28.10.05

No sé de dónde salió esto....

-¡Tomá el hígado!.. ¡Tomá el hígado!.
-¿Eh? - dije yo. Estaba viajando en el Subte.
El vagón era un hervidero humano, como un tacho de lombrices.
Miré hacia atrás y vi a un hombre sacándome algo de la espalda.
-Oiga, devuelva eso. - objeté, sin saber con certeza que era lo que robaba.
-No sé hacerlo. - contestó el hombre, en tanto colocaba una cosa viscosa en un frasco con formol. -Nunca me enseñaron. Yo sólo los extraigo y se los llevo a Phanthopler.

Inmediatamente, una cabecita diminuta, de niñito, se interpuso entre los dos, a la altura de nuestras cinturas.-¿Lo coso?-De acuerdo. - contestó el hombre.
Mas luego me miró:-¿Quiere verlo por última vez?-¿Cómo?

-Claro, mucha gente se emociona al contemplar sus propios órganos internos. En lo personal, a mi me produce un asco espantoso.
Comencé a sentir unas tenues puntaditas a un costado. El niño trabajaba con verdadera devoción.

-Es bueno, ¿eh? - acotó el hombre, con aire de complicidad
- Ciertas veces la persona descubre el robo recién cuando llega a su casa, o al bañarse por la noche. Otros mueren sin saber por qué. Pero de Victorcito nadie se entera. Es un experto cirujano.
-O sea que ustedes... - dejé la frase sin terminar, contemplando aquello dentro del frasco de vidrio.
Me produjo una vergüenza insoportable. -Qué horrible - atiné a decir.
-El suyo, sin embargo, es uno de los menos repugnantes. Se nota que nunca ha bebido. Vea aquí - me acercó el recipiente a la cara -, no tiene estrías, es grande y consistente... discúlpeme un momento... ¡Víctor! drenále al señor.
-Si, tío.
-Estos chicos. - se justificó el hombre mientras gesticulaba.
-Perdóneme -agregó después de una pausa -pero.. no me mal interprete.. ¿le molestaría un riñón? Sólo uno, ¿comprende?
Con el otro podrá vivir igual, siempre y cuando consiga un hígado nuevo.

Miré al niño. Había introducido una manguera en algún punto de mi panza, atravesando la camisa. Por el extremo opuesto succionaba algo con su boca y lo escupía suavemente al suelo. Luego tomó un bisturí.
-Estamos esterilizados - me tranquilizó el hombre. -
¿O acaso cree ..-No creo nada. - interrumpí.
-Ahora ... ¿es todo así dentro nuestro?-¿Todo? .. ¿en qué sentido?
-Me refiero a ese cúmulo de viscosidades inextricables, lúgubres y absurdas..
-Sí.- dijo el hombre - Es absurdo el interior. Todo interior es absurdo.

El tren se detuvo en la estación Gardel. Sobre el andén, una infinidad de seres aguardaban subir como si de eso se tratara la vida. Cada uno con hígado y riñones.
-¿Y bien? - inquirió el hombre, posando una mano sobre mi espalda.
Supuse que era un buen tipo.
Se me ocurrió preguntar:-Usted dijo que les llevaba los órganos a alguien. ¿Para qué?
-¡Oh!, por supuesto. - se justificó el hombre mediante un gesto de turbación
- Es verdad y le pido disculpas.
Verá: Phanthopler se encarga de colocarlos. Nosotros no. El hace el trabajo inverso. Una organización perfectamente concebida que busca, tabula y determina individuos con necesidades de desprendimiento orgánico y los reubica en otros con necesidades opuestas.

-No entiendo.-Bien. - concluyó el hombre.
Y dijo: - Víctor, el riñón izquierdo.Sentí como el niño hurgaba en mi carne lechosa.-¿Qué va a hacer?
-Si se refiere al proceso quirúrgico, lo desconozco - agregó el hombre. -Yo no opero, vigilo. Sin embargo, el resultado final es.. ¡oh!, ahí viene, ¡véalo!
- Víctor le alcanzó un mohoso pedazo de carne oscura, con tubos amputados en un extremo. -Lo pondremos aquí, junto a su hígado, en el mismo frasco. Estos van al señor Mendez.
-¿Mendez? - me sobresalté - Es ese.. el político?
-Precisamente. Uno de los seres mas abominables que nos ha dado la naturaleza. Sin embargo, de eso se está encargando su psiquiatra. En lo que respecta a las propiedades de Mendez, ya tiene tres hígados, doce riñones y cuatro pulmones transplantados con éxito.

Phanthopler utiliza una técnica de acumulación expansiva multidimensional que permite al paciente albergar infinidad de órganos internos al mismo tiempo. Según se cuenta, el conjunto es operativo y posee cualidades de conmutación.
Esto es, cuando un determinado tipo de órgano se satura en sus funciones, un complicadísimo sistema de varas y poleas biomecánicas traspasa los tubos al siguiente. De modo que, en tanto el primero se recupera, el segundo suple los requerimientos de aquel y así, ad infinitum.

-Extraordinario. - dije.
-Ya lo creo. - contestó el hombre. - No obstante existen problemas graves. Por ejemplo: el ruido. -¿El ruido? -repetí como un imbécil en tanto Víctor me desinfectaba, acomodando los pliegues de mi camisa.
-Claro. Es verdaderamente triste que otros sepan que uno está conmutando siempre; sobre todo en la alta sociedad. Imagínese sentado en medio de una reunión, mientras un páncreas comienza a salírsele de servicio. Las poleas y retenes.. quiero decir, todo ese enjambre de dispositivos técnicos arrancan automáticamente, produciendo un sordo zumbido, como de matadero. Comprenda que, en rigor, uno no se diferencia mucho de una vaca.
-Ah..
-Entonces, ponga por caso que se trate de un hígado, el comentario general será: "has visto que tenía resaca". Y tales injurias son inaceptables en los hombres de jerarquía; razón por la cual se ha presionado a Phanthopler a silenciar todo aquello.
-¿Y lo ha conseguido?
-En parte. - respondió el hombre -A decir verdad, toda la franja aristocrática es demasiado susceptible; al carecer de problemas económicos pasan de inmediato a los existenciales y ahí comienzan a lloriquear: "que el hígado así, que las uñas me crecen, que masticar me da arcadas, que no soporto defecar"; en fin, un verdadero muestrario de calamidades zoológicas que es para deprimirse en el acto. Phanthopler los escucha con tedio, asintiendo a cada una de sus excentricidades, pero con la certeza de que tales demandas son imposibles y caprichosas.

Por ello ha diseñado un dispositivo adicional, que se implanta en un ojo del paciente, el cual le informa, desde una pantallita, los horarios de conmutación orgánicos, como una cartelera de aeropuerto. De esta manera se ha logrado contenerlos un poco, mientras se asombran del avance tecnológico que los pondrá a salvo de los vejámenes de su propia fisiología.

Sentí una especie de asco conquistar mi cuerpo entero. Era horrible. Una arcada global, algo así.-¿Cuánto me cobra por sacarme todo eso? - pregunté.El hombre me miró, francamente asombrado.-¿Es decir que...-¡Quíteme toda esta porquería ahora! - le increpé. -Quiero ser yo mismo.
-Bien. - Miró a Víctor con un gesto de asentimiento. -Lo haremos de inmediato. -culminó.Lentamente comenzaron a vaciarme.

El niño, muñido de una técnica prodigiosa, se las arregló para extraer mis órganos a partir del bajo vientre, como si se tratase de desmontar un edificio desde el suelo. Yo no sentía dolor, apenas un leve cosquilleo en la barriga.

Luego el espacio se hizo en mí y presumí de una nueva sensación de libertad. Cierta analogía con mi alma: un vacío inabarcable.

Todo había concluido.
-Es usted un donante muy amable - dijo el hombre.
-Sin embargo el corazón, vea, parece muy enfermo, no sirve.Observé ese órgano triste balbucear sus últimos latidos.
En verdad, se lo descubría débil e insignificante sobre las manos del niño.
El hombre me miró con precaución.

-Está bien - dije -Tírelo.-Se lo daremos al perro -contestó con deferencia. - Usted no se preocupe.

Cuando el tren paró, los vi alejarse en dirección a la escalera mecánica. Llevaban en las manos unas bolsas de supermercado en donde transportaban los frascos con mis restos.

Qué curioso. Todo aquello me había sostenido en este mundo pese a su insano horror. No se le podía ordenar al cuerpo que muriera nunca. Esas cosas funcionaban solas como satisfechas de sí mismas.

Por fin todo se oscureció...

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