Eso ya se arreglaría solo, concluyó; nadie quería una vía de circunvalación, y el
ayuntamiento no tenía en qué basar sus pretensiones. El asunto se arreglaría por sí solo.
Pero qué espantosa resaca le había producido. Se miró en la luna del armario. Sacó la
lengua.
«Amarilla», pensó.
La palabra amarillo vagó por su mente en busca de algo relacionado con ella.
Quince segundos después había salido de la casa y estaba tumbado delante de un
enorme bulldozer amarillo que avanzaba por el sendero del jardín.
Mister L. Prosser era, como suele decirse, muy humano. En otras palabras, era un
organismo basado en el carbono, bípedo, y descendiente del mono. Más concretamente,
tenía cuarenta años, era gordo y despreciable y trabajaba para el ayuntamiento de la
localidad. Cosa bastante curiosa, aunque él lo ignoraba, era que descendía por línea
masculina directa de Gengis Kan, si bien las generaciones intermedias y la mezcla de
razas habían escamoteado sus genes de tal manera que no poseía rasgos mongoloides
visibles, y los únicos vestigios que aún conservaba mister L. Prosser de su poderoso
antepasado eran una pronunciada corpulencia en torno a la barriga y cierta predilección
hacia pequeños gorros de piel.
De ningún modo era un gran guerrero; en realidad, era un hombre nervioso y
preocupado. Aquel día estaba especialmente nervioso y preocupado porque había topado
con una dificultad grave en su trabajo, que consistía en quitar de en medio la casa de
Arthur Dent antes de que acabara el día.
- Vamos, mister Dent -dijo-, usted sabe que no puede ganar. No puede estar tumbado
delante del bulldozer de manera indefinida.
Intentó dar un brillo fiero a su mirada, pero sus ojos no le respondieron.
Arthur siguió tumbado en el suelo y le lanzó una réplica desconcertante.
- Bueno -dijo-; ya veremos quién se achata antes.
- Me temo que tendrá que aceptarlo -repuso mister Prosser, empuñando su gorro de
piel y colocándoselo del revés en la coronilla-. ¡Esa vía de circunvalación debe construirse
y se construirá!
- Es la primera noticia que tengo - afirmó Arthur-. ¿Por qué tiene que construirse?
Mister Prosser agitó el dedo durante un rato delante de Arthur; luego dejó de hacerlo y
lo retiró.
- ¿Qué quiere decir con eso de por qué tiene que construirse? - le preguntó a su vez-.
Se trata de una vía de circunvalación. Y hay que construir vías de circunvalación.
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