4.4.10
Confesiones maduradas
1958-2010
Año 1958: Los compañeros los animan, Marcos gana. Se dan las manos y terminan siendo colegas en los billares.
Año 2010: La escuela se cierra, se proclama el mes anti violencia escolar, CRÓNICA titula en cinco columnas el asunto y Canal 13 se aposta frente a la puerta del colegio para presentar el noticiero.
Escenario 2: Juan no se queda quieto en clase. Interrumpe y molesta a los compañeros.
Año 1958: Mandan a Juan a ver al director y éste le da una buena perorata. Vuelve a clase, se sienta en silencio y no vuelve a interrumpir más.
Año 2010: Se le administran a Juan grandes dosis de Rivotril. Se transforma en un Zombi. La escuela recibe una subvención por tener un discapacitado.
Escenario 3: Luis rompe el cristal de un coche en el barrio.
Año 1958: Su padre saca el cinturón y le pega unos buenos latigazos con él.
Luis tiene más cuidado la próxima vez, crece normalmente, va a la universidad y se convierte en un hombre de éxito.
Año 2010: Arrestan al padre de Luis por maltrato. Sin la figura paterna, Luis se une a una banda.
La madre de Luis se enrolla con el psicólogo. Tinelli abre la final de Bailando... con un discurso relativo a la noticia.
Escenario 4: José se cae mientras corría una carrera y se raspa la rodilla. Su profesora, María, se lo encuentra llorando al borde del camino. María lo abraza para confortarlo.
Año 1958: Al poco rato, Juan se siente mejor y sigue jugando.
Año 2010: María es acusada de abuso y se enfrenta a tres años de cárcel. José se pasa cinco años de terapia en terapia. Sus padres demandan al colegio por negligencia y a la profesora por trauma emocional, ganando ambos juicios. María se suicida tirándose de un edificio.. .
Definitivamente el plató de los informativos queda emplazado en una carpa en medio de la calle.
Escenario 5: Se pelean un niño blanco y un niño negro por llamarlo chocolate.
Año 1958 : Se dan unas piñas, se levantan y cada uno a su casa. Mañana son amigos
Año 2010: Nuevediario envía a sus mejores corresponsales. CNN prepara un reportaje de esos a fondo donde un gran equipo de periodistas pasan un día en un colegio con niños. Se emiten programas documentales sobre pandilleros y odio racial, las pseudo juventudes hitlerianas fingen revolucionarse al respecto y el Gobierno instaura nuevos decretos y le pone el piso a la casa de la familia del negrito.
Escenario 6: Tenes que hacer un viaje.
Año 1958 : Viajas en un avión de Aerolíneas, te dan de comer y te invitan lo que quieras de beber, todo servido por azafatas espectaculares en un asiento tan cómodo que caben dos .
Año 2010: Entras en el avión abrochándote el cinturón de los pantalones que te han hecho quitar para pasar el control, te sientan una butaca en la que si respiras profundo le metes el codo en el ojo al de al lado y si tienes sed el azafato maricón te ofrece una carta con las bebidas y sus precios subidos un 50% porque si. Y no protestas por si acaso cuando aterrizas te meten el dedo mas largo del mundo por el culo para ver si llevas drogas.
Escenario 8: Disciplina escolar:
Año 1958: Hacías una macana en clase.. El profesor te metía dos buenos castañazos bien merecidos. Al llegar a casa tu padre te propinaba otros dos.
Año 2010: Haces una macana. El profesor te pide disculpas. Tu padre te pide disculpas y te compra una moto.
Escenario 9: 31 de octubre.
Año 1958: Llega el día del cambio de horario de invierno al horario de verano. No pasa nada.
Año 2008: Llega el día del cambio de horario de invierno al horario de verano. La gente sufre trastornos del sueño, depresión y celulitis.
Escenario 10: El fin de las vacaciones.
Año 1958: Después de comerse una caravana interminable con toda la familia metida en un seiscientos tras 15 días gasoleros en la costa, se terminan las vacaciones. Al día siguiente se trabaja y no pasa nada.
Año 2010: Después de volver de Cancún, en un viaje 'all inclusive', se terminan las vacaciones y la gente sufre del síndrome del abandono, pánico y seborrea....
¿CUÁNDO FUE QUE NOS VOLVIMOS TAN PELOTUDOS...?
Somos la biblioteca itinerante de algún dios aburridísimo!
Todos los renos cagan fuego.
Mala vida
Mentes que rugen sobre manos carcomidas se llevan mi historia)
Mi personaje intenta levantarse de la ronda de camas y grita, y de pronto, algo deja de latir. Yo le sostengo la mano. Alguien tiene que darle ánimo al infeliz.
- “Se repite esta operación hasta que todos decimos el nombre de Ese por quien silenciamos a nuestras almohadas”.- nos dice uno de los enfermeros.
(quizás sean vínculos inútiles los que lo mantienen atado a la cama, correas ajustadas que le impiden arrancarse la alimentación forzosa, ese suero que nunca lo termina de llenar y que apenas le humedece el subsuelo de las venas)
- “Y parecería que todos dormimos, pero ¡Silencio! ¡Oigamos! Todos estamos nombrando”.- sigue.
El enfermero parece una maestra jardinera.
A veces uno se da cuenta de que todo terminó cuando (nota que) (siente que) tiene que volver a empezar.
(pero hay cosas que empiezan antes de que todo termine)
La muerte planea, siempre dando vueltas, siempre cerca de ese segundo en el que todo comienza.
Lo miro retorcerse y no, no entiendo cómo pudo terminar así.
“Hablaba poco, pero con ese poco, él podía convencer a la luna de que se hiciera dado para su Ludo Matic. Después desaparecía hacia las torres más oscuras a esperar un nuevo renacimiento en serie, algo que lo llenara de maravillas, o a esperar a que se le durmieran las fieras, esas cosas que lo desgarraban, tan parecidas a su alma.”
Yo lo dejo que apriete mi mano. Nada memorable ni excepcional saldrá de mi propio vacío. Nada grandioso, salvo el saber que el viento (también) nace en mis pulmones.
“Lo suyo era como un sueño, un mandala a medio desmantelar trabado en el disimulo de mi escritura, como el de un ángel al que por error le hubiera dado por tomar forma humana hasta llorar por lo único que no ha perdido pero que aún no encuentra.”
Las comillas, los paréntesis y las letras cursivas siempre me recuerdan que los corazones se huelen a pesar de las distancias.
El enfermero se acerca a nosotros y nos señala. Sólo le falta la Biblia y escupirme.
- “Una persona que es capaz de arrojar su alma hacia arriba sabiendo que no va a atravesar el techo es deliberadamente estúpida”.
Él lo hacía.
(lógicamente su alma nunca atravesó el techo)
“Cayó su alma, varias veces muerta (o sin un rasguño) al suelo.
Se elevó su alma, varias veces viva (o sin sentido) hacia el techo.
Y varias veces, mientras él la arrojaba y nombraba, yo profanaba con mi tinta y con mi mente su historia de diamante.”
O el techo o su alma, algo hice demasiado sólido.
Pude hacérsela más fácil. Pero no lo hice.
(y un poco me arrepiento)
El gato perdona al ratón y se lo demuestra matándolo.
Contradicción con patas
Por eso, en los cuentos que imagino, todos los personajes mueren (o ya están muertos y todavía no se enteran) o dibujaron una puerta en alguna de las medianeras de la historia y se escaparon para siempre, porque saben (si, siempre los dejé que se dieran cuenta de eso) que, en realidad, los límites que les impongo no existen, como tampoco existen los espejismos, ni los oasis, y en cambio sí las puertas y las paredes y las ganas de atravesarlas y de escapar.
A veces me pasa que es tanta la quietud de este lado, la ausencia de historias sensatas o cuentos lógicos, que me dejo atrapar por el deseo de adentrarme a imaginar qué puede estar pasando ahí adentro y ver así si todos los personajes que inventé (y que eligieron quedarse) están igual que cuando los nací, o también se han ido, o muerto.
Pero no lo hago. Y creo que no lo hago porque ellos me avergüenzan.
No puedo (ni quiero) pensar que detrás de esta calma mía de pincel vacío, de sin puertas y sin ganas, hay entes posibles, y no solamente ideas amputadas de ánimo que no saben qué hacer con lo que les queda, que es, probablemente, sólo un enorme miedo a escapar.
Pero de todas maneras, y aún sabiendo que no voy a entrar ni por un instante, me siento frente a la pared y la miro. Porque la placidez del muro sin puertas me señala que la vida, en general, ya no es para siempre, lo cual es un alivio, en particular para mí (aunque algunos todavía se empecinen en hablarme de la eternidad y del cielo y del infierno con palabras con las que sólo logran reforzar las propias esperanzas de éxito a sus más íntimos anhelos de continuidad).
Me gusta ver esa pared, en silencio, morbosamente lleno yo de lápices en la mano, porque es en esos momentos, mientras la observo, cuando más siento que algo me encadena radicalmente al suelo (pues de otra manera sería imposible no elevarme yo varios centímetros y prenderme fuego en el aire en una espeluznante coreografía bonzo) y vuelvo a comprender que, muy a pesar de mi orgullo, lo mío es, también, una cuestión de miedo.
Y qué extravagancia tanto miedo untado a mi adn contradiciéndole el deseo de desovillarse y hundirse en el barro en busca de nutrientes. Yo podría tomar las puntas de sus hilos y devanarlo para (otro día) tejerme de nuevo en un yo más tranquilo o más sabio. Una nueva construcción sin palabras sintéticas ni perfumes asfixiantes. La luz nacería de mis ojos y no habría nada que corregir. Sólo sería mirar las paredes con la consciencia sanada y las pestañas quietas.
Pero nada de esto ocurre y entonces, cada tanto, me siento un buen rato frente a la pared a imaginar ventanas y puertas para que mis personajes escapen y mis raíces aprovechen y busquen y busquen por donde hay que buscar.
Archívese.
Machorra...varonera!
Iban drogones, pichones de algo, de cosas….jugadores ponbres de truco, desocupados..madres solteras…bajistas sin banda fija y muchos “comunistas”. Y todas las mujeres que asistían eran varones, hermosas. De ley, todas particulares.
Desde chico siempre me llamó la atención una cualidad cuasi paradojal de las varoneras: teniendo naturalmente un objetivo feminista (igualdad de género) es en esencia machista y detesta.
No a la mujer, sino a la dama peligrosa que enarbola la bandera del feminismo como bandera.
Ahora , de grande y a mis 38, entiendo que la varonera siempre tuvo razón: las feminsitas luchan para acceder a los tópicos más tristes del hombre: quiren poder, mas guita, ser árbitros de fútbol.
A las varoneras, en cambio….solo les importa compartir el espíritu lúdico y culturalmente masculino: la charla hasta el amanecer, la amistad, el porro y, eventualmente, la lucha armada.
En esas fiestas no éramos muy amigos entre todos, pero teníamos algo patagónicamente en común: estábamos más solos que un perro. La mayor cantidad de las varoneras se habían comido a la mayoría de los hombres de esas fiestas y tenían un hijo (nunca dos).
Por eso teníamos siempre una habitación sólo para los bebés.
Siempre éramos alrededor de 30 en esas partuzitas: si faltaba alguien, estaba preso, o se habia ido a bucear a Madryn, o al otro día laburaba.
No eran fiestas muy felices, lo sé bien: En la cocina, 6 jugando a los naipes por guita. En el comedor, el borracho desmayado que entorpecía el baile de otros 5 o 6 que redondeaban o sambaban….y más allá, siempre un pequeño y compacto grupo masculino alrededor de la hermana de alguien, que venía por primera vez y todos se la querían coger.
Hoy, ya no se encuentran varoneras de mi edad. Salvo la enana. Existe demasiado feminismo por todos lados, pero pocas mujeres capaces de ser mejores que la media aritmética. Y no es tan difícil acceder a ese grado de pureza, por que estamos cada vez más invadidos de hombres feministas, metrosexuales o como mierda querramos bautizar al nuevo engendro polimorfo tan en boga.
Igual, no todo está perdido. En este incipiente siglo XXI , la gente de centroizquierda hace malabares para convencernos (y autoconvencerse) que la hembra puede hacer las mismas idioteces que el engendro tan en boga, hay algunas varoneras calladas, como siempre. Como se callaban en las fiestas del sur.
Las de ahora hacen tanto bardo como las de antaño que hacían empanadas. Sellan sus labios ante nuestros celos, como si tuvieran huevos o convicción, que es lo mismo.
Ellas son las que dicen si: soy arquitecta, o soy una perra, pero hago unas mila de la hostia.
Antes de ser eso..eran las que se quedaban con nosotros hablando y bebiendo hasta que aparecía el sol.
En esas fiestas yo iba de sala en sala, pero siempre terminaba afuera charlando con una varonera. Sentados en una mesa de madera donde no faltaba el porro, alguien que estuviera fumando porro, o alguien que anoticiaba que el porro se acababa.
Cerca de las 3 llegaba alguno con una gorra, y decía “Vacaaaa!” Y sacábamos plata arrugada el jean, con gesto de dolor, pero cargado de enorme sentido cívico: nadie encanutaba en esas fiestas.
Los que tomaban merca eran los que más aportaban, por que laburaban, o los viejos tenían con qué. Y también por que tomaban el doble. Paranoicos como todos los merqueros, aparecían desde las habitaciones levantando las cejas y haciendo bardo con la nariz.
Nunca supe la necesidad de salir de la habitación con la nariz tatuada de blanco…nos diferenciaba de los que no tomaban? Que curioso, eso.
Siempre me enroscaba en charlas interminables, y estériles…para hablar de cosas profundas, elegia siempre una varonera.
Revisando estas cosas con un poco de ángulo y perspectiva, me sorprendo de cosas que en ese momento parecían de lo más normales. Por ejemplo: en esas fiestitas nunca se acababan ni la bebida, ni la comida. Nunca se rompía nada, nadie se cagaba a palos, nadie que tuviera auto osaba pedir plata para la nafta. Aunque lo más sorprendente era que siempre había una varonera un tanto borracha entre todos los varones borrachos, tirandole piedras a alguna botella estratégicamente ubicada.
Por cierta razón, yo siempre terminaba con una chica de éstas, y por alguna otra cierta razón de golpe lloraba, de golpe lloraba yo, y después nos mirábamos en silencio - como si fuéramos gemelos idénticos en esa soledad pegajosa - y de repente estábamos revolcándonos en el pasto como dos cuises, diciéndonos con media boca cuánto nos “queríamos”. Y no sólo eso: jurábamos que siempre nos habíamos querido, y que nos querríamos igual o más cuando fuésemos más viejos. Y todo era una gran mentira, pero todo era una gran verdad.
Mezclando, ya de grande, todas las clases de mujeres que existen (la madre, la esposa, la princesa de todos mis palacios, la hermana, la hija y las otras) curiosamente me da una varonera de aquéllas. Esa a la que le podías decir mil cosas mientras la tocabas, y después lloraba, vomitaba y se olvidaba de todo. Sexo, amor, culpa y olvido: ellas encerraban todo eso en diez minutos de solaz a la orilla del océano Atlántico.
Lo pensé bastante: la mujer ideal era esa varonera de jean y remera blanca, y yo, tan tonto, no supe verlo a tiempo. Será por eso que me acuerdo de burdas frases de amor calcadas, de besos de Quilmes tibia, de manotazos en blusas, como momentos de amor verdadero. Prefiero mil veces esos disparos nocturnos que bien podían acabarse con la llegada de una ráfaga de viento y arena lacerante, que aquellos amores que surgen un miércoles y agonizan años enteros.
Falta de Tiempo y "Pieses"
Ni misterio, ni alucinaciones.
No me faltan torpezas ni desvíos,
No me faltan sorpresas ni delirios.
Hoy solo me falta tiempo.
El viento empuja decisiones.
Y las emociones que eso provoca,
Me deja, con la boca seca y sin aliento.
Por estos días, decir algo, pensar algo, escuchar atento.
Me lleva unas cuantas dosis de lo que no tengo.
Mil disculpas por mi falta de tiempo.
entumecidos.
Como si estuviesen a punto de reventar.
Los siento morados.
Corro a un baño y me saco las zapatillas,
me saco las medias y tomo un pie con las dos manos,
pero mi pie está tibio y seco
como un hermoso dia de primavera.
Hay veces que siento lo mismo,
pero con otras cosas.
Cuasi detalles.
Por dentro está la certeza de que no cabe esperar mucho ni de uno mismo cuando lo primero que se siente ante el desencanto es un cansancio infinito.
Pero estoy mejor así, con el deseo agraviado, incapaz de reclamarlo para que no pierda el sentido. No quisiera que le pase lo que a algunas palabras, que se mecen en el vaivén del va y viene, va y viene de unos labios a otros labios hasta que ya no se oyen porque perdieron identidad de tanto ir y venir y se quedaron en silencio, cansadas, mudas, en ese lugar donde los fracasos se dan una segunda oportunidad, donde el Este se pone al sol y los otoños se levantan para que las piadosas (y geniales) primaveras los fotografíen un poco.
Diferenciar una buena foto de una mala es muy fácil. Simplemente se sabe, de la misma manera que se sabe a quién le corre agua en lugar de sangre por las venas.
Y no digo aire, ni ácido, ni magma. Digo agua.
Habría que dejar de ver a la realidad así, con cada objeto redefiniendo y a su vez redefinido por otro que lo abarca y lo confina en límites artificiales que no son nada, ni frontera (y cómo nos cuesta entender las cosas que andan sueltas, sin su marco, por el mundo)
Lo real me seduce cada vez que descubro que a la fantasía, en el fondo, la tengo sobrevalorada. Y viceversa.
Decir algo divertido sería apropiado. Reírse.
Me gustaría estar en esta noche. Haber venido a legislar en lugar de saber que no existen leyes cuando no se piensa en mañana (pero hoy ya es mañana y nos toca hablarnos sin el fuego de ayer y mañana no existe, y si existe, no promete demasiado)
Archívese.
El valor de una coma
Ciudades
El tipo le mete volantes a cuadras y cuadras, y cuadras. Algo debe vender, seguramente.
En la ciudad de Mar del Plata, el mismo sistema aplican....las putas. Ayer salgo de un restó para fumar un pitillo en la vía pública. Y llamar a la enana, así no se cree que ando cenando con perras hermosas putonas y tal. Y de golpe miro la ventanilla de un Renault 19 estacionado en la puerta de "El Zafarrancho" el restó donde estaba comiendo (se come bien bien, eh) y veo... 7 (si, SIETE) avisos de putas en la ventanilla !!! Como en La Plata, pero en vez de comprar autos, venden sexo!!! Cabarets, Departamentos privados, cines xxx...de todo. Hasta estudiantes universitarias.
Algo deben vender, seguramente.
Qué terrible. Si eso no es marketing, che.... no?
PD: Antes que hagan comentarios estúpidos..NO! No me gustan las putas. Me gustan las mujeres. Por si las moscas, vio?
"Nunca pagué una mujer en mi vida, ni lo voveré a hacer."
Archívese.
Figuritas
Tenerlas, invocaba un poder mágico. Tal vez hoy como adulto, pueda elaborar una analogía con tener billetes. Pero el encanto, la tensión y el desborde de conseguirlas, juntarlas, mostrarlas, eran tan grotesco y tan indescriptiblemente bello, como cotejarlas, cotizarlas y cuidarlas para siempre.
Los recreos y las veredas de los barrios, eran lugares de encuentro de quienes las poseían. Algunos niños, tenían en sus manos un pilón de ellas, sostenidas con esfuerzo por los pequeños dedos. Otros abultaban los bolsillos de los guardapolvos.
Era como tener una fortuna, y en muchos casos, al irse a dormir, muchos, las guardaban bajo sus almohadas.
Un rumor con fondo de asombro y chisme de prensa amarilla, sucumbía cualquier rincón de la escuela o de las casas. Era cuando alguien, conocido o desconocido, había conseguido la difícil, la que llenaba el álbum.
Muchas fueron las historias que nos contaban nuestros padres sobre ellas. Increíbles momentos contados que nos hacían abrir los ojos y nos ponían frente a nuevos desafíos a sortear…la historia de la figurita que nunca salía…la que contaba que de la rara, solo se había hecho una…la del pibe que completó su colección y se la robaron…etc., etc.
Si me preguntan de qué me acuerdo, sigo diciendo, de las figuritas.
Estaban las redondas de cartón o lata, esas que podíamos hacerlas volar, impulsándolas con el pulgar, luego de sostenerlas con el índice. O colocarlas entre el índice y el mayor, como si las apretáramos con una tijera, y lanzarlas con una sacudida eléctrica hacia donde quisiéramos.
También las había de papel, con formas de acuerdo a los dibujos que traían, algunas venían con brillantina plateada, que decoraba algunos detalles de las imágenes.
Jugábamos a la “arrimadita”, que consistía en lanzar figuritas hacia una pared, desde detrás de una línea paralela. Con cualquier técnica. Lo que había que lograr, era acercarse lo más posible, arrimarse, a la pared. Se jugaba de a dos o mas. Y el que ganaba, cobraba en figus. Y casi siempre había testigos, y lo que se jugaba también era el honor. Por que podías llegar a tener muchas figus, pero si alguien sabía lanzar bien, te pelaba enseguida.
Si me preguntan de qué me acuerdo, digo sin pestañear, de la figus!.
Cuando la clase era un bodrio, las figus te salvaban. Los chicos por entonces hicieron popular “la tapadita”.
Era un juego que consistía en esconder alineadamente una, dos o tres figus, debajo de la tapa del cuaderno sin que el compañero te vea. A su tiempo, cada uno las acomodaba, con la imagen hacia arriba o hacia abajo. Luego le ofrecías el cuaderno tapado con las figus adentro. Él, tenia que tocar la tapa del cuaderno, la cantidad de veces como tantas figuritas escondía, intentando adivinar con viva voz, como estaban dispuestas. Si acertaba alguna, se la quedaba. Y se cambiaba el turno y el rol. Como con las monedas, la definición era cara (dibujo o foto) o seca (la parte de atrás). O sea que si te tocaba jugar y decías “cara, seca, cara” y al abrir el cuaderno o libro, veías que alguna coincidía, pasaba a ser tuya.
Claro que el juego estaba bueno y entretenido. Pero cada tanto había que mirar a la seño, por que si te llegaba a descubrir…
Si me preguntan qué me acuerdo, sin dudarlo, y aunque hubo otras cosas lindas, yo sigo diciendo de las figuritas.
Era tan emocionante el momento de poder comprar un paquete, que hasta los amigos te acompañaban hasta el kiosco.
Y si tenias una repetida, y a esa la estaba buscando alguien, pedías lo querías.
Una figurita podía valer otras cincuenta, o diez paquetes.
Y si tenías una verdaderamente difícil, podías conseguir hasta el beso de la hermana del interesado.
Y los padres, aprovechado tanta pasión, la usaban para presionarte. Por lo que, si no hacías no deberes no había figus, si no te lavabas las manos, no había figus, si no tomabas la sopa...si no hacías los mandados…etc., etc.
Si me preguntan de mi infancia, diré que me acuerdo, con mucho, pero mucho placer, de las figuritas.
Pancito
Revisa sus bolsillos delanteros, los traseros, y unos medio a media pierna que tiene, y no hay nada. Está en cero total. Pobre en serio. Pero descubre que junto a usted está dormido un señor armenio. Dice que es armenio, pero no habla ni una sola palabra de armenio. En fin, otro chanta con ganas de pertenecer a algún club.
Le revisa los bolsillos y encuentra un rublo, una curita, una imagen del papa Pío XII vestido de señora y una bala de plata con la punta no se qué. Algo de boludo fanático de las armas.
La cuestión es que agarra todo y se va a apostar a la casa de buceo más cercana. Llega todo atolondrado, pero no tiene el número. Nadie le acerca ni un datito, nada. Entonces busca del sueño bruto una vez más. Camina dos cuadras a la derecha, otra más a la derecha, dos más a la ultra derecha, y se topa con un local de la unión cívica radical. Si, ra-di-cal.
Por suerte hay un grupo de gente de Cobos que tiene la palabra. Cuentan su proyecto de país. En pocos segundos usted cae fulminado y entra en el sueño salvaje. Se le arma en ese lugar tan querido, una jauría de perros persiguiendo a un caballo tordillo, al verlo lo dejan ir-al caballo-y se acercan en actitud patética buscando cariño, moviendo la cola. Desde una casa prefabricada, en una ventana con balcón, una chica poseída por el diábolo se contorsiona como un escorpión. Se enoja por su presencia-la suya-y pone cara de orto. El paisaje es con hiper colores saturados y árboles sin hojas, solo ramas. Terrorífico pero lindo si sabe manejar el tema del miedo.
Aparece un tipo con gorra de pileta que lo intima a elegir entre el mundo de la realidad pura o el de la ficción pura. A lo que renuncie, es para siempre. Y se queda en el otro. ¿Se entiende?
Aparece (si, repite "aparece") un tipo que se presenta como “El generador de falsas expectativas para turistas”. En una jornada de 40 grados centígrados dice:…"Bueno, me voy a la pile, chaaau…"
Pero no hay pile. También protesta por lo amontonado de las cabañas con su…”Gritería sexual exagerada”. Por último, es condenado a vivir con lo que le corresponde a nivel animal, obteniendo este número de la división entre la población total de animales y la población mundial. La cosa es que le toca lo siguiente, y arréglese: 3 vacas y media, 16 gallinas y un poquito más, 156 perros, 191 gatos, 12543 hormigas y así…Se lo dan todo junto, junto a un pan gigante para siempre. Es todo suyo.
Se despierta con una erección seca, dura y apretada. El panorama en el local, el “comité”, es angustiante. Cobos en persona está comiendo una pata de pollo con las manos, y hace un ruido asqueroso, como de chupar y masticar y ser Cobos, todo al mismo tiempo. Incorpórese lo más rápido que pueda, lance alguna maldición maleva y corra a la agencia más cercana. Su apuesta es todo al 50.
Mañana pida ravioles doble tuco doble pesto doble queso doble Nelson. Y doble vino.
Gelatti
Su vigilia se hace interminable. Empieza cursos de cosas, de cualquier cosa. Ah, y está un poquito irritable. Si, si ¿Le pasa algo?
Empieza a fastidiar con lo de tener o no tener un hijo. Que ahora, que más adelante, que ya se le pasó el momento, que te cura que te salva, y la dentadura se te pianta. Todo eso. Comienza a analizar el tema de congelar embriones, óvulos, semen, jugos humanos, de todo, pero llega a la conclusión de que lo mejor que puede hacer es tener un bebé ahora, y congelarlo. Si, tenerlo ya mismo, pero dejarlo en el freezer por un tiempo. Sacarse la presión. Bien guardado en un Tupper, junto a las milanesas de soja, la botella de Vodka y los cubitos de hielo. A un costado, el tipo se queda ahí quietito, duro, hasta la hora del descongelamiento. Cuando usted esté completamente seguro, o muy muy aburrido de su vidita, agarra y lo descongela.
Ya está el bebé! Guarda que una vez descongelado no hay marcha atrás, como cualquier congelado.
Tamos?
Bobo-Fútbol
Lo blanco, eso que gira es la PELOTA. Sí, eso que es pateado por los jugadores, que son los tipos de pantalón corto y ropa de colores. No, el de negro no juega. Se llama “el árbitro” y es un tipo que trabaja de eso, de arbitrar el partido. Se le paga un sueldo y es monotributista. No sé por que se llama “el partido”, no, no está roto ni nada. Se llama así y punto. Bueno, la cuestión es que el objetivo del juego es meter la pelota en el arco del rival. El arco es esa jaulita con una red de un lado, sostenida por unos palotes. No, el que está adelante se llama “el arquero”. Puede agarrar la pelota con las manos. Tiene que evitar que la misma entre en el arco. La misma es la pelota. Sí, eso redondo, esférico. No sé, no sé por que los chinos no pueden juntar once. Es raro. Y eso que yo conozco como 7 chinos, ya. Y los americanos tampoco, no sé. Puede ser por que son obesos. Tal vez. No sé. O por que están obsesionados con lo de las armas, pero creo que es por lo de ser gordos. Debe ser por eso. Bueno, vaya al Inadi, no me interesa. Sigo, sigo, no se distraiga. Cada equipo, sí, equipo, equipo, no sé el origen de la palabra. Se compone de once jugadores titulares por lado. ¿me sigue? No se me acerque tanto. Pregunto si me sigue en relación a la interesantísima teoría que estoy desarrollando. Bueno, no se, ya me aburrió con sus cositas. Haga lo que le parezca. Y recuerde que un caño bien tirado vale tanto o más que un gol. Fútbol para bobos, a toda hora y en todos los canales.
Por favor, si alguien tiene alguna edición vieja de Clarín que me la acerque porque no se consigue este diario en ninguna parte. No sean hijos de puta.
Miradas en la Calle
Otro efecto tiene que ver con la leve negociación que decide quién se aparta para que pase el otro. El secreto aquí es no mirar al contendiente. No vale de nada hacerse el macho imbatible aquí-paso-yo. La actitud eficaz es mirar hacia el costado, y lanzarse hacia adelante con una simulada inconsciencia. Si hubiéramos mirado al otro hubiéramos sembrado en su inconsciente la idea de que estamos pendientes de él.
Si no hay caso y no logra dominar este arte, a no desesperar: comprate unos anteojos negros y ganate el mirar como quiera a quien quiera.