Lo que se consume no es el calcio: es el mártir, las venas , y la coraza.
Lo que deviene del armazón es el gran barco y lo que se consume es el calcio que ese barco consume
Los demás monstruos que asoman en las sombras En las apariciones nocturnas del búho enloquecido Son los que consumen nuestro sueño aturdido No sumar en los dedos ni en los sonidos Sino restar, y hacer de cuenta que somos los minutos consumidos.
Lo que decimos que se consume, no es el calcio, Ni siquiera las pisadas que el mar come durante su rumiar Tampoco los insectos que sobran en las nubes bajas Que con la humedad del suelo chorrean odio. No son los párpados que supuran gratitud ni laxitud Son las manos y los dedos abrazados, son los gigantes monos, Los amaestrados salones con flores, y los bailes. Son viejos refranes que serán los que lustren la panza Y hagan relucir en el aire los eructos Como si se tratase de renovar lo que no existe, y lo que no flota. Aquello que se consume es lo ideal, lo magno, Lo que deja de suprimir y abandona en nuestra locura la ortografía, Suelta los cables del criado y lo hace correr en la estepa Lo hace temblar en la arena caliente de las mesetas. Y el ríe, con su libertad pasmada. Hasta que cruce la tijera nuevamente Y repita su instantánea, quijada instantánea, cruz y vino.
Ahora, en la madeja, se suelta la punta….
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