Uno de los clásicos recientes de la literatura de ciencia ficción, y la mayor sorpresa que ha deparado este género en los últimos veinte años, "El juego de Ender" sigue constituyendo una obra de una lectura muy amena e interesante. Resulta, además, esclarecedor releerla ahora, cuando han sucedido ya algunos acontecimientos políticos y científicos de relevancia desde su publicación en 1985.
"El juego de Ender" es la novela que dio a conocer a su autor Orson Scott Card como uno de los más originales escritores de ciencia ficción. Mormón pacifista y con una vida alejada de los fastos de la fama, Card había probado suerte en la literatura desde finales de los 70, hasta que en 1985 decidió retomar y novelar un antiguo relato corto que publicó años atrás en una revista. El éxito inesperado y desmesurado fue tal, que la novela se convirtió en una saga con Ender y los demás personajes como protagonistas. No obstante, a diferencia de "Dune", una historia que Frank Herbert ya había concebido como saga antes de la publicación de su primera novela, Card le sigue sacando punta a Ender en la actualidad: sin ir más lejos, basta con ver uno de sus últimos libros, "La sombra de Ender", una historia paralela a "El juego de Ender", en que Card establece un punto de vista alternativo al contar los mismos hechos desde la visión de uno de los personajes secundarios, Bean, un lugarteniente de Ender. A pesar de que existe una unanimidad en la crítica en que "El juego de Ender" es la obra más conseguida de Card, también predomina un cierto consenso en que sus secuelas no son obras despreciables, y que en ellas el novelista conserva su buen pulso le permite mantener el interés en sus historias.
La trama resulta, como en una buena novela de ciencia ficción que se precie, tremendamente original: Ender es un niño llamado a dirigir los ejércitos de la Tierra en lo que tiene que ser la guerra final contra los insectores, una raza alienígena que ha intentado en dos ocasiones exterminar a la humanidad. En una sociedad en que el número de vástagos por familia está limitado por ley a dos, Ender es repudiado por la sociedad por ser un Tercero, es decir, una excepción a la norma, el tercer hijo de un matrimonio. No obstante, todo cambia en cuanto Ender es reclutado, a los seis años de edad, para iniciar su etapa de entrenamiento. Un entrenamiento que consiste en superar diversas pruebas de simulación, que aumentan gradualmente su nivel de dificultad, de ataque a las naves de insectores. Tras formar un grupo de lugartenientes de confianza, Ender, ya con doce años de edad, realiza una simulación que resultará ser la definitiva: tras vencer en su última partida, descubre que la batalla era real y que ha exterminado a todos los insectores. Con todo, la novela acaba con un mensaje pacifista, ya que Ender, sintiéndose culpable de la aniquilación de toda una raza, decide criar nuevos animalejos a partir de un huevo que ha escapado del desastre.
Aparte de la siempre estimulante relación entre ficción y realidad, a lo largo de la novela se realizan una serie de reflexiones políticas cuya conclusión es que el hombre está condenado a pelear entre sí, y la unión sólo aparece, de forma espontánea, ante una amenaza común, en este caso extraterrestre. Y ni aún así, porque los conflictos entre zonas de influencia estallan en plena preparación de la guerra contra los alienígenas. Curiosamente, la única alianza que Card mantiene en su visión futurista es el Pacto de Varsovia, considerado una amenaza en las altas esferas políticas occidentales. No olvidemos que la novela data de 1985, aspecto también importante para considerar otro detalle: la existencia de una red de comunicación mundial, muy similar a internet, que une todos los domicilios con los centros de poder. Los ciudadanos constituyen en la novela sujetos de participación activa, que actúan con sus opiniones en foros mundiales de la red, y que generan incluso influencia pública con estas opiniones. Además, el interés por el poder aparece en edades muy tempranas, ya que el hermano de Ender, Peter, establece, a los diez años de edad, un plan para generar opinión en la red y convertirse, en un futuro, en un poderoso gobernante. La formación militar de Ender tampoco tiene desperdicio, porque nos presenta a unos personajes a los que se les roba cualquier indicio de humanidad, convertidos en meros ordenadores andantes para memorizar e innovar nuevas estrategias de combate. Los héroes salvadores de la patria están condenados a la soledad, y uno de ellos llegará a reconocer que no es feliz, pero que su vida es la única opción que le han impuesto.
Dice Orson Scott Card que se siente a gusto en la ciencia ficción porque el lector está predispuesto de antemano a la sorpresa y a dejar volar la imaginación. De todas las basuras que ofrece continuamente este género, es saludable rescatar esas piezas en que los artificios espaciales sirven para reflexionar sobre aspectos muy interesantes. Mientras, siguen los rumores e intentonas de Hollywood para llevar a la pantalla grande la novela. Una tarea por el momento poco fructífera. A la espera, o simplemente sin espera de nada, vale la pena compartir las enseñanzas e inquietudes de Ender. Eso sí, puestos a hablar de Hollywood, esperemos que no sea Ridley Scott quien se haga cargo del proyecto. Atrás quedan sus años gloriosos de "Alien", y una filmografía que ha ofrecido joyas como "Thelma y Louise", "1492" o "Gladiator" no ofrece buenas perspectivas.
Archívese.
3 comentarios:
Interesante.
En realidad,yo vengo de la escuela de las Bene Gesserit de Arrakis -tercer planeta de Canopus- y soy de Atreides.
Nunca llueve en mi planeta y jamás usé un Sahi Huluds como arma sino como transporte.Es un buen gusano y cariñoso.
"Pase el que sigue...."
Si es Fremen,por supuesto.
Harkkonen fuera de Dune.
Incomodan
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