28.3.07

Desde el bosque rayano al mar.

Estoy deslumbrado por el paisaje que me brinda el bosque. Tonalidades de colores impensados, armonía y extravagancia de formas. Un aire fresco y un aroma vegetal y marino, se impregna hasta en la ropa.

Estoy tan sensible a los movimientos de las ramas y de las hojas, que debo tener ojos curiosos de niño.

Puedo hablar de paz. Puedo escuchar el silencio.

Y el atardecer empieza a filtrarse horizontalmente entre las matas y los arbustos.

Rayos de luz buscan dar señales de vida en el infinito.

Mientras tanto, busco pensamientos que le den sentido a mi vida.

Ideas que puedan aportar algo a alguien.

Rescato entonces con mi lapicera, algunas ideas antiestrés. Como para ayudarlos a ustedes, que están allá, a bajar la velocidad en la que viven. Y sentencio:




-Mirar fotografías viejas, con detenimiento. Observando detalles y tratando de recordar los entornos y las compañías.
-Escuchar de una vez por todas y a solas o acompañado, esa música que tanto me gusta. Tratando de tararear o de seguir las letras. Aunque no me las acuerde.
-Jugar, al mejor juego que he jugado. Volver a aprehenderlo, compartirlo con alguien. Enseñarlo.
-Cocinar. O volver a comer ese manjar que tenemos como plato favorito
-Leer. Siempre hay un libro que nos está llamando. Que nos provoca.
-Acariciar a quien se ama, lejos de la sexualidad y cerca del corazón.
-Escribir una carta, a alguien lejano o de quien sabemos poco de su vida actual.
-Conversar. Pero sin querer convencer. Ponerse la piel de adentro para afuera, frente a quien nos escuche y se confiese. Con la sola razón de poder escucharnos mutuamente.

Archívese.

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