lejos, la más linda.
Desgracais varias, la llevaron a terminar como una vieja pordiosera, sucia y desaliñada, a vender billetes de lotería sobre la calle San Martín, época en que yo la conocí.

Como conté antes, a los 10, 11 años, me cruzaba de vereda al verla, le tenía miedo.
Pero a los 15, 16, yo era bastante guarro ya. Ya había debutado… (algún día les voy a contar mi debut).

Y la joda, por aquellos días, era aparecerle por detrás a la vieja, y gritarle “echale sal!” muy cerca de la oreja. El rosario de puteadas era inimaginable, divertidísimo.

La leyenda urbana aseveraba: entrando ya Elba (su verdadero nombre) en la “recta final” de su reinado copero, llego al puerto de Comodoro un navío de Korea con tripulación rusa a cargar “fuel oil” (precursor de la nafta).

Día de carga en puertos lejanos, es lo mismo que decir “día de paga” para la tripulación, que es exactamente lo mismo que decir “ vamos a coger a los cabarets locales”.

Y así fue. Pero parece que un par largo (la leyenda reza 5) de esos marineros se pasó de copas y, tras haberle ofrecido mucho dinero para un “pase”, a lo cual ella accedió, sela llevaron para un lugar incierto.

Lo único cierto fue que no le pagaron un corno, y la violaron reiteradas veces, y antes de dejarla maltrecha y abandonada, le tiraron sal en la vulva inflamada de tantas embestidas.

A partir de allí, se la conoció como “echale sal”, por el fenómeno que producía en ella esa palabra, quizás, remembranzas de una noche terriblemente traumática. El fenómeno eran golpes, carterazos al más cercano, e insultos realmente pintorescos.

Algunos años después emigré por primera vez a la ciudad de La Plata para proseguir mis estudios universitarios. Como todo estudiante con familia en el interior, volvía para las fiestas, y al salir con viejos amigos de bares, o luego de visitar a mi cada vez más decrépita abuela, la volvía a ver, siempre igual, pero más vieja, y con los billetes de lotería en la mano. Obviamente yo estaba un poco más grande, y ya no le gritaba “echale sal!!” cada vez que me la cruzaba, ni siquiera desde el auto. Pero observaba a los más jóvenes hacerlo, era una tradición que no se había perdido. Ya dejaba sentir dentro mío un poco de piedad, verla putear a diestra y siniestra, y sonreía cuando un carterazo acertaba en la espalda o cabeza de algún púber. A mí me pegó dos veces, las recuerdo bien.

Pasaron los años, tuve hijos… las cosas cambiaron mucho. Ya no iba a Comodoro en los veranos, mi norte estaba , justamente, al norte. Veraneaba en otros lugares, el life style había cambiado.

En el verano de 2003, comienzos del 2004, voy con mi hijo mayor a visitar a mi padre que vive en la cordillera. Y de paso, a mi madre, de paso por Comodoro, ya que estaba residiendo lejos de allí, pero coincidíamos y era una buena ocasión para visitar la tumba de mi abuela, ya fallecida, y de ver como estaban nuestras propiedades allí.

La primera noche, luego que mi hijo se durmió, tuve la mejor charla que tuve jamás con mi madre…. Claro, los milagros que obran varias botellas de champagne en el espíritu… es que mi madre es adicta a esa bebida.

La cuestión es que por arte de magia, transitamos miles de temas, hasta el amanecer.
En un momento de descorche de una nueva botella, lo recuerdo bien, me vino a la cabeza la imagen de la loca, a la que no había visto desde mi arribo a la ciudad.

Mi madre, omití decirlo, fue durante un tiempo jueza y luego presidenta del superior tribunal de Justicia de la zona. Cuando ella estaba a cargo del Juzgado en lo penal y Correccional número 2, a menudo se le aparecía la loca a denunciar que la habían violado.
Cosa falsa, por supuesto, los peritos de turno afirmaban que por poco allí no encontraban telarañas.

Como estas situaciones, me contó muchas de esa mujer.
Por ejemplo: que cuando la interrogaban luego de su denuncia por presunta violación…le preguntaban “Y hace cuanto de esto?”
Y ella decía..”y, como 3 meses, más o menos…..”
-Pero por que no vino antes, Elba?
- Es que no me acordaba..

Y cosas así.

Lo más cómico, salido de boca de mi madre, fue la siguiente situación: Estando ella de turno en el Juzgado, y si la memoria no me falla, en el año 1988. Mi anteúltimo año de secundaria.

Llega una denunca de esta buena mujer diciendo que la habían robado, que habían desvalijado su casa, y que quería que la policía fuera a investigar.
Mi madre, que era comprensiva (aún lo es) levanta el teléfono, habla con el comisario de la comisaría novens (Guemes esq. Rivadavia) y le pide que mande una patrulla a ver que pasaba por ahí.

Al rato suena el teléfono del despacho, y un policía que decía: “Doctora, llegamos y la casa no tiene puerta, había muchísima mugre y en la heladera, un pollo en estado de avanzada descomposición. Solicito procedimiento”
Mi vieja, cagándose de risa, le dice que tire el pollo a la mismísima mierda y vuelva a la seccional.
Y ahí quedó todo, la convencieron a la loca que no le faltaba nada, que estaba todo bien, y tal.
Como a los 6 meses…. Sí! Seis meses!! Vuelve Elba a pedir una audiencia con mi mama.
Como ya conté, era muy conocida, y querida en la ciudad. Mi madre la hace pasar a su despacho, y le pregunta: “Bueno, Elsa, contame que pasa ahora”

La loca sólo dijo: “Se acuerda que usted me había dicho que no me faltaba nada?? Los ladrones se llevaron un pollo que yo tenía guardado para la cena!”

-Pero…Elsa… de esto hace casi medio año!!
-Si, pero yo quiero mi pollo, por que me robaron el pollo??
Y así siguió la discusa un largo rato, y no había manera de hacerle entender que un pollo, aunque se lo hubieran dejado, en 6 meses estaría más podrido de lo que realmente estaba cuando el cana lo revoleó vaya a saber cerca de qué perro.

Llegado un punto de no retorno, y viendo que Elba estaba visiblemente nerviosa, mi vieja abre la cartera, y, acá voy a poner la cifra al voleo, por que no la recuerdo, le dice… cuanto sale un pollo nuevo, Elba? 10 pesos? Le doy 10 pesos y vaya a comprarse un pollo!!!

Y Elba, en una actuación a lo Greta garbo, la mira y le dice… “Sí, doctora, pero este pollo era al spiedo, y aparte, yo le había tomado cariño. Creo que con 30 pesos lo podría reponer”

Según mi madre, la enterneció tanto esa pequeña mentira que le dio los 30 pesos con tal que se fuera de allí.

Pobre mi vieja: cuando terminó de contarme esto, siguió explicándome como, a partir de ese momento, siempre le robaban a Elba cosas de gran valor afectivo y recurría a ella a ver si podía “ayudarla” a reponerlo. Me relato el caso de una plancha la que se le había quemado el cable… lo curioso era que el cable lo habia puesto su abuelo al que ella extrañaba muchisimo. Lo real era que, según mi vieja, el abuelo de Elba probablemente era polaco y no tenía electricidad cuando llegó a la Patagonia….

Así y todo, la seguía ayudando.
Hasta que un día, Elsa no vendió más lotería, no insultó más a los jóvenes que le tocaban el culo, o le gritaban “echale sal”.

“Echale sal” simplemente desapareció. Y nadie supo como, ni donde, ni cuando, ni por qué.

Ojalá esté bien, esa loca linda.

Y ojalá que les haya gustado. Disculpen si es medio confuso el relato. Lo escribí de un tirón, al estilo Tito Bustamante.

Besos.

PD: Prometo indagar más con mi madre y sus contemporáneos más historias verídicas y “sabrosas” de esa gente que, como ellos, se pelaron el culo en la inhóspita Patagonia, y hoy, pueden contarlo. Les aseguro que da placer concoer algunos detalles "de época" de por ahí.

4.12.05

Triste, y melanco. Se fue Narciso.

Les voy a contar una historia real… . Cuando proseguí mi infancia en la lejana Comodoro Rivadavia si bien era una ciudad en ciernes, pululaban varios personajes extraños en el centro. Los llamados "locos" de cuelquier lugar.
Yo vivia en un barrio, llamémosle, “residencial”, a unos 4 kilómetros del centro. Pero mi abuela materna, vivía en la calle Sarmiento al 800, la paralela a la San Martín, la calle más top de las top. (ja….)

Indudable es que, entonces, mis visitas semanales a la vieja para los ñoquis de los jueves, o las milanesas, me hacían patear la San Martín desde el 800 hasta la orilla del mar, haciendo la digestión, con algunos amiguitos de mi misma edad, del edificio de mi abuela, o con Sebastián, mi primo por afecto, que vivía a la vuelta de lo de mi abuela. Era lindo tirarle piedras al agua, a los lobos marinos, mirar como "rascaban" los mayores, espantar pinguinos.

Decía antes que pululaban personajes extraños…de todos, yo guardo un gran aprecio por dos: “Echale sal”, una vieja loca, rubia, de edad mas que indefinida, vendedora de lotería, ella. Le decían así por que la leyenda urbana indicaba que cuando era joven había sido copera, la más bella de la zona, y unos petroleros borrachos la habían violado alguna vez y le habían puesto sal en la vagina. Nunca lo sabré, pero sí que tuve anecdotas con “echale sal”. Y el otro….Narciso. Un viejo lustrabotas que caminaba solo por el centro, muy desaliñado y sucio. Y cada tanto, se paraba en seco, se tapabala oreja izquierda (recuerdo muy bien ese detalle) y gritaba de manera desgarradora e inintelegible. Luego, como si nada, seguía caminando.

Recuerdo que, a mis 10, 11 y 12 años, los veía e intentaba esquivarlos, me daban pánico.

Y yo crecía, y ya andaba por los 16. Y era rugbier. Y era travieso. Y guapo, y fanfarrón, y violento.

Y pocas cosas me causaban más placer en esa época conflictiva y visceral, que pasar cerca de Narciso o “echale sal” y tocarle el culo a Narciso, que se agarraba la oreja y blasfemaba vaya uno a saber en que idioma de locuras oceánicas, o gritar “echale sal!!” en la oreja a la vendedora de lotería, que , al hacerlo, me enseñaba de su boca el rosario de puteadas más pintorescas que recuerde.

Hoy, Domingo 4 de Diciembre de 2006, con 35 años y muchas cosas vividas fuera de ese pueblo grande, formado ya, y padre de dos hijos, más aplacado y maduro, decido poner orden a mi estudio, a mi cubil. Aquí es donde gesto estoveo y el resto de los blogs, donde pierdo y gano mis dividendos, donde se me ocurren locuras, donde a veces me emborracho y donde adoro tener sexo. Y necesitaba un orden.

Mi madre, residiendo de nuevo allí luego de años de pulular por doquier, me sigue enviando, cada tanto, los periódicos o recortes importantes de ellos. Y yo , seré sincero, leo la mitad, y la otra mitad, pasan a un revistero gigante. O a la mesa. O debajo de la mesa de las PC. O arriba de la tele.O al baño. Pero no las tiro, claro. Son cosas que me regala mi vieja. A propósito..mi papá nunca me manda una mierda. Acabo de notarlo. (Y anotarlo).

Entre las cosas que iba desechando para el incinerador, encuentro una hoja bastante arrugada del diario “El Patagónico”, fechada el 22 de agosto de 2006. El dorso, nada importante….lo de siempre: “Varios accidentes por la lluvia y la imprudencia” y fotos… al reverso… grandes y muy pero muy negras letras, me anotician: “Murió Narciso, el incansable y silencioso lustrador de sueños” y, justo, debajo, la foto de el… muerto, en un colchón inmundo, blanco….muerto….tranquilo, y muerto.

Y como un flash de cosas, me acordé de mis anécdotas con Narciso, y me puse melanco. Y por eso, hoy les quiero contar lo que sé de Narciso. Que se tome como un pequeño homenaje.

Su historia es particular. De apellido esponda, nació en una estancia cercana al barrio Diadema ( al noroeste de la ciudad) y su infancia, me obliga a remontarme a los viejos sastres de la ciudad por que su padre de crianza, Belarmino Velásquez, tenía un importante comercio del rubro muy céntrico, pero vivía con “Lito”, como lo llamaba él, en una casa del viejo barrio “La Paloma” (que es la parte alta de la ciudad, Comodoro esta afincada entre el mar y los cerros, por eso tiene muchas subidas, bajadas, y manzanas de forma loca). Y fue ala misma escuela donde, años más tarde, mi hermana sería primero escolta, luego abanderada e hija dilecta vitalicia, la escuela 83 (ex 24) que tambien quedaba en el centro. Y también, a la vuelta de lo de mi abuela, en San Martín al 700.

Nunca supe bien por qué, pero con el paso delos años, Narciso perdió la memoria, buscó refugio en él mismo y de a poco el viento patagónico puedo apoderarse de el, y lanzarlo a las calles. Vivía con dos perros de los que ni siquiera era el dueño, en una caseta improvisada con chapas en la ladera del cerro Chenque, en Sarmiento al 400.

Los que lo tenían bien visto eran los policias que patrullaban el centro. Y era justo derecho que ellos lo encontraran el 21 de agosto cerca del mediodía, con la cabeza destrozada por una chapa que se incrustó cayendo desde el techo, por culpa de ese viento inclaudicable.

En su cuerpo e 61 años no había signos evidentes de violencia..asi que parece que sí, que fue una chapa de mala muerte la que lo hizo despedirse del mundo en silencio, fiel a su estilo. El golpe, el frío y la lluvia, supongo, derivaron en esa muerte silenciosa.

El cuerpo sigue en la morgue hoy, y aún la policía no pudo encontrar a ningún familiar. Una llamada realizada hace algunos minutos antes de escribir esto a mi madre, que supo manejar toda la justicia de la localidad, me pasa la data que entristece más aún mis recuerdos de adolescente sureño y feliz.

Que se yó..me hubiera gustado abrazarlo, alguna vez, al viejo.

Cuando junte fuerzas, les voy a contarla historia de “echale sal”, que es bastante más feliz. Por ahora, lo único que puedo hacer es contárselos a modo de desahogo, y anotar en mi agenda… “ver a la vieja. - ir a la tumba de Narciso y dejarle un tinto - ir a la tumba de los abuelos.”

Y para vos, loco de mierda.... esto:

Adios Narciso

Se apagó la vida
del último lustrabotas,
del último amigo de la noche
de Comodoro

Yo lo ví muchas veces
en las veredas de la ciudad

Personaje, quijote patagónico
de sueños propios,
de silencios largos,
casi sin palabras
pero lleno de muchos pensamientos
que se volaban con alas de mariposas,
libres...

¿Y ahora qué?
¡El vacío y la ausencia!

La callle San Martín no será
la misma,
perdió parte de su historia
y en la vereda, justo en la esquina,
el viento hamaca la pena,
que dejó su vuelo limpio
el último suspiro del lustrabotas
que huyó para hacerse estrella.

Se fue Narciso señores...
El no necesitó de grandes obras
para perpetuar su presencia.

Fue en la tierra un ángel sin alas
que le guiñaba cada día,
un ojo a la vida...
la hacía su cómplice
y jugaba con ella...

Ahora simplemente
se volvió a su lugar...

Y allí como el descuido
va lustrando a las estrellas,
cerquita de la luna
su única y fiel compañera...


8.11.05

Carniquicchio

CARNIQUICHIO, ANCLA’O EN LA PARIS

Visitar la confitería “París” se había convertido en una rutina que requería ciertas costumbres y ritos que no cualquiera podía cumplir. Sus vidrieras transparentes exponían a la ciudad los vestidos brillosos y las alhajas usadas para la ocasión, zapatos lustrados a ultranza, los trajes que habían pasado por la tintorería o que bien tenían unos pocos días de uso, relojes con brillos importantes, peinados de peluquería, bastones hechos por un orfebre, sobretodos importados. El rito duraba unas horas y no era más que para tomar el té a la tarde, desayunar un capuchino o tomar un vermouth con amigos. El rito era cumplido por eternos jugadores del Hipódromo, doctores en medicina, abogados de profesión respetada por una o dos generaciones atrás, viejos conservadores que calumniaban ante cada manifestación universitaria, radicales que temblaban ante la posibilidad del regreso de Perón, ancianas que se juntaban a recordar amigas que ya no estaban y anécdotas de antaño, el abuelo y su nieto, viejos mateos devenidos en observadores pasivos de la ciudad.
Y afuera, como quien no quiere la cosa, los recibía Carniquichio, un personaje que en la década del ’60, a pesar de comprender y respetar el ritual, desentonaba con el lujo que brillaba en la esquina de 7 y 49. Era un perro grandote, que apareció quien sabe cuando y cómo y de donde, de mucho pelaje, pelo zaino de tono amarillo y con una docena de manchas negras dispersas en su cuerpo robusto. De un día para otro eligió esa esquina como lugar de residencia.

Carniquichio poco sabía de trajes de etiquetas marca ..., de zapatos comprados en las boticas y menos aún de los mejores habanos. Sin embargo, supo ser querido por los transeúntes y así pasó a ser personaje habitual de la esquina.
Se cuenta que apenas llegó a la esquina de 7 y 49, los mozos de La París intentaron echarlo reiteradas veces. A los gritos primero, a los palazos luego. A la intentona se sumó el kiosquero de ventas de diarios y revistas de la esquina. El perro aprendió a desobedecer.
La terquedad de Carniquichio finalmente tuvo su recompensa. No sólo fue aceptado sino que se le buscó un rincón en la esquina para su comodidad. Le ofrecieron unos cartones al pie de una puerta que estaba al lado de la París, por donde ingresaban los cocineros, los mozos y los lavacopas.
Y los mismos mozos que antes sacaban las escobas para espantarlo eran ahora los encargados de que a Carniquichio no le falte un plato de comida. Una vez que cerraba la confitería, le dejaban a un costado los restos del día. Carniquichio también supo perdonar.

El Bautismo

El perro ya había sido aceptado en la esquina cuando Juan Tobías Nápoli venía caminando por calle 49 y antes de cruzar avenida 7, descubrió al animal marrón despatarrado a un costado de la entrada a la confitería. Alguien se lo presentó o bien le explicó que hacía allí tamaño perro. El hombre escuchó y se metió a La París. A los pocos días, comprobando que el perro seguía allí, Juan Tobías Nápoli propuso que el perro se llamara Carniquichio, su caballo de carreras preferido. Era un caballo ganador.
Juan Tobías Nápoli tenía el único local que en La Plata vendía monturas y otros tipos de elementos para los caballos. El local quedaba en la esquina de 6 y 56. En su interior tenía fotos de sus caballos. Todos menos el Carniquichio canino.
Su bautismo pareció darle el título de protector de la esquina de La París. Y supo también tomar confianza. Durante el día, al perro se lo podía encontrar debajo de los autos que estacionaban a metros de la esquina, buscando el calor que despedían los motores. Supo memorizar el rostro del dueño de cada auto para huir antes de encender el motor. Sumamente cauto Carniquichio.
El noble guardián de 7 y 49 fue testigo, entre otros tantos sucesos, del día en que el canillita de la esquina se sacó la grande de Fin de Año, se contagió de la alegría reinante y movió la cola advirtiendo que llegaban tiempos mejores para el hombre que alguna vez quiso echarlo de la esquina. Carniquichio ladró hasta el cansancio en cada manifestación estudiantil que cortaba Avenida 7, aunque también ladraba el taladrar de los caballos de la policía cuando dispersaban las manifestaciones. Le molestaba, sin duda, cualquier alteración del lugar, algo que perturbara la rutina.
Tal vez por eso cuando veía a un linyera o una persona vestida en forma andrajosa, el perro le salía al cruce. Sus ladridos procuraban que el forastero- o forastero para su entender- variara su rumbo. Carniquichio ya reconocía el brillo de los zapatos y el olor a perfume importado.
Los años pasaron y el perro siguió en la esquina, con mas canas, menos vista. Lo que perduraba era su voz, gigante, dominante, también su capacidad por distinguir olores y gente de otros barrios. Su fama llegó a la periferia platense, tal vez por los mozos que vivían en esos barrios, tal vez por que Carniquichio venía de uno de esos barrios y nunca más había vuelto. La gente que se arrimaba al centro platense, de compras, o en un paseo de fin de semana, se hacía un tiempo para ver a Carniquichio, al menos, para observarlo desde la otra vereda, como para no molestarlo.
En los días de tormenta más de uno, vecino del lugar, se acercaban a la esquina de 7 y 49 para ver qué suerte corría el noble guardián. Y siempre, alguien había llegado antes para socorrerlo.

Mas de un frustrado escritor, sentado en una de las mesas de La París, añorando fama y entrevistas que nunca llegaron, pensando que poco valió su doble apellido y su título universitario para tocar la fama, observó a Carniquichio y dedujo, con absoluta resignación, que ese era el personaje que tendría que haber conocido veinte o treinta años antes para escribir La Novela de la que luego todos hablarían. Y mientras deducía, el hombre pedía otro café con medialunas. Las medialunas iban para Carniquichio, noble guardián de la esquina.

MIL CASAS, MIL HISTORIAS, MILES DE HABITANTES

El Pelotón

¿Qué hecho, razón o circunstancia creo una historia de lo mas oscura en aquel sitio? ¿Qué parroquiano, entre naipes y caña, contó por primera vez la leyenda negra? ¿Quiénes luego creyeron en esa leyenda? ¿Qué era la leyenda negra? ¿Quién fue el primer habitante de esas casas? ¿Y el último? ¿Qué tolosano de vieja cepa se animó a recorrer el interior de aquella construcción durante las épocas en las que estuvo deshabitada? ¿Qué había en aquellos zaguanes y habitaciones?¿ Quien puede dar certeza alguna de cómo era aquel lugar? ¿Por ejemplo, sobre sus ventanas? ¿ O sobre su aljibe como centro del lugar? ¿Acaso se sabía, en esos años, que no se trataba de mil casas? ¿Quién hizo público, por primera vez, el dato de las mil casas?
Los parroquianos creyeron y los vecinos difundieron. ¿Superstición? ¿Un hecho maligno que nadie se animó a revelar? ¿Prejuicio? He aquí la leyenda de las mil casas.

Era el año 1882. A los costados de la actual estación Tolosa, un buen día llegó un pelotón de albañiles, plano y herramientas en mano, con el proyecto de levantar una serie de casonas con un diseño que nadie podía intuir. El pelotón comenzó a trabajar a espaldas del tren que venía de Constitución, hacia el lado contrario al río. Por esos años el tren terminaba en aquella estación que se llamaba “La Plata”.



Los altos funcionarios del gobierno de la provincia de Buenos Aires, ocupados en la inauguración de la ciudad de La Plata, no dieron cuenta del trabajo de los albañiles ni de los planos a seguir.
Los que sí dieron cuenta de la aparición repentina del pelotón fueron los parroquianos del lugar, asomados en la puerta de la pulpería, todos juntos como caravanas de hormigas, ojos abiertos, observando con sigilo, temor, asombro, alterados, dubitativos. Al rato comenzaron las conjeturas. Números. Datos. Nombres. Unos aseveraban un centenar de albañiles. Otros dos centenas. Otros, más cautos, dos docenas. El recién llegado, cuando la luz del día menguaba, ni cauto ni exagerado, metido apenas, aseguró un decena, “como mucho”.
La incógnita circulaba en las mesas de los bares, entre caña y truco. Y el pelotón seguía trabajando.
Y el pelotón siguió trabajando y nadie, hasta ese momento, podía saber con precisión a qué se debía tamaño proyecto en un lugar casi inhóspito, donde por ejemplo, muy cerca, camino al río, un campamento indio engendró las leyendas más tenebrosas con las que los parroquianos sabían convivir y gustaban contar como un rito de anfitrión.

El matrimonio

A centenares de kilómetros de Tolosa, en la ciudad de Buenos Aires, se supo que la construcción era iniciativa de un matrimonio que poco tenía que ver con la región: Juan de la Barra y Ema Fernández. No conocían Tolosa y menos aún las leyendas del campamento indio que flotaban en la zona. El matrimonio contó con un préstamo del Banco Hipotecario Nacional para comprar los terrenos a muy bajo precio.
A medida que la construcción avanzaba se pudo saber también que la intención era construir una serie de casas y que la totalidad de las casas abarcaba dos manzanas enteras, entre las calles 522 a 524, y de 3 a 4. El diseño original contemplaba la edificación, en forma simétrica, de 216 casas. Pocos saben si esos datos llegaron alguna vez a las mesas de la pulpería.
Durante la jornada laboral los albañiles se perdían en el interior del terreno, entre las paredes que se levantaban y los dos callejones que se iban formando y que atravesaban, a lo largo, las manzanas. La construcción avanzaba a un ritmo de una casa cada nueve días. Los parroquianos, rápidos para las apuestas y hábiles para lanzar números, vaticinaban que se levantaban más paredes que vasos en el mostrador. Los más sensatos, y sobrios a la vez, decían que “la cosa no era para tanto”.
A mediados del año 1882 se pudo conocer, casi en su totalidad, el diseño original de la construcción. Las casas estaban separadas por zaguanes, cada una tenía tres habitaciones y techos muy bajos, compartían un mismo patio donde había un aljibe enorme estilo colonial. Las casas, encastradas dentro de las dos manzanas, eran modestas, ideales para alquilarlas a un precio barato.
Para los parroquianos, la construcción seguía siendo obra de una invasión infinita de obreros con los que jamás se animaron a dialogar en un tiempo del que jamás dieron cuenta.
Y Tolosa siguió siendo lugar de cambios. En 1884 la zona se vio agitada por otro proyecto de construcción ambiciosa, con otro pelotón de albañiles dispersos en un terreno que pronto iba a dejar de ser baldío para convertirse en los talleres del ferrocarril, a metros de la estación “La Plata”.
En la nueva construcción se emplearon a tres mil quinientos obreros, en su mayoría
inmigrantes. El proyecto fue dirigido por el prestigioso ingeniero argentino Otto Krause, responsable de una cantidad de obras en la ciudad de Buenos Aires. Los obreros improvisaron sus viviendas a los alrededores de los futuros talleres y sin perder tiempo pusieron manos a la obra. Los ingenieros y profesionales de Buenos Aires supervisaban cada detalle cuidándose, siempre, de no embarrarse los zapatos y los pantalones de vestir.
Los parroquianos de Tolosa, que seguían ocupando las pulperías y continuaban al ritmo marcado por el naipe y la caña fuerte, poco sabía del prestigio del ingeniero, menos aun de su viaje a Europa en busca estructuras metálicas adecuadas al mega-proyecto. De algo tenían certeza: su poblado estaba cambiando; tal vez para dejar de ser “el pueblo de Tolosa”, con sus leyendas indias y sus infinitos caminos de tierra demarcados por las huellas de los caballos, y mirar así de frente a la modernidad.
Los talleres se terminaron de construir más rápido que las 216 casas propuestas en el diseño del matrimonio De la Barra y fueron inaugurados en agosto de 1887. La superficie que ocupaban los talleres cubría un espacio donde cabría una buena cantidad de locomotoras y coches a reparar, todas de marcas inglesas.
Desde las puertas y las ventanas de las pulperías los parroquianos intuían, con sabiduría de anciano consejero, que los cambios que estaban modificando a “su pueblo” ya eran irreversibles. A la construcción de las dos manzanas las llamaron “Las Mil Casas”. A pesar de que en el diseño original figuraba un total de 216 casas, una vez inaugurado los talleres aún no se habían terminado en su totalidad.
La construcción de las casas, en algún momento, en alguna tarde, en alguna noche, cesó. Tal fue la dinámica de la zona, acelerada por los obreros inmigrantes y los ingenieros vestidos de punta en blanco, que pocos advirtieron que la construcción en las dos manzanas se había interrumpido. Y si alguien lo advirtió no fue escuchado.
Ningún habitante de la zona se animó a indagar por el interior de las manzanas durante los días en que se detuvo la construcción. Tal vez como un reparo, temor, soberbia, distancia al progreso, todos la observaban de lejos, ni siquiera la curiosidad innata de los niños pudo barrer con el misterio que había despertado la edificación de “Las Mil Casas”.

La Leyenda Negra

En el siglo XIX el mundo tomó el formato diseñado por una óptica eurocéntrica; Argentina, que siempre miró hacia aquellas latitudes, tuvo su propia matriz desde donde se diseñaba y se pensaba al resto del país. Y esa matriz fue Buenos Aires. Los proyectos políticos siempre se tejieron en la ciudad de Buenos Aires, en oficinas ocupadas por personas de doble apellido que pretendían ampliar su radio de poder mas allá que el que tenían era vasto. El caso de Juan de la Barra no fue la excepción. Sus influencias políticas le permitió saber, unos años antes de la construcción de los talleres del ferrocarril, que la ciudad de Tolosa se poblaría de obreros inmigrantes. La construcción de “Las Mil Casas” estaba destinada a ser habitada por esos trabajadores.
Pero en la racionalidad con que se edifica el poder también se cobija el error y el azar. Las 216 casas recién se terminó en el año 1888, por lo que los obreros que trabajaron en las obras de construcción de los talleres del ferrocarril nunca las ocuparon. Las ocuparon, en cambio, los trabajadores que reparaban coches y locomotoras en los talleres, y otras tantas los obreros de Molinos “La Julia”, en ambos casos, inmigrantes.
En menos de un año, al pueblo de Tolosa llegaron un centenar de inmigrantes que terminaron hacinados, codo con codo, en “Las Mil Casas”. Otro aluvión migratorio que sacudía la rutina de los parroquianos quienes miraban, impávidos, acostumbrados, como solemnes anfitriones.
Y como una manera de formar parte de esa historia que se estaba tejiendo sin consultar y a la par de un pueblo y de una buena cantidad de personas, los parroquianos tejieron sus propias versiones sobre los cambios, y así obviaron e ignoraron nombres y datos, y fue así que en aquellas pulperías nacieron los más extraños rumores, historias entre delictivas y pudorosas cuyos responsables eran los inmigrantes que convivían entre diferentes olores de comida y lenguas de lo más extrañas. Aunque esas historias no dejaron de tener un perfil picaresco, nunca malvado, mítico si se quiere, literario a veces, algo burdo en otras. Cualquier hecho extraño del que no se encontraba explicación, el dedo acusador apuntaba a “Las Mil Casas”. Un robo, un fenómeno natural, una enfermedad de algún parroquiano.
Atrás había quedado las leyendas oscuras sobre los campamentos indios que poblaban la parte cercana al río.

La Leonera

La madeja de la economía también se tejía en Buenos Aires. En 1905 en el barrio porteño de Liniers se abrieron otros talleres de la misma empresa ferroviaria que llegaba a la estación de Tolosa. El traslado repentino de los talleres y por consecuencia, la de los obreros, significó un revés no previsto por el matrimonio De la Barra. En pocas semanas, las 216 casas fueron deshabitadas. Los tolosanos observaban, con sorpresa, la emigración de los obreros. ¿Una maldición del campamento indio? ¿Otro fenómeno maligno para el pueblo? Conjeturas se sucedían, las certezas se ausentaban en las mesas de la pulpería.
Mientras en Tolosa se multiplicaban las preguntas, en Buenos Aires las cuentas del matrimonio no cerraban. El crédito, que aún no se había terminado de pagar, fue una cuenta pendiente que Ema De la Barra, viuda desde 1904, no pudo saldar. Con los años, la viuda se fue alejando de los negocios sin por eso abandonar la buena vida.
El Banco Hipotecario decidió en 1910 rematar la construcción de “Las Mil Casas”. No fue nada fácil conseguir nuevos inquilinos y menos aún una persona interesada en invertir en momentos en que el ritmo lo imponía la ciudad vecina de La Plata, donde las construcciones crecían a la par de la población. “Las Mil Casas” pasó de ser un conglomerado de voces y olores diferentes a un monumento de la desolación, sombras que recorrían los callejones que atravesaban las manzanas, ecos que se multiplicaban.
Pasaron varios años y no se consiguió un comprador. Las casas fueron aprovechadas por los nuevos sectores sociales que deambulaban sin techo por Tolosa y La Plata. Se trataba de vendedores ambulantes que recorrían los edificios públicos de la flamante capital de la provincia ofreciendo productos en mano que ellos mismos hacían, en amplias canastas o en bolsones que cargaban durante todo el día.
Si durante el funcionamiento de los talleres de Tolosa, los inmigrantes españoles, italianos o de las zonas balcánicas despertaban leyendas extrañas, los nuevos habitantes de “Las Mil Casas” abría un nuevo capítulo para la imaginación ya no tanto de los parroquianos sino de los vecinos de La Plata.
Los nuevos habitantes de “Las Mil Casas” eran de Medio Oriente, sirios- libaneses, árabes, albaneses. Otras voces, otros hábitos.
En las pulperías y almacenes de Tolosa nacieron otras historias, tan o más picarescas que las anteriores. Las sospechas y los rumores turbios sobre los nuevos inmigrantes surgieron de la urbe que pretendía convertirse en Gran Urbe, entre los edificios que se multiplicaban sobre las calles cada vez más transitadas y entre los funcionarios que pretendían ser Grandes Funcionarios. Las dos manzanas de Tolosa pasaron a llamarse “La Leonera”.
Las sospechas se mezclaban, o tal vez se generaban, ante el prejuicio de ver culturales tan disímiles. Sin duda que algún hecho delictivo había ocurrido en la zona o algún malandra, con antecedentes policiales, se habrá alojado en esas habitaciones, pero lo que más conmovió a los vecinos y a la prensa local de la época era ver a gente tan distinta, por el color de piel, por sus costumbres y por su forma de hablar. Y sobre todo, por su origen social.
En las casas pudientes de la ciudad se suponía que dentro de esas habitaciones se guardaba un arsenal de armas blancas, que sus habitantes eran profesionales en el manejo de navajas, que las canastas donde llevaban sus productos eran pura máscara. Pasaron a ser delincuentes, traficantes, navajeros, pungas, cafiolos y protistutas.
La leyenda negra de los habitantes de “Las Mil Casas” recorrió buena parte de las primeras décadas el siglo XX y el nombre de “La Leonera” selló el perfil de barrio peligroso. Ante cada delito en las calles platenses se buscaba un sirio-libanés, un árabe, y se daba por hecho cual era su refugio.

En el pasado quedaron sepultados las intenciones de Juan de la Barra de aprovechar la llegada de los obreros inmigrantes a los talleres ferroviarios de Tolosa. Lo que el señor de la Barra no supo, y muchos otros tampoco, que los cambios a veces se suceden más rápido que una partida de naipes de los parroquianos de la pulpería.
Una vez que enviudó, Ema de la Barra se casó con el periodista y legislador provincial Julio Llanos y comenzó a publicar novelas bajo el seudónimo de César Duayen. Se convirtió en la primera novelista mujer del país, sus libros tardaban apenas una semanas en agotar las primeras ediciones. La novela “Stella” fue uno de los primeros best-seller de la literatura nacional.
En Tolosa los parroquianos continuaron armando y desarmando sus propias versiones; en las esquinas, en los almacenes, en las pulperías. Una forma de apropiarse de la historia, ajena a la modernidad, y que en algún tolosano debe conservarse, incluyendo modificaciones personales.

28.10.05

No sé de dónde salió esto....

-¡Tomá el hígado!.. ¡Tomá el hígado!.
-¿Eh? - dije yo. Estaba viajando en el Subte.
El vagón era un hervidero humano, como un tacho de lombrices.
Miré hacia atrás y vi a un hombre sacándome algo de la espalda.
-Oiga, devuelva eso. - objeté, sin saber con certeza que era lo que robaba.
-No sé hacerlo. - contestó el hombre, en tanto colocaba una cosa viscosa en un frasco con formol. -Nunca me enseñaron. Yo sólo los extraigo y se los llevo a Phanthopler.

Inmediatamente, una cabecita diminuta, de niñito, se interpuso entre los dos, a la altura de nuestras cinturas.-¿Lo coso?-De acuerdo. - contestó el hombre.
Mas luego me miró:-¿Quiere verlo por última vez?-¿Cómo?

-Claro, mucha gente se emociona al contemplar sus propios órganos internos. En lo personal, a mi me produce un asco espantoso.
Comencé a sentir unas tenues puntaditas a un costado. El niño trabajaba con verdadera devoción.

-Es bueno, ¿eh? - acotó el hombre, con aire de complicidad
- Ciertas veces la persona descubre el robo recién cuando llega a su casa, o al bañarse por la noche. Otros mueren sin saber por qué. Pero de Victorcito nadie se entera. Es un experto cirujano.
-O sea que ustedes... - dejé la frase sin terminar, contemplando aquello dentro del frasco de vidrio.
Me produjo una vergüenza insoportable. -Qué horrible - atiné a decir.
-El suyo, sin embargo, es uno de los menos repugnantes. Se nota que nunca ha bebido. Vea aquí - me acercó el recipiente a la cara -, no tiene estrías, es grande y consistente... discúlpeme un momento... ¡Víctor! drenále al señor.
-Si, tío.
-Estos chicos. - se justificó el hombre mientras gesticulaba.
-Perdóneme -agregó después de una pausa -pero.. no me mal interprete.. ¿le molestaría un riñón? Sólo uno, ¿comprende?
Con el otro podrá vivir igual, siempre y cuando consiga un hígado nuevo.

Miré al niño. Había introducido una manguera en algún punto de mi panza, atravesando la camisa. Por el extremo opuesto succionaba algo con su boca y lo escupía suavemente al suelo. Luego tomó un bisturí.
-Estamos esterilizados - me tranquilizó el hombre. -
¿O acaso cree ..-No creo nada. - interrumpí.
-Ahora ... ¿es todo así dentro nuestro?-¿Todo? .. ¿en qué sentido?
-Me refiero a ese cúmulo de viscosidades inextricables, lúgubres y absurdas..
-Sí.- dijo el hombre - Es absurdo el interior. Todo interior es absurdo.

El tren se detuvo en la estación Gardel. Sobre el andén, una infinidad de seres aguardaban subir como si de eso se tratara la vida. Cada uno con hígado y riñones.
-¿Y bien? - inquirió el hombre, posando una mano sobre mi espalda.
Supuse que era un buen tipo.
Se me ocurrió preguntar:-Usted dijo que les llevaba los órganos a alguien. ¿Para qué?
-¡Oh!, por supuesto. - se justificó el hombre mediante un gesto de turbación
- Es verdad y le pido disculpas.
Verá: Phanthopler se encarga de colocarlos. Nosotros no. El hace el trabajo inverso. Una organización perfectamente concebida que busca, tabula y determina individuos con necesidades de desprendimiento orgánico y los reubica en otros con necesidades opuestas.

-No entiendo.-Bien. - concluyó el hombre.
Y dijo: - Víctor, el riñón izquierdo.Sentí como el niño hurgaba en mi carne lechosa.-¿Qué va a hacer?
-Si se refiere al proceso quirúrgico, lo desconozco - agregó el hombre. -Yo no opero, vigilo. Sin embargo, el resultado final es.. ¡oh!, ahí viene, ¡véalo!
- Víctor le alcanzó un mohoso pedazo de carne oscura, con tubos amputados en un extremo. -Lo pondremos aquí, junto a su hígado, en el mismo frasco. Estos van al señor Mendez.
-¿Mendez? - me sobresalté - Es ese.. el político?
-Precisamente. Uno de los seres mas abominables que nos ha dado la naturaleza. Sin embargo, de eso se está encargando su psiquiatra. En lo que respecta a las propiedades de Mendez, ya tiene tres hígados, doce riñones y cuatro pulmones transplantados con éxito.

Phanthopler utiliza una técnica de acumulación expansiva multidimensional que permite al paciente albergar infinidad de órganos internos al mismo tiempo. Según se cuenta, el conjunto es operativo y posee cualidades de conmutación.
Esto es, cuando un determinado tipo de órgano se satura en sus funciones, un complicadísimo sistema de varas y poleas biomecánicas traspasa los tubos al siguiente. De modo que, en tanto el primero se recupera, el segundo suple los requerimientos de aquel y así, ad infinitum.

-Extraordinario. - dije.
-Ya lo creo. - contestó el hombre. - No obstante existen problemas graves. Por ejemplo: el ruido. -¿El ruido? -repetí como un imbécil en tanto Víctor me desinfectaba, acomodando los pliegues de mi camisa.
-Claro. Es verdaderamente triste que otros sepan que uno está conmutando siempre; sobre todo en la alta sociedad. Imagínese sentado en medio de una reunión, mientras un páncreas comienza a salírsele de servicio. Las poleas y retenes.. quiero decir, todo ese enjambre de dispositivos técnicos arrancan automáticamente, produciendo un sordo zumbido, como de matadero. Comprenda que, en rigor, uno no se diferencia mucho de una vaca.
-Ah..
-Entonces, ponga por caso que se trate de un hígado, el comentario general será: "has visto que tenía resaca". Y tales injurias son inaceptables en los hombres de jerarquía; razón por la cual se ha presionado a Phanthopler a silenciar todo aquello.
-¿Y lo ha conseguido?
-En parte. - respondió el hombre -A decir verdad, toda la franja aristocrática es demasiado susceptible; al carecer de problemas económicos pasan de inmediato a los existenciales y ahí comienzan a lloriquear: "que el hígado así, que las uñas me crecen, que masticar me da arcadas, que no soporto defecar"; en fin, un verdadero muestrario de calamidades zoológicas que es para deprimirse en el acto. Phanthopler los escucha con tedio, asintiendo a cada una de sus excentricidades, pero con la certeza de que tales demandas son imposibles y caprichosas.

Por ello ha diseñado un dispositivo adicional, que se implanta en un ojo del paciente, el cual le informa, desde una pantallita, los horarios de conmutación orgánicos, como una cartelera de aeropuerto. De esta manera se ha logrado contenerlos un poco, mientras se asombran del avance tecnológico que los pondrá a salvo de los vejámenes de su propia fisiología.

Sentí una especie de asco conquistar mi cuerpo entero. Era horrible. Una arcada global, algo así.-¿Cuánto me cobra por sacarme todo eso? - pregunté.El hombre me miró, francamente asombrado.-¿Es decir que...-¡Quíteme toda esta porquería ahora! - le increpé. -Quiero ser yo mismo.
-Bien. - Miró a Víctor con un gesto de asentimiento. -Lo haremos de inmediato. -culminó.Lentamente comenzaron a vaciarme.

El niño, muñido de una técnica prodigiosa, se las arregló para extraer mis órganos a partir del bajo vientre, como si se tratase de desmontar un edificio desde el suelo. Yo no sentía dolor, apenas un leve cosquilleo en la barriga.

Luego el espacio se hizo en mí y presumí de una nueva sensación de libertad. Cierta analogía con mi alma: un vacío inabarcable.

Todo había concluido.
-Es usted un donante muy amable - dijo el hombre.
-Sin embargo el corazón, vea, parece muy enfermo, no sirve.Observé ese órgano triste balbucear sus últimos latidos.
En verdad, se lo descubría débil e insignificante sobre las manos del niño.
El hombre me miró con precaución.

-Está bien - dije -Tírelo.-Se lo daremos al perro -contestó con deferencia. - Usted no se preocupe.

Cuando el tren paró, los vi alejarse en dirección a la escalera mecánica. Llevaban en las manos unas bolsas de supermercado en donde transportaban los frascos con mis restos.

Qué curioso. Todo aquello me había sostenido en este mundo pese a su insano horror. No se le podía ordenar al cuerpo que muriera nunca. Esas cosas funcionaban solas como satisfechas de sí mismas.

Por fin todo se oscureció...

4.10.05

Coincidencia real ya no Angélica



Leo Dèlibes escribió en 1876 el Ballet Sylvia en estado de beodez absoluta.Había ya compuesto Coppelia maravillosamente y la muñeca que retratara en él,convirtióse con la creación posterior ,en un recuerdo feliz. "Sylvie et Les Chasseresses" relata la historia en la Arcadia Griega de la ninfa cazadora de la Sabiduría y de sus seguidoras a Diana. El preludio inicial en Suite muestra a las Cazadoras guiadas hacia la magnificencia de la búsqueda,entre avatares y contingencias mágicas,de la sabiduría en el Oráculo de Delfos. Sylvia ataca,contraataca,repliega y elude.Sylvia Cazadora no da tregua a la búsqueda del más alto punto que la lleve al Olimpo a encontrarse con Zeus,quien la condenara a penar por bosques (sylvia= del griego,ninfa del bosque).Allí intentará quemar su cabeza y devorarlo. El Intermezzo en Vals Lente muestra a Sylvia herida y a sus ninfas acompañándola en la noche de Arcadia.Zeus la ha mirado fijo y la ha elegido una vez más para un destierro a bosques fuera de la Ciudad. Zeus no desea que Sylvia y sus ninfas alboroten a los Dioses menores con sus tríadas y elegías.Les Chasseresses se dedican entonces a escapar montadas en faunos dorados y harán el amor en la floresta con semidioses de otro plano astral. En el Pizzicatti final,Sylvia cazadora encanta a toda Arcadia con su labia y,por un momento ésta cae rendida a sus pies. Les Chasseresses (Las Cazadoras),abandonan el bosque que las atrapaba pero Sylvia,queda atrapada para siempre en la foresta y,sus lágrimas forman el Río Mayor que asciende hasta el lecho de Zeus hombre.

Intemperante rutina pecaminosa del incesante vicio.

Te acostás, después de tu banquete. Girás y tu cabeza revolotea, ninguna posición cabe ahora en tu colchón apelmasado, que huele a miseria.
Pobre de luz, inundada de humedad, tu guarida no te acuna...
Mirando el techo manchado, le pedís a Dios que te salve, con promesas tentadoras que alguna vez balbuceaste.
Pero saliste de nuevo, acechaste en la sombra otra víctima jugosa (después de todo, tuvo más oportunidades que vos)...Atraco, ya lo tenés, pero siempre ocurre lo mismo, corrés con aquél golpeteo que guía tus pasos (esa maldita máquina que late).
¡Pequeño pez, siempre tan seguro!, pero que perdido estás en este océano, donde los tiburones devoran dignidad, dejando carnadas en cada obscuro suburbio...
Probás (después de todo, no siempre lo que reluce es oro), escamoteando lo dulce, caminás con cuidado de mil ojos.
Una vez más, te veo, relamiendo tu polen de hadas. Sus alas te revolotean en la nuca, tus lágrimas se tiñen, desesperado bocado. Pero, el costado ya no sangra...Caés, estás acá, con los ojos clavados en ese techo manchado. Tu metal no reluce más...Dios te salvó y ahora dormís...¿Con qué soñás?...

19.9.05

Como remedio, llorar, y descreer que haya culpables...


Las dos nenas, de más de 15 años.. chupaban sus chupitines como nunca hubieran escuchado hablar de pornografía.

–Señoras y señores pasajeros, colaboren comprando estas lapiceras –dice el vendedor. Y olvida agregar: –Así tengo para hacerme otro tatuaje.

La pelirroja que está sentada junto a mí es muy flaca y muy bonita. Va a bajar en la próxima parada, así que se para.
Se envuelve en un tapado negro, enorme, y luego envuelve el tapado en una especie de chal, también negro, también enorme, y se cuelga al hombro un bolso enorme y negro. Por fin se va por el pasillo, convertida en gorila.

Uñas largas, pintadas de marrón oscuro. Lee Vida de una geisha.
Uñas cortas, mordidas, en dedos nudosos. Lee Convenio bilateral.
Uñas redondas y rosadas. Se las pasa por el labio inferior, una y otra vez, ida y vuelta, ida y vuelta. No lee nada.

Cuánto le faltará a ese chico que reparte tarjetas en el subte, de la misma altura que mi hijo pero seguramente un par de años mayor, el de la mirada en diagonal, el que da la mano a cada pasajero sentado tal como alguien le habrá dicho que hiciera, y a cada mujer que acepta la mano le agrega un beso en la mejilla, ese chico flaco y un poco apagado que va moviendo los labios como si mantuviera un diálogo interno, pero más que diálogo una lucha, el que al final del pasillo se detiene a pedir con voz de jardín de infantes “una ayuda para mis cuatro hermanitos que no tengo nada para darles de comer”, a ese chico, digo, cuánto le faltará para que empiece él también a fabricar armas de destrucción masiva.

El hombre está de pie junto a una mesa en Güerrin. Tiene la cabeza erguida, la espalda recta, el pelo gris peinado hacia atrás, una mano en una silla y la otra aferrada al celular junto a la oreja derecha, mientras habla con voz potente para que todos sepamos lo importante que es.
-Eso lo tenemos que… -dice de pronto, un poco más fuerte que las frases anteriores, y deja oír uno por uno los puntos suspensivos. Ahora sí, ahora mira hacia un horizonte inexistente más allá de los azulejos de colores de la pizzería, más allá de los edificios de la avenida Corrientes, más allá de nuestras simples expectativas de mortales, y con voz de Alfredo Alcón haciendo de San Martín, da el golpe final: -Eso lo tenemos que evaluar.

Venía una chica andando en bicicleta con una pollera más bien corta. Cada vez que una pierna subía y bajaba, la pollera subía pero no bajaba. La ciclista sostenía el manubrio con la mano derecha, mientras con la izquierda trataba de poner la pollera donde había estado un segundo antes. Y al mismo tiempo sonreía luminosamente, con toda la cara. La sonrisa más ancha que se haya visto en un largo tiempo.

Ayer a la tarde había dos malabaristas en un semáforo de Figueroa Alcorta. Salían corriendo al centro de la avenida en el momento justo en que los autos se detenían sin ganas, o tal vez un poco antes, y empezaban a revolear tres pelotas cada uno. Se reían mucho, se hacían bromas entre ellos, se tiraban una pelota de vez en cuando. A último momento se acercaban a los autos a pedir monedas, pero esa era la parte menos divertida, la que hacían por obligación. Luego, cuando los autos detenidos se ponían en marcha otra vez y los otros autos, los que venían del semáforo anterior, se acercaban a setenta por hora con un odio inhumano, corrían hacia la vereda en un final hollywoodense. Pero todavía les quedaba tiempo para dirigirse un grito, una risa, otro pelotazo.
Ninguno de los dos tendría más de ocho años.

Hay un sargento de la policía en el siguiente grupo de asientos. Mejor dicho, hay unas jinetas de sargento, tres segmentos amarillos, en una prenda color azul oscuro. Mejor dicho, hay un chico de pelo largo que lleva una remera con tres rayas amarillas en las mangas.

Lleva la cartera colgada del hombro izquierdo, pero la aprieta contra el estómago con la mano derecha. Le duele el monedero.

Tiene dos bolsas de plástico, una en cada mano. La izquierda es rosa. La derecha, celeste. Seguro que vienen mellizos.

¿Qué habrá estado haciendo de rodillas en el piso, durante un largo rato, la chica que está tan prolijamente sentada frente a mí leyendo un apunte con la cara seria, un palito atravesado en el cabello, la espalda bien recta, y esas dos manchas casi redondas, casi perfectas, en las piernas de sus jeans, cinco centímetros por debajo de las rótulas?

Destinos diversos para las tarjetas con que se viaja en el subte: el de shorts tiró la suya bajo el asiento; el de barba prematura la pliega en forma de acordeón y vuelve a desplegarla; el del medio se ríe y hace un origami, una especie de flor, vida artificial.

Bonita, rubia, algunos kilos de más según la moda. El pelo tirante hacia atrás, atrapado en una cola. Se mete el pulgar en la boca para obtener otro poco de proteína de esa pielcita que no acaba de salir o esa cutícula en desintegración. Si fuera un hombre y estuviera en el casting de una película, su cara daría el perfil justo de un psicópata.

Repartidos en el asiento de subte que tengo frente a mí, tres muchachos que no viajan juntos miran en forma sincronizada a la derecha, luego a la izquierda, de nuevo a la derecha. Hay que seguir esas miradas: apuntan cada vez a la chica más linda de ese cuarto de minuto.

Él tiene unos treinta años más que ella. Ella lo trata de usted. Él tiene unas ojeras de colección, hechas por un diseñador que cobra en dólares, de esas que vienen con varios degradés entrecruzados, rosa a violeta, verde a celeste, gris a negro. Ella no. Él, en voz alta, explica alguna cosa que salió en el suplemento de arquitectura de Clarín. Ella bosteza sin parar.

En medio del rostro cuidadosamente esculpido, enmarcado en ese pelo rubio de química radioactiva, justo a la derecha de la boca que huele a dentista caro, tiene un lunar. Si uno pudiera acercarse lo suficiente y mirar con una buena lupa, tal vez llegaría a distinguir el signo de copyright de un consorcio internacional de empresas de cosmética y centros de cirugía plástica.

Tiene los rasgos de una nena de doce años, pero habrá cumplido los treinta. Viste de amarillo, tostado claro, tostado oscuro y negro. Tal vez no sea tan linda como para una película de Indiana Jones, pero los colores permitirían situarla en la mitad derecha de un cuadro de “El templo de la perdición”, como si fuera el reflejo de un desierto, acompañada por una intensa luz azul, reflejo del mar, en la mitad izquierda.

Hablan. El bebé llora. Él y ella hablan. Y el bebé llora. Siguen hablando, los dos, frente a frente en la mesa del bar, mientras el bebé llora con suavidad en el cochecito, un poco más cerca de ella que de él pero lejos de ambos. No dejan de hablar, ni él ni ella. No deja de llorar, el bebé. Hablan un poco más, otro poco más. Llora un poco más, otro poco más. Qué otra cosa tienen por delante más que hablar. Qué otra cosa tiene por delante más que llorar. Ya casi estamos en octubre.

Rios de España, sucursal Ebro. Entre Ríos y Av. Belgrano.
El nene tiene ojos grandes y hoyuelos en las mejillas. El padre, de cara pequeña, parece que podría compartir algo de la buena predisposición de su hijo, aunque desentonan los labios color de necrosis. La madre está amargada, pasa un mal día, o simplemente es así. En vez de hablarle al chico le ladra. Lleva un corte de pelo brujeril. Tiene unas arrugas o protuberancias, no veo bien, a ambos lados de la boca, ahí donde las comisuras de los labios le caen vertiginosamente en desprecio al mundo.

Es alta, delgada, lleva uniforme negro y seguramente estudió alguna de esas carreras fascinantes donde les enseñan a hacer hoteles más confortables, restaurantes más tentadores, cosas así. Alguien, al pasar, la llama Pilar. Con semejante nombre, debe ser un verdadero soporte en este sitio. Siguiendo con el estúpido juego de palabras, me pregunto si usará sostén.

Durante el noventa y nueve coma nueve por ciento de la historia de la humanidad, con la cara que lleva y las caderas que mueve al caminar, esa chica habría sido el ideal de belleza femenina. Le tocó la mala suerte de nacer hace veinte años, así que tiene fácil ocho kilos de más.

Vino con su mujer, sus dos hijas prepúberes y su hijo de seis o siete años. Come, come, come. De pronto, levanta la mano derecha para interponerla entre él y la más hiperactiva de sus hijas, como quien intenta detener una bala, como quien quiere protegerse del camión que está por atropellarlo, como quien se defiende de la lluvia sin paraguas.

16.9.05

Dossier Criticón: Los Guaraníes

Si llegaste acá directamente, estás mal. Hay que leer ALLA para entender por que estas ACA.

Sumo y sigo. Comienza el dossier.



Guaraní: El suicidio de la tierra. Si no tienen tierra, se sienten morir. Sin espacio y sin libertad, muchos piensan que ya no les queda nada, se sienten perdidos y por eso algunos optan por el suicidio. La tierra es su vida, está amenazada por los madereros y los rancheros.

Poco importa acá que copie cositas de la red: Voy a empezar con un somero... párrafo, referido a lo que a MI me parece que sucede.

Primero: El guaraní ES, indudablemente, raza padre de muchos pobladores de una amplia region que comprende 4 países.

Segundo: Son más representativos de Paraguay. Es cierto. Una de las luchas hercúleas que lleva esta civilización es la de bregar para que sus costumbres y rituales se enseñen en la escuela, y perduren.
Algo interesante podemos leer en un interesantísimo artículo de Felix de Guarania, publicado en el diario Ultima Hora, del año 98.

Tercero: Duela o no duela, son indios, y nos hagamos cargo o no, los estamos masacrando.
Ojalá podamos frenar esto a tiempo.




En lo que a mí respecta, me fascinó la cultura. La construcción linguística, por ejemplo.
Aca esta el link a un diccionario simple, pero útil, si les interesa. También tiene orientación para la pronunciación. Animales, partes del cuerpo..está buenísmo.

Intento por todos los medios hacer esto fácil y corto, por que estoy tapado de información.

Como sigo....mmmm.....es que hay tantas tribus diseminadas, que preferiría agarrar una que conocí personalmente, y de la cual tengo en mi muñeca derecha una pulsera obsequiada por una de las mujeres del jefe de la fracción MBY'A. Claro, casi me deguella el jefe, pero al final le caí simpaticón. Y va la foto de prueba, que tanto.



Ahora, a ponernos serios, en serio. Ojalá despierte conciencias.


En general y de acuerdo con sus características principales se los podría clasificar en tres grandes grupos:

1.- Agricultores con un grado de sedentarismo relativamente alto.
Realizan prestaciones de servicios que constituyen la base de su subsistencia, cazan y pescan solo si la ubicación geográfica se lo permite, realizan cestería que luego comercializan, siendo su venta una importante fuente de recursos. Hablan el idioma castellano y participan en fiestas de criollos.
Si bien mantienen la lengua solo la utilizan era el trato íntimo; se podría decir que son los de mayor grado de integración, si no fuera por la supervivencia de la religión aborigen.
Han perdido la mayor parte de los elementos de su cultura material.

2.- El segundo tipo constituiría una variante menos aculturada del primero.
Son agricultores con un índice de nomadismo mucho más alto que los anteriores, si bien realizan ocasionales prestaciones de servicios, la base de la economía es la agricultura.
La comercialización de su cestería, no representa un aporte importante sino mas bien una pequeña ayuda. Utilizan lenguaraces, siendo conocido el castellano por todos.
Mantienen una vida trivial relativamente unida conservando el ritual y demás manifestaciones religiosas.

3.- El tercer tipo estaría representado por las bandas nómades.
Realizan agricultura- en una pequeña escala, generalmente sus plantíos se encuentran en las laderas de los cerros o en las cumbres de los mismos, de esta manera tratan de pasar desapercibidos para los blancos.
La caza conserva toda su importancia y los frecuentes desplazamientos están orientados hacia la búsqueda de mejores cotos.
Rehuyen en lo posible el contacto con los blancos.
Ocasionalmente algunos de ellos llegan hasta alguna colonia para intercambiar productos, especialmente machetes metálicos, sal, etc.
Su hermetismo con respecto a las tradiciones religiosas recuerda al de los grupos menos aculturados del Paraguay
El mayor número de subgrupos estaría incluido dentro del segundo grupo, algunos de los cuales aún poseen viviendas colectivas.
En el caso de los nómades, las viviendas transitorias son extremadamente simples, consistiendo en un techo bajo a dos aguas, sin paredes o sólo rodeadas por una hilera de tacuaras.
Los grupos del primero y segundo tipo mantienen contactos regulares entre sí, pero solo las relaciones esporádicas los unen con las bandas nómades, a pesar de que algunas de éstas reconocen la existencia de un jefe único.

CARACTERIZACIÓN DE LOS GRUPOS
LA COMUNIDAD
La base de la organización social la constituye la familia extensa, con un número no mayor de 12 a 15 miembros.

LENGUA
La primera lengua aprendida por los niños es el guaraní en su variante MBY'A, pero la mas utilizada para establecer relaciones con los blancos es el Yopará o Guaraní paraguayo.
El MBY'A es mantenido como lenguaje primitivo y privado, de relación interna.
La mayor parte de los varones adultos hablan castellano o poseen conocimientos rudimentarios del mismo, los niños lo comienzan a aprender desde la infancia, ésta es una de las razones por la cual acompañan a sus padres para ayudarlos en las tareas rurales y en el contacto con los blancos. Es decir que el lenguaje de éstos grupos se da de la siguiente forma: Mantienen el MBY'A (como lengua reservada) Gran utilización del Yopará Utilización del Castellano para establecer relaciones interculturales.

LA ECONOMÍA
Se basa en los cultivos tradicionales que fueron heredados: maíz, mandioca, batata, zapallo, tabaco, etc.
Debido a los continuos cambios de residencia y a la carencia de terrenos propios, las plantaciones nunca tienen mucha envergadura; cada familia posee apenas 1/4 a 1/2 hectárea de terreno cultivado, por lo tanto no se puede considerar que posean una agricultura de subsistencia, ya que ésta no satisface en absoluto las necesidades alimentarias de la población, constituye sólo un complemento de las otras actividades con la que los indígenas sobreviven.
El maíz es la base principal de su alimentación tiene un sentido religioso cuya normatividad mítica conserva vigencia.
Los elementos que utilizan para la siembra son herramientas adquiridas en el mercado de consumo, tales como azadas, machetes, hachas, etc.
La actividad económica que realizan los aborígenes, se centra en la producción de artesanías, alfarería y tallas en madera. Lo mas importante es la confección de canastos, pulseras, cruces, cedazos, etc., realizados con fibras vegetales (tacuaras, tacuaruzú, tacuapí y guembé).
Practican la caza y la pesca para complementar su alimentación.

Las mujeres guaraníes son las que mas trabajan en cestería, pero ésta no es actividad privativa de ellas, los hombres también la realizan, siendo los encargados de comercializarlas.

CARACTERÍSTICAS LABORALES
PRESTACIÓN DE SERVICIOS

Existen dos formas en las que los MBY'A se contratan para prestar servicios:
1- El trabajo individual que puede desempeñar cada individuo en la sociedad, de peón rural.
2- La otra forma es cuando todo el grupo resulta contratado para el cumplimiento de una labor general actuando en ése caso el líder en calidad de encargado para recibir el dinero y luego distribuir entre las distintas familias nucleares que constituyen el grupo.
Dichas prestaciones de servicios están impuestas por el mercado, son los varones adultos los que tienen mayores oportunidades en las tareas agrícolas ocasionales (changas durante las cosechas de los productos estacionales). La contratación de mano de obra aborigen se realiza por tareas cumplidas (trabajo a destajo).

LIDERAZGO
1
- Las denominaciones de los jefes varían pero generalmente se relacionan con grados militares, tales como Mayor, Capitán, Teniente, Sargento, Cabo.
Los MBY'A se distinguen por dos tipos de liderazgo: religioso (Paí) y político (Cacique).
La función del líder consiste en dirigir al grupo en sus actividades productivas, en la distribución de los alimentos, en sus contactos con los blancos, en impartir justicia y solucionar los conflictos internos que se originan.
Ser jefe, en la actualidad, significa no sólo prestigio ante la comunidad sino también frente a los blancos.

RELIGIÓN
Los aborígenes no han sufrido influencia misional a lo largo del siglo XX, pese a los intentos de evangelización.Sus concepciones religiosas permanecen en forma íntegra todavía.La aculturación religiosa se caracteriza por un muy relativo sincretismo. Es decir que las disímiles situaciones de contacto influyen en forma diferencial sobre los distintos aspectos de la vida cultural y de organización social indígena.
En el aspecto religioso la aculturación es meramente superficial y no alcanza para alterar la estructura de un cosmos legitimado y garantizado por la persistencia de mito en la cultura. Pero la cosmovisión mítica indígena no es homogéneamente reemplazada por la cosmovisión mística cristiana.La religión de los guaraníes actuales puede ser definida como inspiración sacra mentalizada en el canto y la danza dirigida por el cacique o líder.

En éstos pueblos la religión penetra en toda la vida social.

Los MBY'A están profundamente ligados a la Tierra "la lvy- Pora" (Alma de la Tierra), se ha entrelazado íntimamente con sus espíritus conformando una totalidad mística indiferenciada y una simbiosis indestructible, las riquezas de su religión y la fuerza mística que tocan los aspectos de la vida y da sentido a cada actuación del hombre guaraní ya sea en su relación con la naturaleza o con otro hombre.

ORGANIZACIÓN SOCIAL
La organización interna en todas las comunidades se establece por relaciones de parentesco entre sus miembros, formando familias extensas dirigidas por, un jefe de familia (Cacique o Paí).Su actual situación interna está marcada por un agudo conflicto que se manifiesta sobre todo a nivel político. Existe una continua rivalidad entre diferentes grupos pero no es estricta.
Los conflictos se manifiestan principalmente en los liderazgos de los jefes ya que reconocen la autoridad de uno y otro (Cacique y Paí). La expresión de estos conflictos se encuentra continuamente, y hay permanentes celos entre caciques por las conquistas que obtienen y contribuyen a su liderazgo en sus respectivas comunidades. Hay grupos que reconocen la autoridad a caciques que se encuentran en nuestra provincia y otros a líderes de países vecinos, ya que para los MBY'A, el cruce de los ríos o limites representa solamente un cambio geográfico y no político.

FILOSOFÍA GUARANÍ, AL DECIR DE UN CACIQUE , AÑO 2005

"Antiguamente trabajábamos en forma comunitaria en nuestras chacras, todos trabajábamos en la chacra de todos. No había hambre porque todos los frutos se compartían. Se vivía con mas armonía, con mas unidad. Entre las mujeres había alegría….risas. Soy testigo de todo esto. Si viviéramos a nuestro modo de ser, NANDE REKO, seria muy lindo
Cuando encontrábamos nuestro sustento en el monte nos poníamos contentos. Todos los caciques deberían hablar sobre esto. Estoy preocupado porque se están perdiendo nuestras costumbres. Pero tengo esperanza que con la ayuda de los mas ancianos se pueda recuperar y en los jóvenes que valoran y continúen nuestro modo de ser. Los mayores podemos estar errando, pero los jóvenes pueden ayudar a ver nuestro error. Si tenemos OPY y al que está en el OPY, tenemos que darle respeto, como era antes. Cuando el sol se iba cayendo veníamos todos al OPY para saber como estaba el OPYGUA , como se encuentra.
Todos nos acercábamos formando fila acompañándolas con música: TAKU PU MBARAKA PU, danzando para hacer el saludo. No era un saludo común, tiene que ver con Dios. Toda la gente sabia lo que tenia que hacer, nadie los mandaba a hacerlo. Yo personalmente me siento animado para acercar a la gente, para ayudar a que esto se haga. Me siento con fuerza para ayudar en esto, que es espiritual. Esta fuerza nos viene de arriba, de Dios para los MBURUVICHA, para llevar bien a la comunidad. Me animo solo porque Dios en esto nos fortalece.
Tenemos una esperanza en Dios para que volvamos a recuperar nuestras costumbres.
Existen mujeres que aparentemente no saben. Pero que le cuentan a Dios en forma silenciosa lo que les hiere, lo que les pasa.Del OPYGUA, que siempre está contento con Dios, nos viene la salud, la vida sin peligro. Cuando íbamos a saludarle el nos contaba lo que podía pasar en el día, lo que va a suceder nos sentábamos junto a él. Ahora ya no es así, porque no hay OPYGUA en algunas comunidades. Pero podemos poner OPY donde no hay. Volver a recuperar puede ser fácil para nosotros los mayores, pero para los jóvenes es casi imposible porque los mayores no les mostramos mas.
La autoridad era el MBURUVICHA, era como el padre de todos y la esposa como la madre de todos.
Las comunidades los debían mantener, buscar sus alimentos, limpiar el patio, etc., porque ellos estaban destinados a cumplir otra misión.
Todos los trabajos y los frutos eran para el OPYGUA. Luego se compartían con la comunidad.
Las mujeres estaban destinadas a moler el maíz para hacer KAGUIJY, RORA. Esto no era para el OPYGUA solo sino que era para las visitas que llegaban a la comunidad. Las mujeres formaban fila para dar el AGUYYEVETE (saludo) a las visitas.
El compartir era generoso, no se preguntaba si quería o no.
Tenemos que cuidar el agua y todos los recursos que tenemos, hay que saber usar y cuidar los venenos.
Antiguamente no había enfermedades porque nuestros alimentos eran mas naturales , como por ejemplo la miel, ahora tiene otro gusto porque esta contaminada, por el veneno que los colonos ponen en las plantas, esto nos hace mal.
La mayoría de las comunidades tienen poca tierra, ya no cuentan con los recursos para cubrir sus necesidades y vivir de acuerdo a nuestras costumbres.
Tanto los indígenas como los blancos debemos cuidar el agua. De distintas maneras podemos contaminarla, a veces el agua de lluvia ya viene contaminada porque viene lavando todo el veneno de las chacras o plantaciones.
Nosotros siempre supimos cuidar la naturaleza, los blancos son los que la destruyen, recién ahora se dan cuenta que hay que preservar, pero siguen destruyendo.
Sacamos del monte solo lo que necesitamos, tenemos conocimiento sobre como usar la naturaleza, armamos trampas para cazar animalitos, cuando cazamos nada desperdiciamos.
Del GUEMBEPI usamos para artesanías, para hacer siembra y su fruto para comer. La miel para alimento y la cera para hacer velas, cuando se caza un venado se saca el cuero para hacer hamacas, de las pezuñas se hacen ganchos para colgar y la carne para comer.
De algunos animales también sacamos remedios.
Cuando usábamos la tierra y veíamos que se agotaba, la dejábamos en descanso y ocupábamos otro lugar
Nosotros vivimos en armonía con la naturaleza, gozamos con ella, nos mezclamos con ella.
Cuando nosotros decimos que la tierra es buena, decimos YVY PORA ( Tierra sin MAL), la expresión misma está explicando el respeto que tenemos por la tierra, porque sabemos que ella alimenta a nuestros niños, y en nuestra cultura los niños son sagrados". ->
Textual, tal cual lo encontré en un artículo de Cultura Guaraní

" La tierra fértil nos sustenta, después de habernos sustentado, nosotros la sustentamos a ella trasladándonos a otro lugar."
Cést fini

Vuelve Tito Bustamante? No...pero casi.

Bueno, a ver... para mí, este es un momento importante. Como sabrán, todo esto arrancó con una somera opinión sobre el mundo real de Internet. Y la historia de Tito, un tipito como vos y como yo, que un día sucumbió al viejo axioma que siempre sostengo y propago: “Y la máquina se comió al hombre”.
De golpe y porrazo, y por culpa de mi imaginación a veces frondosa, y otras planas como los 350 km que separan a Sarmiento de Tecka, en nuestra patagónica provincia del Chubut, otras veces yerma e inerte como el caminito que te lleva de Rio Colorado a Cipolleti, y otras veces sinuoso, como ese que hice alguna vez, siguiendo el camino de Santiago de Compostela…. Huy, me fui a la mierda de nuevo. Maldita verborragia.

La cosa, y retomando, es que se transformé a Tito Bustamante de triste oficinista, a super ultra plus agente secreto al servicio del Mossad.
Si en este punto los novatos están perdidos, les sugiero que lean, antes de seguir, esto:
http://estoveo.blogspot.com/2005/07/todos-buscamos-lo-mismo-nace-tito.html
Luego pueden pulular por los diferentes capítulos de tito, busquenlos acá:
http://estoveo.blogspot.com/2005/07/internet-sos-grosa-pero-muy-hija-de.html
De ahí, para adelante.

Todo esto iba a que, por esas vueltas de la vida, me llegó un mensaje de otra agente supersecreta, que me increpó con un dejo autoritario, pero debo reconocer que tenía razón.

Hace mucho más de un mes que tengo a Tito esperando nuevas instrucciones, abandonado en un sucio hotel de Ciudad del este, le suspendí un seguimiento fabuloso que comenzó en Asunción, con una misión difícil de cumplir.
Incluso alcancé a escribir la primera parte..pero..bueno, cosas de la vida. Empecé a viajar muchísimo a Bs As, a diario…. por algunas razoncitas que acá no sirven, sirven afuera en lo real.

Retomando, me abrieron los ojos, y exclamé: “Oh, Tito” Y me puse a releer lo que tenía pergreñado publicar, pero los juegos, el google y demás, me lo impidieron.

Creo que mi cabeza no está tan fresca para seguir imaginando a Tito, pero lo suficientemente hábil para ir comentando cositas menores como pelis, inventar jueguitos, y esas menudencias, haciendo de este blog un ingente varieté.

Hoy me había puesto en la cabeza retomar el tema, pero, como comente antes (y ya me estoy poniendo pesado) hable con la agente P y me comentó que Tito estaba algo alienado, profiriendo cosas en guaraní y tapí guaraní, y de golpe, esa ansiedad por ir mechando contenidos en el blog, que me incitó a hacer? A descular un poco a los guaraníes, que lo bueno de la red es que es una librería 12 x 24 x 365, y yo..yo le saco el jugo.

Asi que ;
Tito: bancátelas hasta que se me de el orto seguir con vos y no jodas.
Agente P: gracias, casi podria decir que sos la musa inspiradora de este nuevo apartado
.

Y ya ta. Como me pintó ver de qué la van los guaraníes, voy a hacer eso y al que no le guste, que se joda.