4.10.05

Intemperante rutina pecaminosa del incesante vicio.

Te acostás, después de tu banquete. Girás y tu cabeza revolotea, ninguna posición cabe ahora en tu colchón apelmasado, que huele a miseria.
Pobre de luz, inundada de humedad, tu guarida no te acuna...
Mirando el techo manchado, le pedís a Dios que te salve, con promesas tentadoras que alguna vez balbuceaste.
Pero saliste de nuevo, acechaste en la sombra otra víctima jugosa (después de todo, tuvo más oportunidades que vos)...Atraco, ya lo tenés, pero siempre ocurre lo mismo, corrés con aquél golpeteo que guía tus pasos (esa maldita máquina que late).
¡Pequeño pez, siempre tan seguro!, pero que perdido estás en este océano, donde los tiburones devoran dignidad, dejando carnadas en cada obscuro suburbio...
Probás (después de todo, no siempre lo que reluce es oro), escamoteando lo dulce, caminás con cuidado de mil ojos.
Una vez más, te veo, relamiendo tu polen de hadas. Sus alas te revolotean en la nuca, tus lágrimas se tiñen, desesperado bocado. Pero, el costado ya no sangra...Caés, estás acá, con los ojos clavados en ese techo manchado. Tu metal no reluce más...Dios te salvó y ahora dormís...¿Con qué soñás?...

1 comentario:

Anónimo dijo...

sueña y sueña con la libertad.Con qué más se puede soñar en nuestra tierra?