Por que puede la tristeza, treparse a las paredes,
frotar los techos rubios, volverlos cabizbajos;
con oblicuas, musgosas pinceladas,
comerse el sol de los aleros,
picar la voz del agua,
acogotar vertientes y rincones,
morder los ojos, las rejas (las cejas?),
las cejas, las ventanas.
a veces llega el asfalto a mis costillas,
acelera el pulso de mi aceitado diapasón,
desquicia los goznes de mis huesos,
y me hace golpear, golpear y golpear,
monótona y ernloquecidamente
contra los peñascos de unas costas
demasiado ajenas para sentirlas mías.
No me aturdas: estoy cavando
busco palabras que nunca hayan pasado por mi verso
palabras embarradas, inasibles y oxidadas, de poder.
Y no son palabras: son gemas de ruidoso brillo.
Mi tarea de artesano es arroparlas, pulirlas, redorarlas.
Mañana quizá pueda escribir que escondo “un eléctrico tórax bajo el torso verrugoso”.
(o algo así.)
A esto querré llegar, Angie, sólo a esto.
A que importen nada más que las palabras.
No es preferible seguir introduciendo púas en la cueva bucal y que salga lo que venga,
y que sangre lo que sangre?
Es sólo cuestión de seguir protestando "de a cachos"....
Lo que mis huesos no digieren.
Baccio.
1 comentario:
No me ves, pero sonrío.
Un lindo regalo, para un día muy raro.
Gracias y obvio, lo guardo todo.
Gracias por la sonrisa.
Besos.
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