1.3.07

El Príncipe del Reino de la Luz

Capítulo Primero

Hijos del Rey: Primera Caida


Hola amigos, soy Mercurio pero todos me llaman Charly, una manera cariñosa de llamarme charlatán. A pesar de que me veáis tan joven, en realidad soy casi tan viejo como la Tierra; nací de la cabeza del Rey cuando se dio cuenta de que necesitaba a alguien que contara y explicara a los demás lo que él pensaba. Había tanto que explicar y tenía que contarlo a tantos que necesitaba a un mensajero y por eso decidió que yo tenía que nacer. Y aquí estoy, haciendo de mensajero del Rey.

Esta noche, el rey ha tenido un sueño en el que veía a la Tierra cubierta por una niebla que la oscurecía, la gente que la habitaba no sabía ya sonreír y que los niños de la Tierra estaban tristes. Todo ello le causó hondo pesar y se despertó apesadumbrado.

Entonces utilizó todos sus poderes para intentar saber qué ocurría en la Tierra y después de mirar muy profundamente y durante un largo rato a la Tierra descubrió que pasaba: los niños estaban tristes porque no sabían la causa de las cosas; porqué nacían, ni de donde venían ni qué era lo que tenían que hacer en la tierra, un mundo tan extraño, y todo ello era debido a que no se acordaban de que él existía ni recordaban nada de su reino ni mucho menos de que los hijos de la Tierra son los herederos del Reino de la Luz.

También vio que prácticamente todas las personas mayores ya habían olvidado todo lo referente al Reino de la Luz y por ello no lo enseñaban a sus hijos, así que decidió que yo deba de bajar a la Tierra a subsanar ese error y a explicar a los niños la historia del Hijo del Rey que bajó a la Tierra. Así que fui convocado a su presencia inmediatamente.

Mercurio, he visto que ocurren graves cosas en la tierra, casi nadie sabe que existe el Reino de la Luz y ello está oscureciendo la vida de sus habitantes y muy especialmente al os niños. Es necesario que alguien vaya y se lo explique nuevamente; mi otro mensajero Servidor, está demasiado ocupado en otras tareas para poder realizar esta misión así que te envío a ti, a la Tierra para que expliques a los niños de ese hermoso planeta nuestra historia, mejor dicho su verdadera historia; la Historia del Hijo del Rey que bajó a la Tierra.

Inmediatamente obedecí las órdenes del Rey; me vestí como un niño humano, me puse mis alas en los talones y bajé lo más rápidamente que pude para refrescaros la memoria contándoos dicha historia.

Aunque esta historia empezó hace mucho tiempo, cuando la Tierra todavía era jovencita, debéis saber que todavía no ha terminado sino que continúa sucediendo diariamente.

Así que, sentaros cómodamente, destapad bien las orejas y escuchadme atentamente pues ésta es vuestra historia:

En un lugar fuera del tiempo existía el Reino de la Luz; bueno, en realidad todavía existe: yo vivo allí, de allí vengo y allá volveré en cuanto termine de contaros la historia.

El Reino de la Luz es un lugar maravilloso, tal como dice su nombre está lleno de luz, de luz de todos los colores del arco iris y otros colores más que en la Tierra no conocéis.

Además, todo está hecho de luz. Así como aquí en la Tierra tenéis casas de piedra, allí encontrareis casas de luz de un color; si aquí tenéis mesas de madera, allí tendréis mesas de luz de otro color; si aquí hay hombres de carne y hueso, allí hay hombres y seres de luz de todos los colores y matices. Como ya sabéis, vuestro planeta está hecho del material tierra principalmente y por eso la llamáis así; de aquí que al país que está hecho de luz se le llame el Reino de la Luz.

Seguramente os preguntareis donde se halla este Reino y porque no se habla de él en los periódicos ni en la televisión pero ello es muy fácil de entender.

Cada montaña dela Tierra parece que termina en su cima, pero en realidad de la punta de cada una sale una enorme columna de luz de color del cielo.

Estas columnas o pilares de luz tan gruesos como una casa son altísimos: suben hasta llegar al espacio en donde no hay aire y la luz del Sol llega con toda su fuerza, luminosidad y pureza. Como las columnas son del color del cielo, nadie las ve y al estar hechas de luz, tampoco nadie las puede tocar.

Por eso la existencia del Reino de la Luz es conocida por muy pocas personas.

Si tenéis en cuenta además que los habitantes de ese mundo cuando desean bajar a la Tierra adoptan un cuerpo humano normal, veréis que es muy lógico que casi nadie les conozca ni se hable de ellos.

Este reino fue hecho por el Rey hace ya muchísimo tiempo; la Reina, que es Luz, empezó a emitir cada vez más y más luz hasta llenar todo el espacio con su luz. El Rey puede manejar y moldear esa luz con facilidad y con ese material fue creando el Reino de la Luz y lo hizo tan incomparablemente hermoso que mil poetas no alcanzarían a poder describir su belleza ni mil cantantes podrían cantar su gloria.

Así se creó ese maravilloso mundo, la Reina puso la materia y el Rey la moldeó.

El Rey erigió en el centro de ese Reino una montaña altísima de cristal luminoso y en su cima puso su palacio, conocido por todo el mundo como el Palacio Brillante; hecho de la luz más pura que existía en el Reino de la Luz y lo rodeó con tres murallas.

La más exterior la hizo de Luz Azul, que, como todos saben, es la más poderosa del Reino. La del medio la hizo menos recia, pero mucho más hermosa, llena de adornos y almenas; la hizo de Luz Oro, la luz más sabia del Reino.

Y la más interior, ya cerca del Palacio, la hizo de Luz Rosa, la más delicada y amorosa para que los habitantes del Palacio Brillante tuvieran la vista más hermosa y se les alegrara el corazón con solo mirarla.

En la base de la montaña de cristal puso un círculo de Fuego que la envolvía, un círculo de Fuego Violeta que podían atravesar todos aquellos que tuvieran el corazón puro pero que no dejaba pasar a nadie que tuviera alguna sombra en su corazón.

En la cima de la Montaña de Cristal Luminoso, en el interior del Palacio Brillante, vivían el Rey y la Reina en medio del esplendor más fastuoso imaginable, rodeados por todos los servidores necesarios y de la corte más perfecta que nunca tuvo reino alguno de la Tierra.

Y aquí tuvieron muchos hijos, hermosos hijos que no solo les igualaban en belleza y hermosura sino que casi se podría decir que les sobrepasaban.

Los hijos fueron creciendo y madurando, aprendiendo de los mejores maestros en cada arte y ciencia, siendo enseñados incluso por los mejores maestros que jamás han existido: el Rey y la Reina. Así llegaron a desarrollar todas las cualidades imaginables. Eran Hijos del Rey, Príncipes del Reino de la Luz y todos los seres de dicho reino les admiraban y obedecían.

Un príncipe, tarde o temprano será rey y ejercer de rey no es tarea fácil, por eso los Hijos del Rey aprendieron todo lo que era necesario para gobernar con buen tino su hermoso e inmenso reino. Tenían los mejores preceptores y maestros, y hasta su padre el Rey les enseñó como utilizar correctamente el Poder de moldear la Luz para crear cualquier cosa que deseasen.

Pero a los Hijos del Rey les faltaba algo; día a día crecían en ellos un deseo: querían ir a visitar su Reino para poder conocer directamente todas las cosas y seres que vivían en él.

De nada sirvió que su padre les enseñara que podían saber cualquier cosa que deseasen sin necesidad de salir afuera de la Muralla Triple ni que los maestros les mostraran cómo ver cualquier parte del reino en su propia mente y con todos los detalles que quisieran; el deseo siguió creciendo poco a poco.

Aunque su padre el Rey no les prohibía nada, sí les había desaconsejado el ir a visitar personalmente el reino puesto que para alguien tan joven y sin experiencia, como ellos, podría haber algunos peligros.

Más eso no amedrentaba a los Hijos del Rey, muy al contrario, los acicateaba aún más en su deseo. Hasta que llegó un día en el que, uno de ellos, a pesar de los sabios consejos de su padre y de sus preceptores, decidió que abandonaría el Palacio Brillante y andaría con sus súbditos; se mezclaría con ellos y conocería perfectamente el reino y sus secretos.

Para poder investigar mejor y con más claridad los sucesos y las personas de su reino pensó que era mejor disfrazarse, ya que por su condición brillaba con una luz mucho más fuerte que los demás ciudadanos del reino y con ello se delataba como Hijo del Rey, así que se puso encima una ropa que le oscurecía la Luz que emitía constantemente, pasando a aparentar una brillantez menos enceguecedora para los ciudadanos normales del reino.

Una vez puesta la ropa oscurecedora salió de la Muralla Triple y empezó el descenso por la empinada Montaña de Cristal.

Al llegar abajo tuvo que cruzar el Círculo de Fuego Violeta que rodea la Montaña y al hacerlo se encontró con algo que no esperaba: al atravesar el Círculo recibió una fuerte descarga de energía que le dejó sin conocimiento cayendo en el suelo y dándose un fuerte golpe en la cabeza. Allí se quedó, tendido un largo rato hasta que poco a poco fue recobrando el conocimiento.

¿Qué había sucedido? ¿Cómo era posible que el Fuego Violeta dañara ni siquiera un poco a un ser tan puro y elevado como era el Hijo del Rey?

La respuesta se encontraba en algo que el Príncipe no había tenido en cuenta y es que las cualidades y la pureza hacen irradiar Luz al ser que las tiene y el ser que tiene defectos e impurezas en su interior es oscuro, no irradia luz.

Al ponerse encima un vestido que le oscureciera, sin saberlo estaba oscureciéndose a sí mismo; es decir estaba perdiendo parte de sus cualidades o virtudes y de su pureza, se estaba ensombreciendo.

Por ello, el Círculo de Fuego Violeta le resultó doloroso ya que en ese momento no era inmaculado y perfectamente puro sino con sombras en su corazón, aunque él no se hubiera dado cuenta, y el Fuego Violeta no tolera las sombras.

Realmente, todavía emitía mucha luz y por ello no le causó ningún daño fuerte el atravesar el Círculo, pero si lo suficiente para tener un desvanecimiento.





Capitulo Segundo


El desvanecimiento fue lo que provocó su caída y esa caída fue realmente el grave daño que sufrió puesto que al recobrar el conocimiento, el Hijo del Rey había olvidado quién era y qué hacía allí.

No recordaba nada en absoluto, ni que era el Hijo del Rey, ni que había descendido del Palacio Brillante para mezclarse con sus ciudadanos y conocer mejor su reino, ni cómo se llamaba. Nada de nada. Había perdido su mejoría, había perdido su identidad.


La Busqueda en el Reino


Una vez totalmente recuperado del desvanecimiento y aún doliéndole la cabeza empezó a deambular por el paisaje que había delante suyo, sin comprender nada ni acordarse de cosa alguna referente a él, hasta que llegó a un camino y se sentó en unas rocas que habían a su lado.

Al poco rato vio que se acercaba un grupo de gente por el camino y, cuando llegaron a su altura, se dirigió a uno de ellos para pedirles ayuda.

Resultó que ese grupo de gente era la comitiva que acompañaba a un gran señor del Reino, y, éste al ser informado por sus servidores de que un desconocido pedía ayuda, hizo que le trajeran a su presencia.

-Me han dicho mis servidores que solicitas ayuda. ¿Quién eres y qué deseas de mí?

-No sé quién soy, no recuerdo nada de mí mismo. Debo de haber caído por algún motivo y he perdido el conocimiento, al recobrarlo no puedo recordar nada de mi vida. Como no sé cuál es m casa ni dónde está mi familia, pido ayuda para encontrarla.

-Por la luz que emites y las ropas que usas debes de ser algún gran señor de mi mismo linaje aunque ahora no lo recuerdes. Es mi deseo ayudarte en tu infortunio; te ofrezco mi hacienda y mi casa para que la consideres tuya mientras encuentras tu verdadera casa y mi familia para que te acoja mientras no encuentras tu verdadero hogar. Y desde ahora, digo que te consideraré como a hijo mío y tendrás todos los privilegios de mi rango.

El hijo del Rey, agradeció grandemente el ofrecimiento del gran señor hecho de manera tan amable y espontánea; y no hay ni que decir que lo aceptó inmediatamente. Debería de precisar que en el Reino de la Luz es normal que todo el mundo se ayude cuando es necesario; allí no existen rivalidades ni odios, ni afán de lucro como en la Tierra, por eso el generoso ofrecimiento era hecho de corazón y de corazón fue aceptado por el Príncipe.

De todas maneras, el Príncipe todavía no sabía cuál era el nombre de quien recibía tan grata ayuda, así que se dispuso a preguntar a alguno de los cortesanos que lo rodeaban.

-Dime, por favor, ¿quién es el gran señor a quién acompañas y sirves? ¿Cuál es su nombre?

-¿De verdad que no lo reconoces? Es el Gran Arquitecto, el director de los constructores menores que hay en el reino. Él es quién diseña los planos de todo lo que se va a construir en el Reino de la Luz, e incluso dicen que se ocupa de otros lugares desconocidos para la mayoría de nosotros. Y él es el que controla y supervisa a todos los constructores menores para que realicen su tarea correctamente. Su nombre es conocido en todo el Reino e incluso más allá de sus fronteras. Es uno de los pocos que es llamado a menudo al Concilio del Palacio Brillante para discutir proyectos de mejora del Reino. Se dice que es tenido en alta estima por el mismísimo Rey Brillante. Es llamado por todos Azul, color de la luz de que está hecho y que irradia constantemente, como ya habrás pedido ver.

De esta manera se pusieron en camino hacia la casa del Gran Arquitecto; por el camino el Príncipe fue llamado de nuevo a la presencia de Azul y estuvieron hablando largamente de las inquietudes que acosaban al Hijo del Rey, el cuál seguía sin acordarse de nada.

Por todo ello, ya que había decidido buscar su verdadera identidad y su verdadero destino, Azul le recomendó que se pusiera un nombre que le sirviera al menos para identificarse mientras recordaba su verdadero nombre.

Después de muchas deliberaciones el Príncipe sin memoria adoptó el nombre de Buscador y desde ese mismo momento así fue conocido por todos los que se cruzó en su larga peregrinación hasta su pérdida de identidad.

Así también lo llamaremos nosotros desde ahora, ya no es más en esta historia el Príncipe, Hijo del Rey del Reino de la Luz sino simplemente el Buscador.

Al llegar a la casa de Azul, éste presentó a Buscador su nueva familia. La esposa de Azul, una hermosa mujer que emitía una luz bellamente rosada, tranquilizadora, con un aire tan amoroso que era imposible el no ceder a sus encantos.

Alta y esbelta, con una larga cabellera dorada y unos ojos claros que emitían una intensa luminosidad, una viveza inusitada. Sus ademanes comedidos y suaves invitaban al reposo y la suave plática.

Y a pesar de aparentar juventud toda su pose indicaba una serenidad que solo la experiencia que da la larga vida puede conferir. Su nombre era Rosa y cierto era que, además de su Luz de color rosado, desprendía un cierto olor a rosas silvestres muy agradable.

Y su hijo, un agradable y apuesto joven cuya luz era de color dorado, una luz que sugería una inmensa sabiduría. Una sabiduría que contradecía la corta edad que aparentaba.

Como ya tendría ocasión de comprobar más adelante Buscador, la sabiduría del hijo de Azul era realmente incalculable; no solo era aparente sino muy real, tremendamente real.

También respiraba la misma paz interna que tanto Azul como Rosa, sus padres, emanaban por todos los poros de la piel, por su sonrisa y por sus palabras. El sólo estar con cualquiera de ellos daba tranquilidad a las tribulaciones y cavilaciones de Buscador y el hablar con ellos le daba nuevas fuerzas para emprender o continuar la búsqueda de su identidad perdida.

El nombre del joven, hijo de Azul, era Oro y éste se convirtió pronto en el inseparable compañero del Buscador, en su amigo del alma, en su doble y su sombra. Siempre le acompañaba en su búsqueda tanto con su ayuda como con su consejo que se reveló muy acertado la mayoría de las veces.

Luego le enseñó su casa, bueno, en realidad debería decir su palacio, puesto que en lugar de la casa que Buscador esperaba encontrar debido a las maneras sencillas y sobrias de vestir de Azul y su Familia, Buscador se encontró con un gran palacio de una magnificencia extraordinaria y cada rincón del mismo estaba realizado con gran arte. Nada sobraba ni nada faltaba para que todo el palacio en su conjunto fuera perfecto. Admirado ante tanta belleza y perfección, no pudo evitar el preguntar cómo y por quién había sido hecho el palacio. Fue Oro quien le contestó:

-Ya debes saber que mi Padre, Azul, es el Gran Arquitecto del Reino. Los planos del Palacio fueron hechos por él, pero además debes de saber que a sus órdenes, y a las nuestras, se encuentran los constructores menores quienes son los que se encargan de materializar y construir cualquier cosa que les ordenemos. Si a estos constructores menores, a los que se les llama más comúnmente Elementales, les damos las órdenes correctas, los planos perfectos, ellos ponen en práctica dichas órdenes y fabrican, materializan el objeto que les hemos dicho.

Al terminar de hablar Oro, Azul, su padre, continuó con la explicación que había pedido Buscador.

-Estos elementales y constructores menores son muy eficientes trabajadores, el problema es que carecen de inteligencia desarrollada y como no se den las órdenes correctas pueden materializar verdaderos esperpentos; ellos realizan cualquier cosa que les pidas, pero debes decirles muy exactamente lo que quieres o no necesariamente tendrás lo que deseabas, y para que tengas una idea de las dificultades que entraña el trabajar con los elementales te añadiré que para que te obedezcan correctamente estos constructores menores debes de tener desarrolladas en ti, al menos tres cualidades principales y en una medida nada pequeña. Las tres cualidades son Amor, Poder y Sabiduría.

Si no tienes alguna de estas características o cualidades desarrollada en ti, o su desarrollo es pequeño puedes encontrarte con algún que otro problema ya que estos constructores van a construir lo que les ordenes incorporando a su creación tu energía y por ello, todas tus cualidades y todos tus defectos. De ahí que puedas obtener como resultado un esperpento, algo feo o incluso horrible.

Y en éste momento, Rosa aprovechó para intervenir en la explicación:

-Creo que es precisamente esto último lo más importante: el saber que, para lograr que los constructores de la materia hagan exactamente lo que les pides, debes desarrollar no solo el Poder de mandarlos ni tampoco únicamente la Sabiduría de dar las órdenes correctas sino también el Amor a lo que quieres crear o materializar, puesto que con el Poder podrás hacer que los constructores te obedezcan, con la Sabiduría lograrás que hagan exactamente lo que pides pero si quieres conseguir algo bello, útil y perfecto deberás amar tanto a los constructores, como a lo creado e incluso ese amor debe extenderse tanto como sea posible para que el resultado no solo sea útil a uno mismo sino también a otros seres.

Buscador se dio cuenta de que en casa de Azul había sufriente de las tres cualidades, Oro tenía suficiente sabiduría, Rosa tenía suficiente amor y Azul tenía suficiente poder.

Además el poder de Azul era conocido y respetado en todo el Reino y todos los elementales se aprestaban a obedecer sus órdenes en cuanto él las daba.

Debido a ello, su casa siempre estaba llena de elementales que pululaban por doquier, algunos gozosamente atareados cumpliendo las faenas que les habían sido encomendados y otros esperando que se les diera algún tipo de trabajo que realizar.

Así empezó una nueva vida para Buscador, gozosa y tranquila. Se esforzó en aprender todo lo que pudo de su nueva familia y de sus sirvientes los elementales. Aprendió a desarrollar y utilizar la energía del Amor bajo la tutela y la guía de Rosa, y fue descubriendo las infinitas potencialidades que el Amor tiene.

También desarrollo poco a poco el Poder interno, el poder de la Voluntad bajo la mirada atenta y paternal de Azul y vio con asombro lo que se podía conseguir con ese infinito caudal de energía.

Y también fue desarrollando la Sabiduría con la ayuda inestimable de Oro. Gracias a él se dio cuenta de que tanto el Amor como el Poder debían de ser equilibrados con la Sabiduría para poder ser efectivos y realmente fecundos puesto que sin ella podrían incluso llegar a ser negativos. Así vio claramente que el Amor sin Sabiduría es tontería y el Poder sin Amor es destrucción.

También aprendió mucho de los elementales que rondaban por la casa. Habló mucho con ellos y comprendió la virtud de la humildad y adquirió la capacidad de darse cuenta en que nivel estaba en cualquier situación. Comprendió su lugar en el esquema de las cosas y aprendió a no despreciar al, aparentemente, más pequeño y también a no menospreciarse a si mismo fuera el que fuese su lugar y su situación en el mundo.

Pero llegó un día en el que, a pesar de lo bien que se encontraba en la familia de Azul y de lo mucho que había llegado a amarlos, sintiéndose como si fueran verdaderamente familia suya, no tuvo más remedio que irse de ella puesto que se dio cuenta de que, por mucho que aprendiera con ellos, ese no era el sistema de encontrar su identidad.

Eso mismo les explicó y todos lo comprendieron, no sin pena en el corazón pues habían llegado a quererle como a un hijo, pero entendían muy bien que deseara encontrar su camino.

De todas maneras, Oro se comprometió a acompañarle en sus aventr4uas y andanzas por el Reino de la Luz.

La noticia de que Oro le acompañaría fue de una gran alegría para Buscador pues le apenaba separarse de su gran amigo todavía más que de Azul y de Rosa.

Y así fue que, después de los preparativos adecuados, los dos amigos emprendieron la marcha decididos a recorrer todo el Reino de la Luz si era necesario para encontrar a la familia de Buscador e intentar recuperar la memoria perdida.

Y juntos recorrieron el inmenso Reino buscando y preguntando a todo el mundo pero en todas partes la respuesta era la mías; nadie conocía ni había visto antes a Buscador ni, por lo tanto, conocía a su familia.

Después de mucho andar y preguntar acertaron a encontrar a alguien que les habló de un anciano que vivía en la cima de una montaña, la Montaña Oro la llamaban.

Según las leyendas era un anciano muy sabio que vivía en el Palacio Brillante y en su juventud había cometido algún error muy grave; error que nadie conocía con exactitud y que por ello había sido exiliado del Palacio y para compensar el daño causado tenía como obligación el utilizar su sabiduría para ayudar a todo el que le preguntase además de otras obligaciones respecto a otros reinos, más desconocidas todavía. El Exiliado era su nombre según las leyendas.

Por cierto que, actualmente es un gran amigo mío ya que tanto El Exiliado como yo, Mercurio, realizamos una tarea parecida; aunque con maneras de hacer totalmente opuestas, su misión y la mía son básicamente las mismas.

Tanto Mercurio, como El Exiliado realizan la misma tarea pero Mercurio es bien visto y recibe todos los honores, en cambio Servidor es malinterpretado constantemente e incluso temido por los humanos que no conocen su verdadera historia y su cometido.

Al recibir la noticia de la existencia del Exiliado, el corazón de Buscador saltó de gozo, ya se imaginaba que pronto tendría la respuesta a las preguntas incesantes que se formulaba sobre su identidad y familia.

Y rápidamente se dirigieron a la Montaña Oro para encontrarse con su morador y tener una entrevista con él.

La Montaña de la Sabiduría, el otro nombre con el que se la conocía estaba hecha de Luz Oro era tremendamente escarpada y difícil de subir, pero la tenacidad de nuestros amigos fue superior a las dificultades que encontraron y al final lograron llegar a las puertas del Palacio de la Sabiduría.

El palacio era hermosísimo y el solo hecho de contemplarlo ya daba la impresión de encontrar la respuesta a muchas de las preguntas que uno se podía hacer, pero la respuesta principal de Buscador no estaba escrita ni en sus paredes ni en sus adornos y arabescos deslumbrantes.

Entraron en el Palacio y al preguntar por el Exiliado se les informó que ese no era su verdadero nombre; que así era llamado por mucha gente por recuerdo a su castigo, pero que el nombre real del anciano era Servidor.

Luego fueron conducidos a la presencia del anciano de Oro, el Anciano de la Sabiduría. Su vista era también impresionante. Realmente Oro se parecía muchísimo al anciano, solo que mucho más joven y emitiendo mucha menos luz.

Y una vez que los ayudantes del anciano se retiraron, Servidor dijo a sus visitantes.

-¡Buscador! Sé que vienes a mí para saber quien eres, de donde vienes y a donde vas, y también sé las respuestas a esas preguntas. Sé quien eres. Sé de donde vienes y quienes son tu familia. Y también sé a donde vas. Te conozco perfectamente desde el mismo instante de tu nacimiento; también sé cual es mi obligación eterna: la de informar verazmente a cuantos me pregunten, pero tengo impuesta una restricción por el mismo gran señor que me exilió y es que mis respuestas no tiene porqué ser cortas y claras sino que deben conducir al que pregunte por el camino que más le convenga a su evolución y que más aumente su luz, aunque esas respuestas no sean tan claras como desearía. Por eso mi respuesta a tus preguntas es la siguiente:

En la Tierra hay un Árbol del que cuelgan siete frutos. Cuando hayas comido del séptimo fruto sabrás quién eres y actuarás como debes.

-Y ahora vete, encontrarás la sabiduría necesaria para esta empresa en Oro, tu compañero. Que la Luz te acompañe.

Y diciendo esto, se deslizó por detrás de unos cortinajes y desapareció de la vista dejándoles solos y perplejos en la gran estancia en la que se encontraban.

Ni un solo ayudante o servidor apareció y tuvieron que encontrar totalmente solos la salida del gran Palacio.

Ni que decir tiene que la sabiduría e intuición de Oro les fue de mucha ayuda para no perderse en los interminables pasillos y grandiosas salas del Palacio hasta que por fin encontraron la salida y emprendieron el camino de bajada de la Montaña Oro completamente en silencio, absortos cada uno en sus propios pensamientos.

Al llegar a la base de la gran montaña se dieron cuenta de que no habían preguntado de qué manera se podía ir a la Tierra ni como encontrar ese árbol de los siete frutos, pero cuando se volvieron para subir otra vez arriba hasta el Palacio cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que la montaña había desaparecido de su vista y ahora se encontraban frente a una gran llanura vacía. Solo alcanzaban a ver, a lo lejos, a un anciano que caminaba lentamente y que vestía muy pobremente.

Aún creyendo que aquel no podía ser Servidor, fueron hacia él y le explicaron lo que les había pasado.

El viejecito les escuchó atentamente y al terminar ellos les contó que él conocía la leyenda de la Montaña Oro y que lo que les había ocurrido solía ocurrir a muchos puesto que según dicha leyenda la Gran Montaña Oro se movía de un lado para otro y era difícil encontrarla, pero una vez encontrada a la Sabiduría se la debía coger al vuelo; si se desperdiciaba de alguna manera su encuentro ya no había manera de volverla a encontrar.

Eso era lo que les había ocurrido, ante la magnificencia del Palacio y la incógnita de la respuesta de Servidor, se olvidaron de hacer todas las preguntas necesarias y ahora ya no tenía remedio. Resolvieron intentar encontrar la Tierra de todas formas y bajar a ella para recoger los siete frutos del Árbol tal como les había dicho Servidor, así que se pusieron en camino, sin saber muy bien hacia donde dirigir sus pasos ya que el viejecito no sabía nada de la Tierra y no pudo ayudarles en eso.


Capitulo Tercero

Descenso a la Tierra: Segunda Caida


Después de mucho tiempo de caminar y preguntar por todas partes y a todas las personas que encontraban llegaron al fin a un lugar en donde había gente apesadumbrada, cosa muy extraña en el Reino de la Luz, por lo que preguntaron qué es lo que ocurría a una persona que parecía la menos afectada.

Esta les contó que acababan de asistir a una ceremonia de Oscurecimiento y al ver que tanto Oro como Buscador desconocían todo respecto a tal ceremonia se puso a explicarles lo que sabía en lo referente a ello.

-Debéis saber primero que, debajo de nuestro reino, se encuentra otro mundo totalmente distinto al nuestro, mucho más denso y pesado. Este mundo recibe varios nombres pero el más conocido por nosotros es Gea, aunque el nombre por el que es conocido por sus habitantes es el de Tierra....

Tanto Buscador como oro dejaron escapar una exclamación al unísono.

-¡La Tierra!

-Ah, pero ¿ya la conocíais?

Buscador contestó que no la conocía pero que era precisamente lo que andaba buscando desde hacía largo tiempo para poder ir allí. En realidad desconocía que tipo de lugar era la Tierra.

Oro, en cambio agregó algo que Buscador mismo no sabía.

-Yo si que conozco la Tierra, pero en realidad la conocía con otros nombres. Mi padre, el Gran Arquitecto debe bajar a menudo a ese otro mundo para dirigir a los constructores que trabajan allí y algunas veces le he acompañado. Yo la conocía con el nombre de Gea, la novia.

-Entonces sabrás que la Tierra es un lugar oscuro para nosotros, un lugar con falta de luz e incómodo para osotros. El vivir en ella es realmente difícil pero también muy enriquecedor por la experiencia que lleva el tener que trabajar y vérselas con la materia de que está hecha ese mundo; como ya he dicho es mucho más densa que nuestro mundo y no es tan fácilmente moldeable como la nuestra. A pesar, pues, de las dificultades, vale la pena el descenso a la materia terrestre para adquirir el bagaje de experiencia y conocimiento de la vida en ella aporta al ser de luz que lo realiza. De todas maneras, existen dos formas de bajar a la Tierra, una de ellas es para aprender y coger conocimiento de la experiencia material y otra es para aportar el conocimiento que ya se tiene en este reino a los que viven en la Tierra. La segunda manera es la que decís que conocéis, es la manera utilizada por los ciudadanos del Reino que bajan a la Tierra a realizar un trabajo temporal de ayuda, como el Gran Arquitecto o que descienden con una misión concreta encomendada por el Rey, como es el caso de Servidor. Este último es quién mejor se conoce a la Tierra puesto que constantemente está en ella por su misión, se la conoce tanto que incluso se le ha llegado a poner el apodo del Señor de la Materia en la misma Tierra.

La primera manera es la que acabo de contemplar ahora mismo, es el descenso a la Tierra de un ciudadano del Reino de la Luz que quiere aprender de la vida en la Tierra y para ello no tiene más remedio que pasar un tiempo en ella adoptando los usos y costumbres que existen allí, aunque puedan resultar enojosos y molestos.

-Pero porqué hay tanta gente triste aquí, raramente en el Reino hemos visto tanta pesadumbre.

-Esto es porque a los que descienden a la Tierra les acecha un peligro y es el de que debido a la falta de luz que impera en ella terminen por oscurecerse y ensombrecer su propia luz. Si así ocurre, al Reino de la Luz, debiendo pasar muchísimo tiempo antes de que las propias experiencias duras de la Tierra les devuelvan la memoria. Lógicamente tanto los familiares como los amigos, conscientes de estas dificultades, suelen estar tristes y preocupados por quien desciende a la Tierra.

Buscador se dio cuenta de que era esa la manera que andaban buscando para bajar a la Tierra y a pesar del lógico miedo que le entró al oír todo lo que se contaba de la bajada a la Tierra, tomó la decisión de participar en una ceremonia de Oscurecimiento.

Antes de ello, tanto él como Oro se informaron todo lo que pudieron sobre lo que se sabía acerca del lugar llamado Tierra, sus peligros y sus ventajas.

Después de mucho deliberar y hablar entre ellos decidieron que era mejor que bajara uno solo, para evitar que el olvido de la misión que solía ocurrir a quien se Oscureciera les impidiera llevar a cabo la tarea que se habían propuesto.

Era evidente que quien tenía que bajar era Buscador, puesto que a él concernía principalmente su búsqueda. Y quien se quedaría sería Oro, esperando y vigilando su vuelta.

Gracias a su sabiduría, Oro sabía que había varias maneras de mantener contacto con quien quisiera por muy lejos que estuviera y la más fácil era en los sueños de la persona a la que quisiera explicar algo a distancia.

Así se lo explicó a Buscador y le prometió que siempre estaría en contacto con él de todas las maneras que supiera.

En primer lugar, en sus sueños él le habaría y aconsejaría, sólo debería recordar los sueños y hacerles caso. En segundo lugar, intentaría hablarle directamente a su mente lo más a menudo que pudiera, sólo debería intentar escuchar atentamente sin hacer ruido él en su cabeza. Y en tercer lugar, si lograba mantener su vista lo suficientemente clara y su cabeza bastante lúcida, aún después de Oscurecido, era fácil que lograra verlo más de una vez.

Buscador, asimiló tan profundamente como pudo LAS ENSEÑANZAS Y LECCIONES DE Oro decidido a no olvidarlas jamás; recibió las preparaciones necesarias para la ceremonia y fue hasta el lugar preparado para los Oscurecimientos.

Dicho lugar no aparentaba nada especial, exceptuando que había una escalera que descendía hacia el suelo, dando la impresión de que se fundía con él hasta hacerse invisible del todo. Les explicaron que era una escalera que conducía hasta la Tierra y que a medida que descendía se iba haciendo más y más oscura, perdiendo su luz y quien descendía por esa escalera también iba oscureciéndose.

Junto con Buscador iban dos personas a acompañarle hasta la Tierra pero luego ellas le dejarían en el umbral y volverían rápidamente al Reino de la Luz. Una de estas personas sería Oro y otra, el ser de luz que estaba al cargo de dicha ceremonia.

Incluso a esta persona, que estaba muy preparada para ello, el bajar por estas escaleras le afectaba bastante y era sustituida cada cierto tiempo por otra para que pudiera descansar en el Palacio Brillante por un tiempo y recuperar la luz perdida en cada descenso a la Tierra.

De nuevo, Buscador volvió a sentir miedo ante lo tenebroso y sombrío de la experiencia terrenal pero sacando fuerzas de flaqueza, empezó a bajar por la escalera que descendía a la Tierra.

El descenso se realizó en el silencio más absoluto y le pareció interminable. A medida que iban bajando la oscuridad se hacía cada vez más impenetrable, era más difícil el distinguir los contornos de la escalera e incluso a sus acompañantes. De no ser por ellos, por su presencia a su lado, seguramente hubiera dado media vuelta y subido de nuevo al Reino de la Luz abandonando su búsqueda totalmente.

El miedo fue aumentando en Buscador hasta hacerse opresivo y casi resultarle difícil el respirar. Entonces fue cuando llegaron al término de la escalera y delante de ellos en medio de la espera negrura que los envolvía se presentó una abertura ligeramente luminosa, y al pasar por esa abertura salieron a una cueva.

En esa cueva hacía un agradable calor y por todas partes se veían materiales extraños para Buscador, también se oían voces como si vinieran del exterior de la cueva.

Por primera vez desde que abandonaron el Reino de la Luz el acompañante habló dirigiéndose a Buscador:

-Esta es la antesala de la Tierra, en ella deberás preparar un cuerpo con el que entrar en ella. Como ya habrás comprendido, la Tierra es un lugar muy extraño y difícil de vivir en él para un ser de Luz como tÚ; para poder ir allí debes adaptarte a sus costumbres y por eso debes ponerte un vestido como los que se usan en la Tierra. Aquí hay todos los materiales necesarios para hacer ese vestido, y tanto Oro como yo te ayudaremos a hacerlo y evitar que te equivoques por tu falta de experiencia. Pero aún con nuestra ayuda, quién debe hacer el vestido eres tú.

Dicho esto, empezó la tarea de enseñarle cómo hacerse un vestido con los materiales de que disponía y con las medidas que debía tener para poder entrar en la Tierra.

A Buscador le extrañaban mucho las voces que oía tan a menudo y al ver que su acompañante no les hacía caso alguno se decidió a preguntar por ellas.

-¿Qué son estas voces y qué significan, están en un lenguaje que no entiendo en absoluto? ¿De quién son?

-Son de los que se cuidarán de ti en cuanto llegues a la Tierra, los que serán tus padres en ella. Ya saben que vas a ir y están esperándote. No te preocupes porque no les entiendas, ya verás que en el tiempo que vamos a tardar en fabricar el vestido y ponerlo todo en orden acabarás por entender perfectamente lo que dicen.

Y terminado de decir esto, se volvió a enfrascar en el trabajo.

Tenía toda la razón, aún con la ayuda de los dos, Buscador tardó mucho tiempo en terminar su nuevo vestido. Tuvo que probárselo muchísimas veces y durante un tiempo además tuvo que adaptarse a esas medidas que le iban bastante estrechas para sus medidas habituales. Es normal, para un ciudadano del Reino de la Luz que mida tres metros o más y ahora se le exigía que se metiera dentro de un vestido que no medía más de medio metro, menos mal que al estar hecho de luz podía encogerse tanto como quisiera; pero, aún así, le molestaba bastante el tener que hacerlo y se quejó de ello varias veces. Siempre obtuvo la misma contestación:

-Ir a la Tierra requiere gran dosis de paciencia y abnegación. Tú lo has decidido, tú lo has de soportar.

-Durante ese tiempo, Oro le siguió aleccionando sobre lo que debería hacer en la Tierra y sobre todo le recalcaba la necesidad de acordarse de conectar con él cada vez que tuviera necesitad.

Y llegó el tiempo en que estuvo totalmente listo el vestido y se le dieron las últimas instrucciones:

-Mi misión termina aquí, te he ayudado a construir el vestido y ahora deberás aprender a usarlo. Cuando vuelvas a esta cueva encontrarás a otro que te ayudará a desmontar el vestido y dejar los materiales listos para que otro los utilice y te acompañará de subida de nuevo al reino de la luz. Allí te veré de nuevo. Hasta entonces, que la Luz te acompañe.

Y Oro también se despidió de él:

-Yo también subiré ahora al Reino de la Luz, pero desde allí seguiré tus pasos e intentaré guiarte siempre que lo necesites, recuerda mis instrucciones. Que la Sabiduría te guíe.

Con un fuerte abrazo se despidieron sus acompañantes y sin decir nada más desaparecieron de su vista subiendo por la escalera.

Se encontraba sólo, sin saber que hacer y realmente muy asustado; después de pensárselo un largo rato decidió dar el paso y salir por la otra abertura luminosa que había en el fondo de la cueva y que ahora daba la sensación de que se había agrandado para dejarle paso en su nuevo cuerpo.

Habría que puntualizar que esa abertura era luminosa en comparación con la negrura que le rodeaba pero que no lo era en absoluto si se comparaba con la luz que existía en el Reino de donde él venía.

Empezó a salir por la abertura hacia la luz y sin darse cuenta cayó por el último escalón que había antes de la salida.

Salió rodando por el agujero y perdió nuevamente el conocimiento. Cuando despertó no recordaba nada de quien era, que buscaba ni donde estaba.

Solo recordaba haber tenido mucho miedo y encontrarse en un lugar que estaba terriblemente oscuro.



Al recordar esto rompió a llorar:

Había nacido.

2 comentarios:

princemegahit dijo...

El autor del Principe del reino de la luz es Josep Gimbernat y su web:

http://www.pinedaopensource.com/josep/

Anónimo dijo...

Hola a tod@s

Acaban de ver que mi libro El Príncipe del Reino de la Luz está subido
entero en su página y que no se ha respetado la licencia de publicación del
mismo.

Este cuento lo escribí en el año 1990, habiendo sido inscrito a mi nombre en
el registro de la propiedad intelectual en el mismo año y fué publicado por
en el 1993.

Como autor de él, he puesto su licencia como Copyleft, es decir, con total
autorización de lectura y distribución de todo su contenido siempre que sea
sin ánimo comercial y citando al autor.

Supongo que os ha llegado por algún medio con el que no os han comunicado su
autoría; me gustaría que fuera rectificado este error involuntario por
vuestra parte y me citárais además de poner el link a mi página web en donde
es posible descargarlo en formato pdf.

Mi página web es: www.pinedaopensource.com/josep
mi nombre: Josep Gimbernat Amer

Espero vuestras noticias.

Hasta pronto.

Josep Gimbernat